miércoles, 15 de abril de 2015

LA RESURRECCIÓN DEL CREYENTE

                                             LA RESURRECCION DEL CREYENTE
                                                       
Prólogo
Jesús dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente Juan. 11:25 

Los creyentes
 en Jesucristo, creemos y sostenemos que el alma del hombre no muere y es eterna. En efecto si comparamos esta creencia con la lúcida situación que se encontraban en el Hades, Abraham, Lázaro, y el rico en el relato de Lucas 16.19-31 (para el que no conoce esta historia es conveniente que lea este relato). Nos daremos cuenta que estando ellos tres muertos corporalmente, y encontrándose en esa dimensión desconocida  del más allá, ellos podían comunicarse, reconocerse, verse, y aun saber las cosas que acontecerían en este mundo donde vivieron. Juzgando por la expresión del rico, ya que él estaba preocupado por sus cinco hermanos, que de no ser advertidos, correrían la misma suerte de él, de no creer y acatar las ordenanzas de Moisés y los profetas (que es la palabra de Dios).

Esa facultad de creer, también la tuvo el rico estando en vida, ya que al llamar a Abraham "padre" lo reconocía como el patriarca y héroe de la fe de Israel. Seguramente conocía la ley de Moisés, y los escritos de los profetas. Solo que no le hizo caso, como muchos hoy día cuando se le habla de la palabra de Dios. Él no aprovechó los consejos de la palabra, mientras tuvo la oportunidad en su vida para su mismo bien. Como aparentemente lo estaban haciendo también sus hermanos, ya que como resultado él se encontraba ahora en ese sitio de sufrimiento.

Es oportuno resaltar que este relato del rico y Lázaro, solamente pudo ser revelado por alguien que conocía, y vino de esa dimensión desconocida para nosotros, y este no podía ser otro que nuestro Señor Jesucristo. Según el relato, aparte de ser una realidad que las almas no mueren, y siguen viviendo después de la muerte; resalta también la lucidez, la conciencia y la conformidad, que ellos tenían. Esto se puede deducir de la conversación que sostuvieron, como si se conocieran y estuvieran todavía en esta vida, ya que el rico podía conocer a Lázaro que lo tuvo a la puerta de su mansión, pero dificulto que conociera en su vida al patriarca Abraham, sin embargo lo llamó padre y por su nombre.

La muerte.
Esta, la conocemos como el acto en el cual el alma y el espíritu se separan del cuerpo, el cual le faculta al alma de estar en contacto con esta vida, (cosmos) comunicarse con los humanos y la naturaleza. Debido a la separación causada por la ineludible muerte, establecida para todos los hombres; en ese momento el cuerpo perece y regresa al polvo de la tierra al ser sepultado. El espíritu del hombre regresa a Dios que lo dio, y el alma entra en un período de espera, pero viviendo consciente de su existencia; independientemente de ser o no redimida por Jesucristo. Esto es lo que nos da a entender el versículo de Eclesiastés 12:7 que dice: Y el polvo (el hombre) vuelva a la tierra, como era, y el espíritu (del hombre) vuelve a Dios que lo dio. Este no se refiere al Espíritu Santo que es dado a los que creen en Jesucristo, sino al espíritu del hombre.

La diferencia entre los que están en un sitio, y los que están en otro, consiste en que: Los que son de Cristo por haber creído y confiado en él, están inscritos en el libro de la vida, y por supuesto felices y consolados con su Salvador. Por otra parte los que rechazaron a Jesucristo, no están inscritos en el libro de la vida, por no haberlo buscado mientras podía ser hallado. Por consiguiente están condenados, ya que muy claramente la palabra de Dios dice en Juan 3.19 y esta es la condenación: que la luz (Jesucristo) vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
 
Algunos piensan que resucitar significa volver a vivir, después de un periodo de sueño, letargo o inexistencia, sin embargo la palabra de Dios nos enseña que no es así, como se puede notar en el anterior relato bíblico del rico y Lázaro. Ya que estando ellos en esa situación despojados de sus cuerpos, los cuales yacían en sus respetivas tumbas; se comunicaban se veían y oían lo que se les hablaba. Inclusive el rico estaba consciente y pendiente de la situación de sus cinco hermanos, que aún estaban viviendo en este mundo.

Ahora bien, si los creyentes sostenemos que al creer en Jesucristo tenemos vida eterna, y que nuestras almas siguen viviendo con todas nuestras facultades y memoria después de abandonar este cuerpo al morir. Debemos entender por resurrección el acto de volver a tener un nuevo cuerpo, de ser revestidos nuevamente con uno incorruptible e inmortal como dice en 1° Corintios 15:53 “Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.” Esto a su vez nos permitirá ser visibles nuevamente, para los de este mundo y estar nuevamente en contacto físico con esta vida al regresar con Jesucristo a este mundo (cosmos). Tal y como aconteció con Jesús al resucitar de los muertos y presentarse a todos los que creyeron en él.

Hay otro relato bíblico en Apocalipsis 6.9 el cual confirma que las almas siguen viviendo, aunque estén separadas de sus cuerpos que han dejado de existir.

El cual dice: “Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían muerto por causa de la palabra de Dios y del testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?”

Como podemos apreciar, ellos murieron asesinados por testificar de Dios, sus cuerpos perecieron pero sus almas seguían vivas y conscientes. La petición que le hacen al Señor es para que vengara su sangre que fue injustamente derramada por los moradores de la tierra, arrebatándoles el derecho a la vida en este mundo. Pero está claro que ni los verdugos ni la muerte pudieron destruir sus almas, las cuales seguían con vida; y conscientes de la injusticia de la cual habían sido objeto, razón por la cual clamaban al Señor que se les hiciera justicia.

La respuesta que se les dio fue: Que descansaran todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos que también habían de ser muertos como ellos (Apocalipsis 6:11) más adelante con detalles se explicará esta parte de los consiervos y hermanos, Que tendrían que morir igual que ellos.

Almas y muertos.
Es importante notar que en este pasaje bíblico, la diferencia que hay entre el grupo que está debajo del altar al cual se les denomina “almas”, por pertenecer a los que tienen esperanza y un día resucitarán, De aquellos que están en el Hades sin esperanza los cuales serán entregados para el juicio del gran trono blanco donde serán juzgados; a estos aunque sean alma se les llama “muertos” en Ap.20.13.

La diferencia consiste, que unos están muerto por sus delitos y pecados, y son los que ya no tienen esperanza alguna de salvación, como en efecto leemos en Apocalipsis 20:15, que son enviados al lago de fuego por no encontrarse inscritos en el libro de la vida. A diferencia de los que están debajo del altar que van a resucitar a los cuales se les denomina "almas" y vivirán eternamente con Cristo.

La resurrección es ser revestidos.
Volviendo al tema, tenemos entonces que la resurrección es el acto en el cual el alma, que es imperecedera será revestida de un cuerpo celestial. Así lo escribe el apóstol Pablo en 2 Corintios 5: “Por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial.”Este nuevo cuerpo de gloria, tiene la facultad de poder estar en la presencia de Dios y verle tal como él es. A su vez puede volver a contactar con los seres, y cosas de esta vida terrenal y con todo lo tangible durante el período del milenio. Siendo este también el medio con el cual Jesús volvió a reunirse con sus discípulos después de resucitar, con el cuerpo glorificado.

Este maravilloso beneficio solo puede ser otorgado por el que dijo: “Yo soy la resurrección y la vida”. De esta declaración se puede diferenciar entre, la vida que Jesús concede a los que creen en él, y la resurrección después de la muerte de los que son suyos. En Juan 6:39 al 44 por tres veces en el mismo capítulo el Señor dice: Y Yo le resucitaré en el día postrero. Dando a entender que la resurrección está en su sola potestad, y es únicamente para los que el padre les dio, y que son suyos por creer y confiar en Él.

Hay por supuesto otra clase de resurrecciones como la del hijo de una viuda, a quien Dios resucitó por medio de Elías (1Reyes 17:17) la resurrección de un hombre cuyo cadáver fue arrojado en el sepulcro de Eliseo, y al tocar los huesos del profeta, revivió (2Reyes 13:21); y así la de Lázaro, el hijo de la viuda de Naín y otros. Pero estas resurrecciones a parte que se efectuaron cuando el cuerpo no estaba aún desecho, estos volvieron a morir, en cambio el cuerpo con el cual nosotros seremos revestidos será incorruptible, inmarcesible y eterno.

Por lo que enseña la palabra de Dios, este cuerpo de resurrección le será concedido solamente a los que son de Jesucristo, y tienen sus nombres inscritos en el libro de la vida. Sean los que partieron con el Señor, como los que estén en vida en el momento del arrebatamiento. Algunos de los cuales en ningún momento dejarán de ser (o sea, que no experimentarán la muerte por cuanto serán transformados), como lo afirma en 2Corintios 5:4 “porque no quisiéramos ser desnudados sino revestidos”. También así lo afirmó Jesús en Juan 11:25 diciendo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo el que vive y cree en mí no morirá eternamente”. Aflora luego la pregunta: ¿Serán revestidos los que no creyeron?

Ahora bien, si este nuevo cuerpo glorificado  es una dádiva de Dios, que es concedida a los que creen en su hijo Jesucristo, como una de las cosas que Dios tiene preparadas para los que le aman, entonces nos preguntamos: ¿le será concedido este privilegio de un cuerpo de resurrección, también a los que amaron las tinieblas más que la luz; (que es Jesús) los cuales están muertos en sus delitos y pecados, que nunca creyeron en Jesucristo, y solo les espera una condena de parte del Juez y Señor de todo?.

Por ejemplo: si afirmamos que los perdidos serán revestidos con un cuerpo de resurrección, estamos aceptando dos cosas: Primero, que el Señor premiará también a ellos con este beneficio, de participar de una promesa hecha a los creyentes que dice: Y esta es la voluntad del que me ha enviado: (el padre) que todo aquel que ve al Hijo, y cree en Él, tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día postrero Juan 6:40. Como se puede apreciar, el ser revestido de un cuerpo glorificado, es vinculante con el creer en Él, de otra manera dejaría de ser una promesa dada para aquel que cree.

Lo contrario del anterior pasaje sería: Mas el que no cree en el hijo, no tendrá vida eterna ni le resucitaré en el día postrero. Luego en un supuesto caso, que estos que no están inscritos en el libro de la vida, fuesen revestidos de un cuerpo celestial; ¿podría tener alguna lógica, que estos luego sean lanzados al lago de fuego con un cuerpo de resurrección?  Como dice en Apocalipsis 20:15: “que el que no fue hallado inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.” Es algo impensable que pueda acontecer algo así, a un cuerpo de resurrección, además de no tener ningún sentido, se estaría premiando a los malditos al fuego eterno.

Se está explicando esto solo porque algunos traductores utilizaron la palabra resurrección en lugar de “levantarse o despertar” como lo han hecho otros. Uno de estos versículos es el de Juan 5.28-29 que dice: “no os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; más los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.”

En “resurrección de condenación" se podría pensar que esa palabra “resurrección” podría estar mal empleada, traducida, o interpretada en la versión Reina-Valera. Como también puede existir la posibilidad, que en el griego esa palabra pueda ser sinónima de levantarse, para conjugarla, levantarán. De todos modos, se investigó en una Biblia, donde hay ocho traducciones simultáneas de distintas versiones de esos textos de Juan 5.28-29 del nuevo testamento. Obteniendo como resultado, que solamente dos de ellas utilizan la palabra resurrección (y una de estas por supuesto es la Reina-Valera) las otras seis utilizan “se levantarán” palabra que además de ser más apropiada, está en perfecta armonía con el antiguo testamento, y lo que le fue revelado a Daniel.

Siguiendo con el tema de la resurrección, posiblemente algunos no estarán de acuerdo, con que los muertos castigados por sus desobediencias, no resuciten (o no serán revestidos) debido a esos pasajes alusivos, como el de Juan 5 28-29. Pero el solo pensar, que esa resurrección, que es un maravilloso don de Jesucristo para los que creen en él, sea otorgado a los malvados y luego enviados al lago de fuego; es algo que se sale de un sano razonamiento de las recompensas.

Por supuesto, que para trasladarse los muertos de ese sitio de espera, para presentarse delante del juez para ser juzgados, ellos no necesitan recibir un nuevo cuerpo. Como tampoco lo tenía el rico del relato, y él afirma que estaba atormentado en aquella llama. Otro detalle que nos aclara esta situación es: que tampoco fueron dotados de un cuerpo, los fieles al Señor que estaban cautivos en el Hades, en el “seno de Abraham”, a los cuales Jesús trasladó a un nuevo sitio; a ese paraíso que le prometió al ladrón que estaba a su lado en el calvario.

Como dice en Efesios 4:8 Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres. Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido a las partes más bajas de la tierra? Por todas las anteriores explicaciones, no se puede considerar que se trate de una resurrección, sino de un traslado de un sitio a otro de estas almas vivientes, sin que ellos tuvieran cuerpos. Como por el anterior ejemplo se puede comprender que para ese fin de ser trasladados, no se necesita ser revestidos de un cuerpo.

Así que: al terminar el milenio todos los que murieron (exceptuando los que ya resucitaron) oirán la voz del Señor y los que obraron según la voluntad de Dios durante el milenio, reconociendo a Jesús como salvador se levantarán para vida eterna; y los que obraron en contra de la voluntad de Dios, desde el inicio de la creación hasta ese momento, que será el fin de este planeta tierra, se levantarán para comparecer delante del gran trono blanco para ser juzgados y condenados.

Esto concuerda con lo que el mismo ángel de Jehová le revela a Daniel en 12:2 que dice: en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se Hallen escritos en el libro. (El libro de la casa de Israel, Ezequiel 13.9). Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.

Al profeta Daniel le fue revelado: Que los muertos despertarían, serían levantados; y en ningún momento se utiliza la palabra resurrección, ya que este acto de ser revestidos, pertenece única y exclusivamente a los que creen en Jesucristo, (o el Mesías para el pueblo de Israel), en efecto en el último versículo de Da.12:13 le dice a Daniel: “Y tú irás hasta el fin, y reposarás (condición actual de Daniel y de todos los inscritos en el libro de la casa de Israel,) y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días.” ¿Cuál sería esa heredad? Ese cielo nuevo y tierra nueva que le prometió Dios a su Siervo Abraham que heredaría para siempre.

A este punto del estudio, es conveniente meditar en la explicación y la pregunta que hace el apóstol Pablo en 1Corintios 15:35 “Pero dirá alguno ¿cómo resucitarán los muertos?” ya que habían judíos de la rama de los Saduceos que no creían en la resurrección.  La Biblia Textual dice: en el verso 34: Porque habían “algunos que adolecían de la percepción de Dios”. Así a fin de disipar dudas, en el verso 35 dice: ¿con que cuerpo vendrán? Con esta pregunta el apóstol establece un vínculo entre la palabra resurrección y el nuevo cuerpo con el cual los muertos, vendrán o serán revestidos.

Tenemos entonces, que los que son de Cristo, y pertenecen a la esposa del cordero, y son una sola cosa con Él y el Padre, como dice en Efesios 2:6 resucitaron juntamente con Él, y están sentados en lugares celestiales con Jesús. Todos los que serán revestidos tendrán cuerpos eternos, formando parte de esa promesa que dice: “cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni ha subido en corazón de hombre, son las que Dios tiene preparado para los que le aman 1Corintios.2:9.

Nosotros pertenecemos al grupo de los hijos de Dios, y esto en ningún momento le fue revelado a los profetas del antiguo testamento, debido a que aún no se había manifestado Jesucristo como el autor de la vida. Solo después de humanarse Jesucristo, seguro de su victoria fue que Él prometió la resurrección para los grupos de: “Cristo las primicias, los que son de Cristo en su venida”, y luego un despertar general de los demás en el final del milenio. Esto lo veremos más adelante.

También el profeta Isaías acompaña esta teoría en el capítulo 26:14, hablando de los impíos enemigos de Dios, él escribe: “Muertos son, no vivirán; han fallecido, no resucitaran; Porque los castigaste, y destruiste y deshiciste todo su recuerdo.” El recuerdo de ellos de parte nuestra.

Este estudio no trata en absoluto de despojar del derecho de ser revestidos de un cuerpo de resurrección, a los que nunca fueron del Señor; ni estuvieron inscritos en el libro de la vida, sino de interpretar y trazar bien la palabra, como le fue requerido a Timoteo. Como ya se dijo, y muy claramente lo explica el apóstol Pablo, que la resurrección le pertenece a Cristo, y a los que son de él en su venida. Basta leer en Juan 6: del 39 al 44 para darnos cuenta que la resurrección es un poder potestativo de Jesucristo, única y exclusivamente, para los que el Padre les dio, y depositaron la confianza en él.

Los lugares de donde proceden los muertos.
En Apocalipsis 20:13 de la versión Hispanoamericana, por tener más lógica ya que aclara mejor el verso 13 diciendo: “Los muertos devueltos por el mar y los devueltos por la muerte y el abismo. De manera que podríamos decir que son tres sitios el mar el Hades y el abismo”. Para luego ser juzgados, los cuales tendrán que estar un día de pie ante Dios. Analizando detenidamente este pasaje se podría pensar: que la palabra de Dios, más que un sitio específico de donde proceden los muertos, nos quiere revelar, que se trata más bien de diferentes grupos a ser juzgados.

Porque si analizamos detenidamente lo que dicen los versículos previos al juicio del gran trono blanco de Apocalipsis 20:13, nos daremos cuenta que para el momento de ese juicio, y de esa entrega de los muertos de los sitios ya mencionados, el mar ya no existe, según lo revela Apocalipsis 20:9-11 que dice: “Descendió de Dios fuego del cielo, y la tierra y el cielo huyeron delante de aquel que estaba sentado en el trono y ningún lugar se encontró para ellos.”

Entonces surge la pregunta: ¿a qué mar se estaría refiriendo el verso 13, si el mar ya no existe? De manera que toma fuerzas, que más bien, trata de enseñarnos que se pueda referir a grupos para ser juzgados y no de sitios específicos. Restaría solamente por saber cuáles podrían ser esos grupos.

Con el fin de abarcar un más amplio panorama acerca de este tema, y tomando en cuenta que los que van a ser juzgados en este gran trono blanco son seres incorpóreos, (como el rico en el hades). No tendría sentido pensar que el mar entregara los muertos que había en él, ya que esto daría lugar para pensar (aparte que el mar ya no existe para ese momento), que podría haber alguna relación entre la materia del antiguo cuerpo ya desecho, de los que murieron en el mar, bien sea ahogados, o que fueron comidos por la fauna marina, o los que fueron cremados y sus cenizas esparcidas en esas aguas.

La misma escritura niega este proceso, ya que antes que se efectúe este juicio ya la tierra que Dios maldijo, el mar, y los cielos, con todos esos satélites y plataformas espaciales construidas por el hombre, huyeron de la presencia de Dios. Así que la escritura no apoya la restitución o aprovechamiento de esa supuesta materia corporal para esos muertos, a fin de poder presentarse ante Dios para ser juzgados. Además aunque eso fuera cierto, Dios no necesitaría de ningún elemento de este mundo.

Como Tampoco podemos pensar que para revestir de un cuerpo celestial a los que son de Cristo, Dios que es el creador de la materia, necesite algún elemento del antiguo cuerpo de pecado, para revestir a sus hijos de un cuerpo de gloria semejante al de su hijo.

No lo necesita, primero porque él es el creador de la materia, segundo, porque este nuevo cuerpo siendo celestial procede del cielo; y tercero, Dios no tomaría ningún elemento de esta tierra, que él maldijo por causa del hombre en Génesis 3:17, para revestirnos de un cuerpo semejante al de la gloria de su Hijo, Filipenses 3:21.

Luego si nuestro cuerpo es a semejanza de su hijo, nos preguntamos: ¿No vino acaso Jesús desde el cielo engendrado del Espíritu Santo? Pues el nuestro vendrá también de allí. Y no como algunos piensan que esos elementos deshechos de los sepulcros serán utilizados en la resurrección de los muertos.

Retomando la posibilidad de que sean grupos y no sitios lo que se nos quiere dar a entender, de esos "muertos" que se presentarán delante de Dios para ser juzgados. Por la cantidad de muertos que hay en este mundo, con mayor razón debería haber mencionado la tierra, y no el mar (aunque para ese momento tampoco la tierra existe) diciendo: “y la tierra entregó los muertos que habían en él,” ya que el mayor número de cuerpos muertos están en los diversos cementerios de este mundo; en lugar de mencionar los que puedan estar en el mar. En ese pasaje ni siquiera se nombra la tierra, ya que como se dijo para el momento del juicio del gran trono blanco, no existe ni cielo, ni tierra, y mucho menos el mar, porque huyeron de la presencia de Dios, según lo relata Apocalipsis 20:11.

Los que proceden del mar.
Si tomamos en consideración que pudieran ser grupos en lugar de sitios, revisando la historia de la humanidad desde sus orígenes nos encontramos, que hay una parte de ella que pereció en el diluvio. Ellos nunca estuvieron sometidos a la ley de Dios, sino a la de sus conciencias, con la facultad de escoger entre lo bueno y lo malo; como lo enseña en Romanos 2:5 estos podrían ser los que proceden del “mar”; (se podría considerar el mar, como sinónimo de las aguas del diluvio.)

No se está tratando de excusarlos, porque por más de 100 años Noé les avisó del juicio que vendría. Pero en ese tiempo no había antecedente alguno, ni nada escrito, ni ley que los comprometiera con Dios. Solamente el mensaje trasmitido por los padres, por lo cual son un grupo que podrían ser juzgado a parte de los demás, por no estar ellos sujetos ni al pacto que Dios concertó con Abraham, ni al de la ley que Dios le entregó a Moisés. Efectivamente cuando Jesús en espíritu bajó a las partes más bajas de la tierra, en 1Pedro 3:19 dice: que fue a predicarle justamente a este grupo de del tiempo de Noé, que murieron por las aguas del diluvio. A este grupo Dios podría concederle un castigo más tolerable.

Lo que se acaba de afirmar está basado en algunas declaraciones del mismo Señor, que en una de sus sentencias de castigo, él declara algo que nos podría dar a entender la existencia de algunos niveles de castigo en el juicio final. En efecto Jesús menciona esta posibilidad en Mateo 10.15 diciendo: Que el castigo para las ciudades de Sodoma y Gomorra en el día del juicio, sería más tolerable que para aquellas ciudades que no recibieron a los que Él envió. Como también en Mateo11.22 dice: que para Tiro y Sidón el castigo sería más tolerable, que el de Corazín y Betsaida.

Esto no quiere decir que Dios los libera del castigo, sino que podrían estar sujetos a un castigo más tolerable. Incluyendo posiblemente a los que proceden del mar por los motivos expuesto anteriormente; y la razón por la cual Dios separa a este grupo que perecieron por las aguas del diluvio, de los demás muertos que están retenidos por el Hades y la muerte.

Los que proceden del abismo.
Estos podrían ser el grupo de los que se nos habla en Judas 6 diciendo: “Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día.” Estos se humanaron bajando a este mundo, para tener relaciones con las hijas de los hombres; en Génesis 6:2 se los menciona como los hijos de Dios (por pertenecer a los seres creados por un acto directo de él), contaminando así la raza humana, con uniones de seres extraños a nuestra naturaleza.

Este plan satánico, desagradó en gran manera a Dios, que le hizo tomar la decisión de destruir a todo ser viviente sobre la faz de la tierra con el diluvio. Se podría agregar que fueron los causantes de esa destrucción. Solo Noé y su familia fueron hallados "perfectos en sus generaciones," ya que sus mujeres no se contaminaron con estos seres; hallando así gracia ante los ojos de Dios. Salvándose él y sus tres hijos, con sus respectivas esposas. Mientras que a los ángeles (caídos), que no guardaron su dignidad y dejaron su morada natural, asignada por Dios, fueron guardados bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día. Judas 6.

Los procedentes del hades.
Por último los procedentes del hades, éste podría ser el grupo más grande de los tres, por abarcar desde los muertos pos diluvianos, representados por los desobedientes después de Noé; o sea: los que vivieron en las diversas épocas, comenzando con los que estuvieron bajo el pacto que Dios hizo con Abraham, luego bajo la ley dada a Moisés, los que vivieron en este período de la gracia, y por último los que participarían en el reinado milenial de Cristo. Todos por supuesto que en su época murieron en desobediencia, a los preceptos y ordenamiento establecido por Dios en su palabra. Todo ellos por amar más las tinieblas que la luz (que es Cristo) y por no estar inscritos en el libro de la vida (Apocalipsis 20:15)

¿Levantarse despertar o resucitar?
Debemos tener bien claro en nuestra mente, el significado que Dios quiere transmitirnos, al hablar de algo que desconocemos, por no pertenecer nosotros a esa dimensión; cuando dice: se levantarán o despertarán los muertos. Es fácil para nosotros, confundir se levantarán, o despertarán, con resucitarán. Los dos primeros verbos implican una acción, bien sea de levantarse o de trasladarse de un sitio específico para otro, o despertarse de una situación a otra. Mientras que, resucitar es  ser revestido de un nuevo cuerpo, el cual esté facultado para relacionarse tanto con  lo físico de este mundo, creado por Dios, como a la vez con ese universo de seres celestiales de las moradas  eternas.

Resumiendo tenemos que, la resurrección implica ser revestido de un nuevo cuerpo de gloria, ya que la vida del alma continúa aún después de abandonar el cuerpo. Por tal razón hay que entenderla como la reconquista del cuerpo; el mismo Señor así lo enseñó, al decir: yo soy la Resurrección y la vida. Pudiendo así diferenciar, entre la vida que él da al que cree en él, adoptándolo como hijo de Dios, y la resurrección de la cual es partícipe al creer. Revistiéndolo luego de un nuevo cuerpo, tanto para los que ya partieron con el Señor, como para los que aún vivan. Como dice en filipenses 3:21, “La transformación de nuestro cuerpo mortal en un cuerpo glorioso semejante al de su gloria.” La gloria de Cristo.

El ejemplo indiscutible.
Para poder tener una idea más clara de esta diferencia, podemos analizar el ejemplo de la muerte y resurrección de Jesucristo. Estando su cuerpo en la tumba después de su muerte, la palabra nos revela, que en espíritu fue y le predicó a los que estaban cautivos en el Hades. Como dice en 1 Pedro 3:19: “Pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho fueron salvadas por medio del agua.” (Sinónimo como ya vimos del mar).

De esto aprendemos que Jesús sin el cuerpo, (el cual yacía en la tumba) fue y se comunicó con ese grupo de espíritus, anti diluvianos que estaban en el Hades. También aprendemos que allí estaban, aunque separados por una gran sima los fieles, que pertenecían al seno de Abraham, esperando ellos el día cuando serían redimidos de ese sitio por su Dios y Señor; cuyo grupo Cristo trasladó a otro lugar.

Así que, todos los fieles a Dios que estaban en el Hades, comenzando desde Abel que fue el primer ocupante de ese lugar, hasta el ladrón de la cruz, fueron levantados, para ser trasladados a ese nuevo lugar de descanso que Jesús conquistó con su muerte. (Posiblemente a ese lugar que le prometió al ladrón diciéndole: que desde ese mismo día estaría con él en el paraíso). Como dice en Efesios 4:8 “Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres”. Este traslado aconteció estando todos ellos despojados de sus cuerpos. Como se puede apreciar, ellos no necesitaron ser revestidos, resucitar, (o de recibir un cuerpo) para ser trasladado a ese otro lugar. En el hades desde ese momento del traslado quedaron solamente los muertos que nunca obedecieron a Dios, ni confiaron en el sacrificio expiatorio de Jesús.

Tomando como ejemplo ese traslado, podemos hacer la pregunta: ¿Necesitarán los muertos (los impíos) ser revestidos de un cuerpo, para presentarse delante del gran trono blanco, para luego pasar al castigo eterno? Es obvio que no.

Jesucristo luego de derrotar el pecado con su muerte, y estando en espíritu en esa dimensión invisible y desconocida para nosotros los humanos, se dedicó a las tareas pre determinadas en su plan de vencedor. Con la autoridad y dominio recién adquiridos, rescató a los que confiaron en él; que hasta ese momento estaban  cautivos en el Hades, proporcionándole un mejor lugar de espera. Luego se revistió nuevamente de su cuerpo, para volver a contactar con este mundo donde él vivió; con los suyos, los que le amaban, sus amigos, los discípulos, e invitándolos a que palparan su cuerpo, para poder constatar lo tangible que él era. Dándole así a conocer ese maravilloso cuerpo de gloria que en el futuro ellos también tendrían. Esto es lo que debemos entender como resurrección.

De la anterior explicación, aprendemos que así como los fieles a Dios, inscritos en el libro de la vida no necesitaron de un cuerpo para ser trasladados del Hades a su nueva morada, se puede deducir que tampoco lo necesitarán los que no están inscritos en el libro de la vida, para levantarse y trasladarse de esos sitios, y comparecer delante de Dios, en ese tribunal del gran trono blanco para ser juzgados.

Mientras no se le dé, el justo significado al acto de resucitar, y a la palabra resurrección, que es: Ser revestidos de un nuevo cuerpo para tener contacto físico con el cosmos, siempre estaremos propensos a confundirnos. Además que en el juicio del gran trono blanco en Apocalipsis 20:13, no se hace mención alguna de resurrección sino de entrega, desde esos "lugares" donde estaban, en espera de ese día del juicio. Lo más importante de todo esto es la afirmación del Señor, la cual es una promesa del Padre, en Juan 6.39-40 que dice: “y esta es la voluntad del Padre el que me envió: que de todo lo que me diere, no pierda yo nadie, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitare en el día postrero.”

Es interesante notar lo que Pedro afirma en el libro de los hechos que al resucitar, el Señor no se manifestó a todos, sino a los que habían confiado y creído en Él. No satisfizo la incredulidad de los que querían verlo por curiosidad, se mostró solamente a los que le amaron y lloraron por su muerte, para llevarle consolación y confianza. Pedro en Hechos 10:40 lo afirma diciendo: “A este levantó Dios al tercer día e hizo que se manifestase; no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con Él después que resucitó de los muertos. Y más de quinientos presenciaron cuando se iba hacia arriba en el cielo.

Ciudadanos del cielo.
Es importante también entender, que los que somos de la fe de Jesucristo, no somos iguales a los que son de la descendencia de Abraham, por cuanto nuestra ciudadanía y herencia está en los cielos como se lee en Filipenses 3.20-21 “Más nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos al salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suyo.”

Como también lo afirma otro pasaje bíblico que dice: “Que nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos. Para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios, mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1Pedro1.3-5) Nosotros somos además la iglesia la esposa de Jesucristo, por tanto, somos una sola cosa con Dios, como él lo es con el Padre. Así lo determina el mismo Jesús en la oración sacerdotal de Juan17.

Mientras los que son de la descendencia de Abraham, son los herederos de la tierra que en su tiempo, Dios le prometió al patriarca y a sus descendientes diciendo: Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán, en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos (Génesis17:8). Esta profecía se cumplirá en dos partes, la primera iniciará para Israel con el milenio. Para que se cumpla lo prometido por Dios a su amigo, en darle a su descendencia “toda la tierra de Canaán”. La segunda parte de la profecía que dice: “en heredad perpetua” se cumplirá con la nueva creación de un cielo y tierra nueva después del milenio. Ya que la actual como dice el apóstol en 2 Pedro 3.10 los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.

Debido a que unos tendrán una herencia en los cielos, y otros heredarán esa nueva creación, se puede deducir por lo que enseña el Apóstol Pablo en 1° Corintios15:38 y 40 que, aunque todos tendrán un cuerpo glorificado puede ser, que exista alguna diferencia entre unos y otros, por lo que él puntualiza diciendo:” Pero Dios le da el cuerpo como él quiso a cada semilla su propio cuerpo (refiriéndose a cada grupo de semillas). Luego el versículo 40 aclara hablando de los que resucitarán diciendo: Y Hay Cuerpos celestiales y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales y otra la de los terrenales.” Con esta enseñanza, la palabra de Dios, hace una diferencia entre los herederos de los cielos, con cuerpos celestiales y los herederos de la nueva creación con cuerpos terrenales. Además si decimos que los creyentes somos la esposa del Señor, está por demás decir que tendremos el mismo cuerpo de gloria.

Una promesa de vida eterna, antes de morir.
Regresando al tema de la resurrección, todas las almas cuyos cuerpos han experimentado la muerte, como ya vimos, sus almas siguen viviendo en un estado de plena conciencia; sea de su pasado, su situación actual y la del futuro. Cuando Jesús murió, mataron su cuerpo, pero pocos momentos antes de morir, a uno de los ladrones que estaban en la misma situación, le dijo: Hoy estarás conmigo en el paraíso, Lucas 23:43. Esta promesa se la hizo consciente que la muerte del cuerpo no era la extinción del alma, estaba seguro que seguiría viviendo. Y además estaba seguro que podía cumplir lo que le había prometido a él. Como también otras tareas ya programadas de antemano en el Hades, dándole libertad a los suyos que estaban allí presos y el traslado de ellos a un lugar más alto.

  Esta promesa se la hizo, al ladrón que confesó ser pecador y merecedor de esa muerte. Ése infractor de la ley de Moisés, estando en esa penosa situación y al borde de la muerte, confesó que él era un malhechor, y merecedor de ese castigo, como pago de los delitos que cometió; y luego le pide a Jesús que se acordara de él al establecer su reino.

Es inconcebible que por sí mismo este ladrón, que estaba como Jesús al borde de la muerte, pudiera pedirle al Señor que se acordara de su persona al establecer su reino. ¿Cuál reino si tanto Jesús como él estaban a punto de morir? ¿Cómo pudo este ladrón ver más allá de la muerte, y que ese Jesús que estaba como él al borde de la muerte vendría de nuevo para establecer su reino? Luego, estar seguro que él tenía la facultad y poder de acordarse de su persona, y de poder resucitarlo para disfrutar de su reino. Esto solamente es posible cuando recibimos esa fe que no ve barreras, que solo Dios puede dar para ser salvo. La cual nos hace ver por fe, una mejor vida en el más allá. Espíritu que nos hace nuevas criaturas, nos hace creer en el autor de la vida, y que hay vida eterna después de la muerte.

Por otra parte, si el Señor estaba a punto de morir, ¿cómo podía prometer tal cosa, si no iba a estar seguro de seguir con vida ese mismo día? Para poderle prometer diciendo: Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Él no le prometió algo después de su resurrección, sino en ese lapso de tiempo que estaría en esa dimensión desconocida para nosotros. Luego la escritura nos revela lo que él hizo, en ese sitio del Hades, donde se encuentran los que dejaron este mundo y están separados de sus cuerpos. El señor en su Espíritu, con sus facultades, y su poder de acción conquistados con su muerte en la cruz, ya tenía autoridad legal para penetrar ahora en el Hades. El cual hasta ese momento era el reino de los despojados de sus cuerpos, tanto de los malos como de los fieles a Dios. A fin de rescatar aquellos cautivos que confiaron en él; la palabra nos revela que, Él actuó aun estando muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; ya que le predicó a los que estaban en el Hades.

La tradición a veces distorsiona la realidad.
Debemos tomar en cuenta, otro detalle muy importante de este tema de la resurrección que es lo siguiente: La tradición nos ha venido enseñando desde hace tiempo, que al venir Jesús por los suyos en el arrebatamiento, los sepulcros de este mundo se abrirán, para que los cuerpos que están en ellos salgan para reunirse con sus almas, y con el Señor. Probablemente esto se debe a que tomaron como ejemplo el caso del Señor, que retomó su mismo cuerpo que estaba en el sepulcro al resucitar.

Nada más incierto, primero, como ya se dijo anteriormente, porque Dios no necesita ninguno de los elementos del antiguo cuerpo, ni de esta tierra que el mismo maldijo en Génesis 3:17, para revestirnos con el mismo cuerpo de gloria de su hijo Jesucristo. Segundo, porque el cuerpo que recibiremos será un cuerpo celestial, muy diferente del perecedero que tuvimos; o que actualmente tenemos, el cual pertenece al polvo de esta tierra del cual fuimos formados. Tercero, porque el cuerpo de Jesús como sabemos no era terrenal, él vino del cielo sin pecado y fue engendrado por voluntad del Espíritu Santo, y no por voluntad de hombre ni de sangre.

Alguien podrá decir: ¿y porque Cristo retomó su cuerpo? ¿No acontecerá lo mismo con nosotros? Pues no, por varias razones muy lógicas y con fundamento  bíblico que son: Primero, aunque Jesús nació de mujer como cualquier humano, para adquirir nuestra forma y naturaleza, para poder luchar y vencer como hombre al pecado; su concepción fue por obra y gracia del Espíritu Santo, y él mismo lo dijo que había descendido del cielo. Por lo cual él nació sin pecado y no por voluntad humana, sino engendrado por Dios, por tanto era y es su Santo Hijo Lucas 1:35.

Segundo, porque al no conocer pecado, la muerte, que entró en el mundo por el pecado; no podía retener su cuerpo, ni que éste viera corrupción porque Él no pecó. Como dice el salmo 16:10 Porque no dejará mi alma en el sepulcro; ni permitirá que tu santo vea corrupción. Por esa razón es que él volvió a tomar su mismo cuerpo. Él lo dijo muy claramente en una de sus enseñanzas, cuando afirmó: Que su vida nadie se la quitaba, que él de sí mismo la ponía, teniendo poder para ponerla, y poder para volverla a tomar Juan10:18.

No así con el nuestro, que es un cuerpo formado del polvo de la tierra, por tanto terrenal y nacido en pecado, por cuando la primera pareja no obedeció a Dios. El cual volverá al polvo de la tierra de donde fue tomado. Razón por la cual nuestra alma será revestida de un cuerpo, ya no terrenal con elementos del polvo de esta tierra, sino celestial (que pertenece y viene del cielo) a la semejanza del que tiene Jesucristo que descendió del cielo.

Renacidos para juzgar al mundo.                                                         Haciendo un resumen de lo visto hasta el momento, diríamos lo siguiente: Los perdidos, según lo revelado al profeta Daniel, se levantarán  juzgado por sus obras (y sabemos, que ninguna obra, buena o mala son válidas para la salvación). Y por no reconocer a Jesucristo en su vida, y no estar inscrito en el libro de la vida serán condenados.

Cabe preguntar, ¿dónde estarán los salvos mientras se realiza el juicio del gran trono blanco? Ellos no serán juzgados en ese juicio, porque ya lo fueron en el tribunal de Cristo, y no para juicio sino para obtener el correspondiente galardón, por las obras realizadas en esta vida (El galardón es un complemento a la salvación).  El Señor le reveló a Juan en Apocalipsis 22.12 “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.” Así que, los creyentes estaremos en el juicio del gran trono blanco posiblemente como parte del jurado, ya que el apóstol Pablo les dijo a los corintios: “¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar asuntos pequeños? ¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?” 1Corintios 6.2-3 Por supuesto se refiere a esos ángeles que se rebelaron en contra de Dios, uniéndose al plan de Satanás.

El arrebatamiento.
El arrebatamiento (conocido entre los creyentes como el rapto) será como lo explica el apóstol Pablo, una muerte y resurrección o transformación instantánea para los que viven en ese momento; los escogidos que ya murieron, juntamente con los que estemos en vida seremos revestidos con ese cuerpo glorioso semejante al de Cristo. Como dice la palabra: “No todos moriremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se vista de inmortalidad”. (1Corintios15.51-53)

Este acontecimiento, será para la iglesia, para los creyentes cuya fe, está fundada sobre la piedra principal que es Jesucristo, y sobre el fundamento de los apóstoles. Somos un grupo que tampoco pertenecemos a la primera resurrección. En este arrebatamiento, no están incluidos los hijos de Abraham, exceptuando por supuesto aquellos que aceptaron a Jesucristo como su salvador y Dios, sino solamente los que pertenecen a la iglesia la esposa de Cordero.

El orden establecido para la resurrección.
La declaración bíblica, “esta es la primera resurrección” en Apocalipsis 20.5, de por si da a entender que por lo menos habrá otra. Hay algunos creyentes que creen que solamente hay una, omitiendo así todo el plan de la tribulación, milenio etc. Si así fuera se tendría que esperar a todos los que mueran durante esos dos períodos mencionados. Pero no es así, hay que partir del hecho que Cristo es la resurrección, y   la otorga al que quiere y en la oportunidad que lo tiene establecido en su plan divino.

 Como también hay quienes creen que hay cuatro resurrecciones. En este estudio nos atenemos a lo que nos informa el apóstol Pablo, el cual menciona un orden y un número de tres.

Según la palabra de Dios, los que serán revestidos (o resuciten) tendrán el siguiente orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo en su venida. Luego el fin, cuando entregue el Reino a Dios el Padre. 1 Corintios 15.23-24. Aunque hay quienes dicen que hay cuatro resurrecciones esta exposición como se mencionó, se tratarán tres. Seguramente los que afirman que hay cuatro, es porque separan la de Jesucristo, de la resurrección de los creyentes cuando él venga con los que murieron, y se produzca el arrebatamiento.

Los que así piensan, no toman en cuenta que para Dios nosotros somos una sola cosa con Cristo y estamos incluido dentro de la primera parte de ese orden de 1 Corintios 15.23 Cristo las primicias. Así lo da a entender el Espíritu por el apóstol Pablo cuando en Efesios 2.6 dice: “Y juntamente con él (Cristo) nos resucitó, (verbo en tiempo pasado) y asimismo nos hizo sentar en lugares celestiales con Cristo Jesús.” Claro que esto, para nosotros, solo se realizará cuando el Señor venga por su iglesia, pero entendamos, que Dios lo ve como un hecho cumplido; ya que él ve las cosas que para nosotros no son, como las que son. Por sus atributos él llama las cosas que no son, como si fuesen. Romanos 4.17 

Desde que nacemos de nuevo somos una sola cosa con Jesús, así se lo pidió él al Padre en Juan17.21 cuando dijo: “Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros”. Así siendo una sola cosa con él, el Espíritu lo confirma empleando el verbo en pasado y no en futuro cuando dice, que nos resucitó juntamente con él. Con esto, está claro que estamos incluidos en su resurrección. Así que analizaremos esta declaración bíblica en tres partes del orden ya establecido: 1) Cristo Las Primicias. 2) Los que son de Cristo en su venida. 3) Y luego el fin.

En los cuales el primer orden corresponde a los que actualmente, y para Dios ya hemos resucitados con Él. Para nosotros esto se realizará en el arrebatamiento. Fijémonos detenidamente que los muertos en Cristo que resucitarán primero, y son transformados al ser levantada la iglesia, no se mencionan en el orden establecido en la palabra. Esto es, porqué forman parte de lo que la palabra explica en Efesios 2.6, que ya han resucitado con Cristo.

 El segundo orden corresponde a “los que son de Cristo en su venida”, siete años después de del arrebatamiento. Al regreso de Jesús a esta tierra, el cual está bien claro y confirmado en Apocalipsis 20.4 considerándolo el Espíritu de Dios, como la primera resurrección para Israel y el mundo, ya que la de los creyente fue en un abrir y cerrar de ojos de los cuales nadie pudo percibir ese evento.

El tercero y último de este orden establecido por Dios, “luego el fin”, se realizará al final del milenio cuando resucitarán, los que murieron durante el milenio aferrándose a la fe puesta en Jesucristo como su salvador. Como también se levantarán todos los demás muertos desobedientes de las diferentes edades. A continuación los detalles y comentarios de estos tres órdenes.           

Cristo las primicias.
Él es el Alfa y la Omega, el primero y el último, toda experiencia y primacía le pertenecen a él. Inclusive los dolores del abandono del Padre en su muerte, Él fue el primero en sufrirlos; cosa que por su gracia nosotros nunca pasaremos por esa experiencia. Por supuesto Él es también primicia de la resurrección, en efecto es el primero en resucitar de entre los muertos en forma permanente, y estar en los cielos con su cuerpo de gloria. Siendo el primer especímen o modelo humano que abrió el camino en traspasar gloriosamente las puertas eternas de los cielos para que entrara el Rey de la gloria. Como lo refiere el Salmo 24.

 Pero no solamente eso, sino que los que creemos en Él, por la fe, también hemos resucitado, como lo afirma en Efesios 2:6 que dice: Juntamente con Él nos resucito, y así mismo nos hizo sentar en lugares celestiales con Cristo Jesús.

Es muy importante tomar en cuenta esta afirmación de la resurrección, ya que es parte de un todo que ha de cumplirse en el momento del arrebatamiento. Donde se harán una realidad, las promesas de salvación, resurrección, y acceso a ese lugar preparado y reservado en los cielos para nosotros. Tal como lo dice en 1° Pedro1.4

Esto de que ya hemos resucitado es un tanto difícil para alguno de poderlo asimilar, ya que ningún cambio se ha producido en nuestra vida, desde que creímos en el Señor. Pero al compararlo con la seguridad que da el Espíritu de Dios a nuestro espíritu, de que somos salvos y tenemos vida eterna en él. Nos damos cuenta que en nosotros hay algo que nos mantiene en la esperanza, y eso se llama fe, que no proviene de nosotros, sino que es un don de Dios. Con esa misma fe debemos creer y estar seguro, que ya Dios nos resucitó y nos tiene sentados en lugares celestiales. Primeramente porque su palabra lo dice y segundo porque “la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve,” Hebreos 11:1. También en Romanos 4:17 dice:… “Que Dios da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen”.

Seguramente surge la pregunta: ¿si la palabra de Dios dice que al creer en Jesús tenemos vida eterna, y que ya hemos resucitado con Cristo?, ¿Por qué se nos habla de una futura resurrección a efectuarse cuando él venga por la iglesia? La respuesta es: Porque así como nuestra salvación es un hecho consumado, del mismo modo lo es nuestra resurrección.

Comparemos esta situación con lo siguiente: David para Dios era Rey de Israel desde el momento que Samuel le ungió, pero no fue sino después de muchos años que le coronaron como rey. Lo mismo acontece con Jesucristo, siendo Él Rey de reyes, todavía no está reinando, pero todo se cumplirá a su debido tiempo, cuando le aclamará una gran multitud en el cielo. Como dice en Apocalipsis 19.6: “Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!” ¿Acaso, porqué Jesucristo no está reinando todavía, no es el Rey de reyes? así acontece con nosotros, solo falta el momento cuando se realizará el anhelado día de la redención de los escogidos; para que se manifieste lo que realmente somos.

Como ya se ha explicado, la resurrección para el creyente debe ser entendida, como el ser revestido de un cuerpo de gloria, bien sea que estemos separados del cuerpo, o sigamos con vida. Como lo afirma la palabra, por el apóstol Pablo en Romanos 8.23 que dice: “gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo, porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?” Es por esa fe que nos fue dada que hemos sido salvo, y con esa misma fe, aceptamos que hemos resucitado con Cristo. Entonces ¿en cuál de los tres órdenes del plan de resurrección estamos nosotros los creyentes? La respuesta es simple: Si hemos resucitado juntamente con Cristo; nosotros formamos parte del grupo de la primera parte del orden establecido, o sea: La de Cristo las Primicias.

Llama la atención que no lo menciona en singular sino en plural, seguramente porque esta primera parte, se refiere a que no es solamente de Cristo sino que incluye también a los que el compró con su sangre. (Aunque hay quienes afirman que en el griego no existe el plural) Hay que tener presente en todo momento la estrecha relación que nos une al Señor.

Antes de su muerte en la oración sacerdotal en Juan 17.21 Jesús dice: “Para que todos sean uno; como tú, Oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ello y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, Y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. Padre, aquellos que me has dado quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo”. Las dos afirmaciones, ellos sean uno en nosotros y la otra, también ellos estén conmigo, de por sí, explican que si somos de él, por fe hemos resucitado con él y estamos donde él está, es solo cuestión de tiempo y paciencia, para que todo se realice.

Concluiríamos añadiendo, que esta resurrección de Cristo las primicias; está condicionada a su iglesia, y con el rapto se completa el número de los que estarán siempre con el Señor. Este grupo que forma la iglesia, tendrá el mismo cuerpo de gloria de Jesucristo y su número será invariable. Hay que agregar que este grupo que forma la iglesia, la esposa del cordero, abarca desde sus primeros discípulos, hasta el último elegido, que creerá antes del arrebatamiento. No están en este grupo los hijos de Abraham (que no hayan aceptado a Jesucristo), ni los que están debajo del altar en Apocalipsis 6, ni los mártires de la gran tribulación.

Los que son de Cristo en su venida, segundo orden de la resurrección.
Posiblemente, algunos no separan adecuadamente la aparición del Señor en el aire para arrebatar a la iglesia, del otro evento de su regreso a este mundo en su segunda venida. La cual, según la palabra será en forma visible, donde todo ojo le verá. Esto dará da lugar para interpretar en forma errónea algunos pasajes y enseñanzas de la palabra de Dios. Al desarrollar este tema de “los que son de Cristo en su venida”, debemos tener bien claro en nuestra mente, que para el momento del regreso de Jesucristo a este mundo; nosotros los creyente con anterioridad habremos sido arrebatados, revestidos. En el cielo habremos sido juzgados en el tribunal de Cristo como dice en 2Corintios 5.10, presenciado su coronación, y participado de las bodas del Cordero. Solo después que todo esto se efectúe será su regreso a este mundo, y nosotros por supuesto vendremos con él como la esposa. Lea Apocalipsis 19:11.

Entonces cabe preguntar: ¿si nosotros pertenecemos al grupo de “Cristo las primicias” (la iglesia), quienes son estos que resucitarán “en su segunda venida”? Para entender adecuadamente esta parte debemos regresar a ese momento, cuando Jesús estaba impartiendo sus últimas enseñanzas a los discípulos y entre otras cosas les dijo: “que ya no los llamaría más siervos”. A ese grupo de discípulos, y a todos los israelitas que en el futuro creyeran en él, ya no los llamaría más siervos. Juan 15.15, Esto se debe, a que pasarían, de siervos que eran, (por ser descendientes de Abraham) a ser hechos hijos de Dios por el nuevo nacimiento.

 Así lo afirma el apóstol Juan que dice: “Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” Juan 1.12. Al Ser hechos hijos y al enseñarnos a dirigirnos en oración a Dios, llamándole Padre nuestro, ratifica nuestra indubitable posición de hijos de Dios. Mientras los israelitas su pueblo, que le rechazaron, siguen aún siendo siervos de Dios, como también lo eran los discípulos hasta el momento que Jesús les dijo: "Ya no os llamare más siervos".

Por supuesto que algunos podrán pensar, ¿Cómo es eso que no los llamaría más siervos si la escritura en algunos pasajes, sea Pablo como Juan, expresan que son siervo de Jesucristo”? Es fácil confundir lo que Pablo o Juan Puedan decir de sí mismo, autodenominándose humildemente como siervos, con la declaración de Jesús que no los llamaría más siervos. Luego de esta afirmación, si en lo sucesivo el Espíritu Santo llamara siervo a algún hebreo que creyó en Jesús, estaría contradiciendo lo que Jesucristo dijo, y desconociendo la posición de hijos de todos los que creen en él.

Para Dios, el pueblo de Israel siempre fue su siervo y sigue siéndolo aún hoy día. Isaías dice: “Pero tu Israel, siervo mío eres; tu Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham. Mi amigo. Porque te tomé de los confines de la tierra y te dije: Mi siervo eres tú; te escogí, y no te deseche”. Isaías 41.8-9.

Toda esta explicación es necesaria, para poder entender con exactitud la afirmación: “los que son de Cristo en su venida.” el segundo grupo del orden, Y quiénes son los que resucitarán en esta segunda parte del orden establecido para la resurrección. Ahora que sabemos que los creyentes somos hijos, y los Israelitas son siervos, podemos continuar para saber quiénes son los que pertenecen a este grupo.

Al leer Apocalipsis 6:9,11 que dice: “Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían muerto por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaron a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Entonces se les dio vestidura blanca y se les dijo que descansaran todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos que también habían de ser muertos como ellos.”
 
Del anterior pasaje bíblico, se pueden aprender cosas muy interesantes. De la respuesta que el Señor les dio, a la petición de ser vengados, diciéndole: Que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus "consiervos y hermanos". Podemos Aprender que ellos en su mayoría son siervos de Dios, y pertenecen a la casa de Israel. Luego al decirle que faltaban otros siervos y hermanos   que tenían que morir por la misma causa para completar un determinado número; y teniendo en cuenta que Juan, se encuentra por el Espíritu en “el día del Señor”. Es de suponer, que los que componen la iglesia ya están en el cielo.

Por supuesto, si la iglesia está en el cielo y ellos están debajo del altar quiere decir que no pertenecen a la iglesia. Porqué a ellos se les dice que tiene que descansar todavía un poco hasta que otro grupo muriera por el testimonio de Jesús y la palabra, los cuales son los de Apocalipsis 20.4.  Ellos tienen que esperar hasta que termine ese período, de la gran tribulación, para que pueda completarse el número de ese grupo para que ambos como uno solo,   resuciten al regreso del Señor a este mundo. Es lógico pensar que ellos tampoco pertenecen a la esposa del cordero.

Aclarando algo más sobre lo expuesto anteriormente se dirá lo siguiente: Se puede entender fácilmente, por la preposición inseparable “con”, en la palabra consiervo, que ese grupo debajo del altar eran siervos. Luego que tendrían que morir otro determinado número de siervos antes de ser vengados, y esto alude a la muerte de israelitas. Junto a estos, morirían también unos "hermanos" que como ellos sufrirían una muerte violenta. Pero ¿quiénes son estos hermanos que tendrán que ser muertos juntos a los consiervos? Algunos piensan que se refiere a los descendientes de Ismael, Esaú etc. Que también son hijos de Abraham y hermanos de Israel.

No se descarta que ellos también puedan estar incluido en el grupo de esos hermanos, sin embargo debemos extenderlo incluyendo también a todo el pueblo gentil. La Biblia textual; es más explícita y dice: “Hasta que se completara, por una parte el número de sus consiervos, y por otra el de sus hermanos que iban a ser asesinados también como ellos.” Como dijo también el apóstol Pedro: “En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia”. Hechos10:34 Así que, todos aquellos que temen a Dios y hacen justicia, llegan a ser hermanos del pueblo de Israel, independientemente de su raza o descendencia, ya que todos venimos de Adán.

Concluimos diciendo que estos dos grupos de consiervos y hermanos comprenden tanto a los israelitas por una parte, como el ismaelita y gentiles por la otra. Pero puntualmente se refiere, a todos aquellos que darán sus vidas por causa de la palabra de Dios y por el testimonio de Jesús. Esto acontecerá durante esa gran tribulación que vendrá en este mundo. En Apocalipsis 20.4 La palabra lo aclara, porque en ese tiempo tanto los Israelitas, como los ismaelitas, y gentiles, que no se sujeten al dictador diabólico serán asesinados; mientras dure esa gran agonía que azotará la humanidad, por no someterse a las arbitrariedades del anticristo y el falso profeta.

En ese tiempo muchos, bien sea por tener algún conocimiento de anteriores enseñanzas bíblicas o por la fortaleza que le será dada por algunas ayuda de lo alto, como por la advertencia de los dos profetas enviados por Dios (Enoc y Elías que todavía no han muerto) que estarán actuando en ese tiempo de gran angustia, entenderán que sujetarse a las exigencias del anticristo es el camino de la muerte espiritual, por eso preferirán buscar la vida en Jesucristo aunque esto signifique la muerte física.

Es aquí donde se quiere llamar a reflexión, a algunos creyentes que andan desordenadamente en los caminos del Señor, aferrándose al hecho de que son escogidos, y que de una u otra manera Dios le dará entrada en su reino. Estos son creyentes que frecuentan las iglesias, sin fruto alguno del espíritu, estos son: aquellos creyentes que como dice en Corintios 3.15 que sus obras se quemaron, y sufrieron pérdida, si bien serán salvos, así como por fuego.

Como Dios no puede ser burlado, este grupo debería tomar en cuenta las diferentes advertencias de la palabra de Dios que nos insta a amarle y servirle con acatamiento. Una de estas advertencias se encuentra en 1de Juan 2:28 que dice: “Hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, no nos alejemos de él avergonzados. Algunos de los que están en esta situación de descuido espiritual serán alejados (alejados quiere decir distanciados) tendrán que esperar los siete años de la tribulación antes que el Señor regrese a este mundo. (Recuerde el fornicario de Corintios el cual se ordenó que fuera entregado a Satanás para castigo de la carne). Ellos no participarán del arrebatamiento, ni formarán parte de la esposa de Cristo, y consecuentemente su galardón no será completo, como dice en II de Juan 8 Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo.

Resumiendo, estos que serán asesinados en ese período de la gran tribulación por el testimonio de Jesús, junto a las almas que están debajo del altar en Apocalipsis 6, ellos resucitarán al regresar Jesús a este mundo, al efectuarse la primera resurrección; ellos como dice la misma palabra reinarán con Cristo durante el milenio.  

La salvación de Israel por la mano de Dios.
 Antes de seguir adelante es bueno aclarar (aunque esto no es parte del tema) que antes del regreso de Jesús a este mundo, cuando todos podrán verle; al posar sus pies en el monte de los Olivos. En ese tiempo habrá una actuación extraordinaria  de parte de Dios, para librar a Jerusalén del  asedio de todas las naciones que en ese tiempo estarán reunidas alrededor de la ciudad santa; la cual será tomada por sus enemigos. Todo esto será antes de la primera resurrección, y del regreso de Jesús. En ese momento, cuando las naciones estarán a punto de destruir al pueblo de Dios; saldrá el Señor, y peleará con esas naciones allí reunidas dando una gran victoria a su pueblo.

 Este acontecimiento es conocido como la guerra o batalla del Armagedón, que toma su nombre en hebreo, del valle donde se reunirán todas esas naciones. Cuya mortandad será tan grande que estarán recogiendo los huesos por siete meses. Así dice en Ezequiel 39.12 “Y la casa de Israel los estará enterrando por siete meses, para limpiar la tierra”. Dándonos la idea de cómo será esa mortandad. Se hace la aclaratoria de este evento, porque al final del milenio acontecerá algo similar y se podrían confundir las dos guerras.

Los participantes de la primera resurrección.
Por supuesto que aquellos que no guardan la palabra de Dios, y no le aman como él lo merece, (porque Jesús dijo: el que me ama mi palabra guardará). En el tiempo de la gran tribulación, con el anticristo y el falso profeta presente  se sujetarán, y creerán en ellos y le adorarán. Mientras otros aunque en el principio podrán creer debido a la señales que harán, luego se darán cuenta del engaño, y al negarse a obedecer al hombre de pecado, serán sentenciados a muerte y decapitados como dice en Apocalipsis 20:4. Para que luego junto con los que estén debajo del altar, formarán el grupo que participarán de la primera resurrección, y reinarán con Cristo en el milenio.

Aunque estos que mueren de esta manera resucitarán y reinarán con Cristo en el milenio, por lógica no pueden pertenecer al grupo de la esposa del cordero; cuya boda se efectuó en el cielo antes del regreso del Señor y de la primera resurrección. Parte de estos serán los bienaventurados que habitarán con Israel en ese maravilloso cielo y tierra nueva. Heredarán la tierra, morando en las tiendas de Sem, como lo dice la profecía de Noé en Génesis 9.27: Engrandezca Dios a Jafet, (padre de los gentiles) y habite en las tiendas de Sem, Y sea Canaán su siervo. Habitarán
con Israel en esa nueva creación.

Una gran parte de estos que morirán por no sujetarse al anticristo serán gentiles (hermanos) que junto a los israelitas (los consiervos) entregarán sus vidas, en la gran tribulación, resistiéndose, de adorar la imagen de la bestia, prefiriendo la muerte antes que negar a Jesucristo. Así lo aclara Apocalipsis 20:4 que dice: “vi tronos y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar. (Posiblemente la iglesia y los apóstoles) y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni recibieron la marca en su frente ni en su mano; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. BTX3

Es así como los decapitados que murieron por no adorar la bestia ni su imagen durante la gran tribulación, forman el grupo de los consiervos y hermanos que complementan a los que están debajo del altar, estos decapitados murieron por la misma causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios.

Al regresar Jesús a este mundo en su segunda venida, todos ellos resucitarán y reinarán con Él en el Milenio, completándose así la segunda fase del orden de la resurrección revelado al apóstol Pablo: Los que son de Cristo en su venida. (En su regreso corporal, cuando todo ojo le verá)

Es bueno repetir o recordar, algunas de las anteriores explicaciones, para no perder el hilo de los acontecimientos. Primero, nosotros los creyentes no formaremos parte de esta primera resurrección; debido a que nuestra resurrección se efectuó físicamente al venir el Señor en el aire, en el arrebatamiento que se efectuará antes de los acontecimientos de la gran tribulación. Segundo, que nosotros formamos parte del grupo que hemos resucitados juntamente con Cristo, perteneciendo por tanto a Cristo las primicias. Tercero, para el momento del regreso de Jesucristo, nosotros ya habremos sido revestidos con un cuerpo de gloria semejante al de Jesucristo, y pertenecemos al grupo de la esposa del cordero con herencia celestial.

Mientras que los que pertenecen al grupo de los que son de Cristo en su venida, y participen de la primera resurrección, son los que reinarán en el cielo y tierra nueva. Ellos serán revestidos con un cuerpo incorruptible con hermosura terrenal, Así lo describe el apóstol Pablo en 1 Corintios 15:40 cuando dice: “Hay cuerpos celestiales y cuerpos terrenales; pero una es la hermosura de los celestiales y otra la de los terrenales”.

La batalla final, del conflicto de los siglos. 
La siguiente explicación, no pertenece al estudio de la resurrección. Se menciona solamente para unir los acontecimientos del milenio, con la destrucción total de este mundo y la resurrección de todo ser viviente desde el tiempo de Adán, hasta el final de ese período milenial, y para poder desarrollar el tema  del tercer orden establecido para la resurrección en 1 Corintios 15:24. (Luego el fin).

Ahora bien, sabemos por la palabra, que Satanás no podrá actuar durante el reinado de Jesucristo, por un período de mil años. Pero ¿Qué acontecerá después de ese período del milenio, luego del cual será suelto de su prisión? En Apocalipsis 20:9 se nos revela que al ser libre de nuevo planificará su último intento, de destruir al pueblo de Israel y combatir al ungido de Dios; reuniendo a todos los que estuvieron inconformes en el reinado de Jesucristo.

Muchos de ellos debido a la rigidez de la justicia reinante durante el milenio, estarán insatisfechos, pero a su vez imposibilitados para actuar; no lograrán unirse para conspirar en contra del ungido de Dios. Es así que, al estar de nuevo suelto, Satanás se encargará de unirlos con engaño, y se congregarán en los alrededores de Jerusalén para combatirla.

Posiblemente, él tiene una última esperanza de victoria en contra del plan de Dios. Sabemos que con la muerte del Señor Jesucristo, Satanás ya fue vencido. Sin embargo parece ser que todavía hay cosas que dirimir, y posiblemente sea la pertenencia de esta tierra.

Para ese momento de la historia, cuando Jesús establece su reinado, ya él libró y desocupó los cielos de estos seres adversos a la voluntad de su Padre. Lanzando fuera de él, después de una gran batalla, al diablo y sus ángeles (Apocalipsis 12.7-9), librando así los cielos de esos seres diabólicos, para poder darle acceso a la esposa del Cordero. Luego acto seguido, antes de establecer su reino terrenal de paz, el Señor comienza a desocupar también la tierra de esos seres indeseables; lanzando al lago de fuego a dos cómplices del trío satánico, la bestia y el falso profeta. Como  una de las últimas medidas, de ese momento histórico manda a que un ángel ate a Satanás por el tiempo del milenio. Como podemos ver la derrota definitiva de Satanás aún no ha sido concretada en ese período de paz.

Esa es la razón, que al ser desatado de su prisión después del milenio, y estar nuevamente libre para actuar, a fin de demostrar su autoridad sobre este mundo comienza su nueva actuación. Seguramente este nuevo intento se debe, a otra de sus argumentaciones y contiendas con Dios, como en el caso de Job; y Dios en su infinita paciencia y misericordia le concede esta última oportunidad, de reunir a todos los insatisfechos, que deseen romper sus vínculos, con el reinado de Jesucristo. Dios se reirá de ellos, así lo relata el Salmo 2, y por supuesto que Dios lo utilizará para separar el trigo de la cizaña humana. No porque Dios lo necesite a él para saber quién es trigo o cizaña, sino para que ellos mismo se den cuenta de esa enemistad.

Es realmente extraño, que siendo el milenio un reino de paz y justicia, no todos estén satisfechos y acepten este reinado de Jesucristo. Esto nos da entender, que los que no son de Dios, ni en las mejores condiciones de vida, comodidad, justicia, y paz estarán satisfechos. Son rebeldes por naturaleza, ellos abrigarán la vana esperanza de deshacerse de Jesucristo en cualquier momento que se les presente la ocasión.

Los que vivieron con este anhelo, tendrán la oportunidad de rebelarse al finalizar el milenio, al ser suelto Satanás. Así lo afirma el Salmo 2, cuando serán instigados por Satanás diciendo: “¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas. El que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos.”

Así al ser libre de su prisión, con sus argucias, logra engañar y reunir desde los cuatro ángulos de la tierra, una gran multitud como la arena del mar con el fin de intentar esta rebelión final en contra de Jesucristo y la destrucción del pueblo de Israel. Esta gran multitud nunca estuvo de acuerdo con Jesucristo como rey y Señor, y mucho menos por el trauma de ser dominados por una nación tan insignificante como Israel, y cuyas leyes se emanaron desde Jerusalén. El fin satánico de todo esto sería, de ser posible, abortar el cumplimiento de la promesa que Dios le hizo a su siervo Abraham que le entregaría la tierra por heredad. Siendo que esta le fue entregada a él.

Como Dios es perfecto en todo, Él no le iba a prometer a su siervo Abraham y a su descendencia una tierra que él maldijo, y que alguien como Satanás reclamara su derecho de propiedad y dominio. Como le dijo a Jesús en la tentación en Lucas 4 “Todo esto te daré, el poder de estos reinos (de la tierra) y la gloria de ellos, porque a mí me ha sido entregada y a quien quiero la doy. Si tú postrado, me adorares, todos serán tuyos”. Así que, Satanás tiene que ser completamente derrotado, sacado fuera de la lucha, tanto él como su tierra que reclama, y enviado al lago de fuego; para que todo dominio, y potestad antagónica sea suprimida para siempre.

Siguiendo con el relato y cuando tenían rodeada la ciudad de Jerusalén, de Dios descendió fuego del cielo y los consumió, y con eso se da punto final a la tierra, cuyos elementos ardiendo se fundirán. Al ser el diablo una vez más derrotado, es lanzado al lago de fuego para reunirse con la bestia, el falso profeta y todos los que le siguieron. En este momento el cielo y tierra huirán de la presencia de Dios por la eternidad. Apocalipsis 20:11.

Con esto concluye un oscuro capítulo de la historia de este mundo, del verdadero conflicto de los siglos; que tuvo su comienzo en un pasado remoto cuando aún no existía ningún ser humano en este planeta en que vivimos. En ese tiempo Satanás siendo el sello de la perfección, el principal ser de la creación, acabado en hermosura y sabiduría, pensó que podía llegar a ser como Dios, ocupar su puesto y establecer su trono en las alturas y dominarlo todo. Seguramente con sus contrataciones y halagos logró convencer a una parte de los ángeles formando así una rebelión en contra de Dios, dando lugar a que se manifestara por primera vez el pecado.

Desde ese momento ha surgido una lucha, y un conflicto de argumentaciones entre Dios y Satanás. También se puede deducir del hecho que, si Satanás le dice a Jesús que los reinos de este mundo le pertenecen; es porque le han sido dados, y es lógico que al hombre pecar, la tierra le fue concedida junto con la pareja, por ser el hábitat que Dios había preparado para el hombre. Luego comenzaron los argumentos como el que se nos relata en libro de Job y en Isaías 43.3-4 los cuales nos dan una idea de esos conflictos. Sin embargo por su gran amor y misericordia hacia el hombre; sabiendo lo que ahora le acontecería, estando ahora su “obra maestra” como esclavos de Satanás. Para rescatar y reconciliar con él a toda la humanidad, Dios tuvo que pagar el precio de entregar a su Hijo Justo, para morir por los injustos.

Dios en su infinita paciencia, le ha demostrado a Satanás, que sus argumentos son infundados y sin razón. Por cuántos años más permitirá Dios este conflicto no lo sabemos, pero ya han pasado miles o millones de años desde ese comienzo. Pero una cosa es cierta, que con la muerte de Jesucristo y su resurrección, ya podemos ver la luz para un final glorioso, que está próximo en concluir, para todos los que confían en él el sacrificio de Jesucristo. Cuando Cristo haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies, entonces hará nuevas todas las cosas.

De manera que los que como Abraham esperaban la ciudad que tiene los fundamentos cuyo arquitecto y constructor es Dios; ellos recibirán todos juntos un cielo nuevo y una tierra nueva que permanece para siempre. La realización de esa promesa, será al final de los días de existencia de este mundo en que vivimos, cuando también los que reinaron fielmente y gozosos con el Señor, durante el milenio se levantarán para recibir esa herencia incorruptible de un cielo nuevo y tierra nueva.

Así que, al ser destruido este mundo, todo dominio, y potestad, contraria a la voluntad de Dios; todos a la vez recibirán las promesas hechas por Dios a su pueblo de generación en generación; con ese cielo nuevo y tierra nueva. Esta nueva creación andará a la luz de la nueva Jerusalén celestial, la ciudad espiritual, que será para bendición de las naciones que hayan sido salvas; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.  Apocalipsis 21:24.

Luego el fin, El tercer orden.
Se podría pensar que esta afirmación no pertenece al orden establecido para la resurrección, sino como puntualizando que luego terminarían todos los eventos. Pero no puede ser así, ya que quedaría por resolver, dos importantes afirmaciones bíblicas que son: "Esta es la primera resurrección" por una parte, y por la otra “Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años”. Por lo antes expuesto podemos entender, que “luego el fin” nos quiere enseñar, que será el cumplimiento de lo que le fue revelado a Daniel. Donde se levantarán todos los que murieron en las diferentes edades, (incluyendo los que estuvieron con el Señor durante el milenio) como dice en Daniel 12:2 “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua”; estos últimos, para comparecer y ser juzgados, en el juicio final.

En este momento de la historia y debido a que luego en el verso de Apocalipsis 20.11, se nos dice: que el cielo y la tierra huyeron de delante de Dios y que no fue hallado lugar para ellos. Podemos unir este acontecimiento, con lo que afirma el apóstol en 2 Pedro 3:10 que dice: “entonces los cielos pasarán con gran estruendo, los elementos ardiendo serán desechos y la tierra y sus obras que en ella hay, serán quemadas”. Por las anteriores afirmaciones leídas, tenemos que llegar a la conclusión que será el fin de este planeta en que vivimos.

Tomando en cuenta que al terminar el milenio esta tierra será deshecha y ya no habrá más vida en ella, por descender fuego del cielo y fundirse las obras y los elementos de este mundo; es evidente que todos los seres vivientes en ese período morirán. Exceptuando por supuesto los que ya resucitaron, que según lo establecido en Hebreos 9:27 no pueden morir una segunda vez.

Al terminar el reinado milenario de Jesucristo, terminan tanto los días de la humanidad, como de este planeta tierra, y su historia. Si tomamos en cuenta, que al apóstol Juan se le reveló que los otros muertos no volverían a vivir hasta que se cumplieran los mil años; debemos entender que en ese momento habrá un despertar general de todos los que murieron en las diferentes edades. Los que no formaron parte ni de los que resucitaron en el  primer grupo, de Cristo las primicias ni del segundo, los que son de Cristo en su venida, que participaron de la primera resurrección. Estos son los que pertenecen al tercer grupo de, luego el fin, de los que menciona en Apocalipsis 20.5, “Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años”.

En ese tiempo, se cumplirá lo dicho por el ángel al profeta Daniel en el capítulo 12:2 que dice: “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados: unos para vida eterna, otros para vergüenza y confusión perpetua. Y concluye el capítulo diciendo: “En cuanto a ti, tu iras hasta el fin, y reposarás y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días”.

Hay muchas enseñanzas sobre los acontecimientos futuros en este capítulo, pero solo nos limitaremos a lo pertinente al tema que estamos desarrollando. Primeramente se debe resaltar, que ni en el capítulo 12 de Daniel, ni en el capítulo 20 de Apocalipsis después del verso 5, donde nos habla de la primera resurrección, se vuelve a mencionar la palabra Resurrección; sino los verbos: levantar, despertar y volver a vivir.

Así que, todos los que murieron, desde los primeros albores de la raza humana, unidos a los fieles o no al Señor, que murieron durante el milenio, y no formaron parte ni de la iglesia, ni de la primera resurrección; se levantarán como dice en Daniel 12, unos para vida eterna, que serían los que murieron durante el milenio confiando en Jesucristo como el salvador, y otros que no quisieron sujetarse a Él, que se levantarán para vergüenza y confusión perpetua.

Al finalizar el milenio como se explicó acontecerá lo siguiente:
a) Este mundo será destruido por fuego.2Pedro 3:7,10
b) Cristo tendrá la victoria de todos sus enemigos poniéndolos debajo de sus pies, 1Corintios 15.25, 28
c) Satanás será lanzado al lago de fuego. Apocalipsis 20:10

En ese momento de la historia, se cumple lo revelado a Daniel en el capítulo 12:2 que  ya vimos como lo que se revela en Apocalipsis 20:5 que dice: “pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Los fieles que estaban inscritos en el Libro de La Vida, y murieron durante el milenio, despertarán para vida Eterna y serán revestidos con un cuerpo de hermosura terrenal, y los que no fueron hallados inscritos en el libro de la Vida despertarán para ser juzgados en el juicio del gran trono blanco.

Es importante tener en cuenta lo valioso que es, tener la seguridad y la gracia, de estar inscritos en el Libro de La Vida del Cordero, ellos ni son mencionados en el juicio final de la humanidad, porque Cristo pagó el precio de su salvación con su propia sangre el morir en la cruz, y sufriendo los dolores del abandono y de la muerte, por todos los que habrían de ser salvos.

Cristo es el único medio por el cual podemos ser salvos, así la Biblia lo enseña al decir: Que en ningún otro hay Salvación, porque no hay otro nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos (Hechos. 4:12). Y cuando dice que no hay otro nombre bajo el Cielo, excluye toda práctica de adoración religiosa de hombres o mujeres santas, llámese como se llame, tenga el parentesco que tenga, le haya sido revelado lo que se le quiera atribuir, tenga el número de adepto que tenga; ya que en su mayoría todos ellos no dejan de ser mortales sea hombres o mujeres, todos fueron creados por el único y eterno Dios.

Así que solo resta Jesucristo como nuestro Dios y único Redentor, que pagó por nuestro rescate. Dios no ha cedido ese lugar mediador a nadie de este mundo, ni de los que puedan estar cielo, como nos lo revela la escritura que dice: Pues hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo Hombre. 1 Timoteo 2:5. Así que, todo intento de intercesión, adoración y petición fuera de lo establecido por Dios, (que es por medio de su hijo Jesús;) es idolatría y transgresión a la expresa voluntad de Dios para todo viviente.


Aggeo Palumbi abril. 2007 revisado 2015 
Etiquetas: Doctrina para comentarios; aggeop@gmail.com




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