Conozco, oh Dios, que el hombre no
es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos. Jeremias 10:23
En los primeros meses del año 1982 a raíz del retiro de la membrecía por medio de una carta, de varios hermanos y hermanas de la iglesia donde asistíamos, por incompatibilidad de doctrinas y actitudes; Dios puso en el corazón de los hnos. Aggeo Palumbi y Carlos Fushan, el deseo de visitar a estos hermanos, que habían recibido esa carta de retiro, con la finalidad de reunir a esta hermandad de Puerto Ordaz, Edo Bolívar.
Fue así que, después de visitarlos y quedar de común acuerdo, nos reunimos para tener nuestro primer servicio, un domingo en la tarde, con un nutrido grupo de hermanos y hermanas; en el hogar de los esposos Aggeo y Rosa Palumbi, continuando allí las reuniones por un tiempo. Luego de algunas semanas el dueño del supermercado Santo Tome de Castillito, nos facilitó ocupar un local que tenían disponible al lado del supermercado, sin costo alguno para nosotros; con el acuerdo verbal que sería: Hasta tanto que ellos lo necesitaran para un proyecto de ampliación que estaban desarrollando. Así que acondicionamos el local para tal fin, compramos 60 sillas, como también un órgano, en Casa Verdi, para poder reunirnos en ese lugar. Más tarde mandamos a fabricar unos bancos de madera.
El primer servicio en este nuevo local, lo tuvimos el día 18 de Julio de 1982 a las 10 a.m. (este fue nuestro segundo sitio de reunión) Con una asistencia total de 55 almas, predicando en esa oportunidad tanto en la mañana como en la tarde, el hno. Guillermo Stepp misionero de las Asambleas de Dios. (Ya con el Señor)
Estábamos conscientes que ese lugar era provisional, así que comenzamos a buscar un terreno, para construir en el futuro un local propio, el hno. Aggeo consiguió uno de 504 metros cuadrados, diagonal a la universidad experimental abierta en Chilemex, propiedad del Sr. Humberto Mare. Este colindaba con la residencia del dueño de un comercio de instrumentos musicales “Casa Verdi”, que, para esa fecha teníamos con él buenas relaciones comerciales, ya que le habíamos comprado algunos instrumentos para formar una pequeña orquestra.
El 18 de agosto de 1983 dimos la inicial para adquirir el citado terreno,
para cancelar el resto en el lapso de 60 días, o cuando estuviera listo el
documento, legal de nuestra asociación.
Tuvimos que acelerar la redacción del documento de nuestra Asociación para
poder comprar el terreno, y el 19 de Diciembre del año 1983 se presentó el
documento constitutivo para su registro, con el nombre de: “Centro Cristiano de
Guayana,” (C.C.G.) El documento legal de nuestra Asociación, fue redactado por
el Abogado, hno. Miguel Carranza, quedando la directiva integrada de la
siguiente manera, Anciano: Aggeo Palumbi, Tesorero: Sam Omer Brengle,
Secretaria: Livia Nichols, Diáconos: Ramón Fuentes y Juan Rentaría, Diaconiza:
Camila Martínez.
Después de casi dos años los dueños del Supermercado nos dijeron que
necesitaban el local, así que buscamos otro, que conseguimos en villa Central,
edificio Residencias Caroní, en la misma calle, un poco más arriba del
supermercado. Para ese tiempo primeros meses del año de 1984 ya estábamos
instalados en ese sitio, (nuestro Tercer sitio de reunión). Para ese tiempo, ya
teníamos un pequeño conjunto musical compuesto de dos saxos altos, dos saxos
medios, dos tenores, un bajo, una trompeta, dos bombardinos y una tuba.
No tardó mucho para que los
habitantes del edificio nos reclamaran que bajáramos el volumen de los
instrumentos, ya que el sonido les estorbaba para hablar u oír la televisión,
tratamos de cumplir pero era muy difícil y estábamos siempre con ese temor de
los reclamos, nos gritaban y daban golpes a la pared, como estábamos en una
zona residencial no podíamos decir nada. Pero a la vez estábamos contentos
porque ya teníamos un terreno propio, y con la esperanza de que muy pronto con
el favor de Dios, estaríamos en condiciones de poder construir nuestro propio local.
No sabíamos lo lejos que estábamos de la realidad, porqué para ese momento ignorábamos que Dios nos estaba conduciendo por otro camino. Porque al saber el vecino de la parcela, el Sr. Fiorani dueño de Casa Verdi, que éramos nosotros los que habíamos comprado la parcela al lado de su casa, manifestó su desaprobación por varios motivos. Primero, porque él siempre estuvo interesado en la adquisición de esa parcela, pero debido al regateo para que se la vendieran más económica nunca llegó a un acuerdo con el antiguo dueño. (Según nos refirió el mismo Sr. Mare,) Segundo, y lo más grave para él, era el temor que ahora al lado de su casa se construyera una iglesia evangélica, y tercero porque esa era una zona residencial.
Para aquietarlo un poco, ya que reunió una comisión del conjunto vecinal y fueron a la casa del hermano Aggeo a exponer sus quejas, se le notificó (para calmarlos) que todavía no teníamos ningún proyecto, ni planos para la construcción, que solamente habíamos comprado recientemente ese terreno, y que en él, se podría construir también una casa y no necesariamente una iglesia. Seguramente que no salió muy convencido de lo expuesto.
El hermano Aggeo, estaba un tanto afligido por el error que había cometido, debido a que en ese momento, teníamos un serio problema donde nos reuníamos, con los vecinos por el ruido de los instrumentos, por estar en una zona residencial, y ahora se había comprado un terreno en otra zona residencial; realmente ni siquiera pasó por nuestra mente ese detalle, además que en ese sitio, con vecinos de clase pudientes, ellos nunca hubieran permitido la construcción de una iglesia.
No sabemos por cual razón, suponemos que fue para formular una queja formal, el Sr. Fiorani, contactó con alguien de Bienes y Raíces en la C.V.G. y allí le informaron que ellos estaban vendiendo terrenos con la zonificación A.C. (para asociaciones y clubes) en toda la avenida Las Américas y cerca de donde nosotros habíamos comprado el terreno.
Rápidamente contactó con el hno. Aggeo refiriéndole el dato. El cual se trasladó al
sitio, y en efecto le mostraron un planito con varias parcelas, dándole a
escoger, la que estaban disponibles; así de fácil, como si se tratara de
comprar algo en un negocio cualquiera. Viendo la ubicación, y el sitio tan
céntrico donde estaba ubicado el terreno, no podía creer lo que le estaban
mostrando; en ese momento se le humedecieron los ojos de agradecimiento a Dios.
Siempre había pensado, que esos terrenos
eran para privilegiados y con influencias (Aunque nosotros somos más que eso).
El confesó, que nunca se le hubiera ocurrido ni remotamente, de acercarse a esa
dependencia de Bienes Raíces de la C.V.G. de no haber sido por lo que le dijo el Sr. Fiorani.
Así que tomó el planito, se trasladó al sitio, y escogió la parcela que estaba más nivelada y que necesitaba el menor movimiento de tierra, con respeto a la calle, y esa era la parcela 203-00-09 de casi 2.100 metros cuadrados. Al notificar a la C.V.G. el número de la parcela seleccionada, nos pidieron una carta donde la junta directiva solicitara su adquisición. El día 13de febrero de 1984 pasamos a Bienes y Raíces, la carta donde se le manifestaba la aprobación por parte de la directiva, solicitando la compra de la mencionada parcela.
Era solamente el comienzo ya que como entidad gubernamental, nos pidieron varios documentos que no teníamos; entre ellos la inscripción de la iglesia al Ministerio de Justicia y de Cultos, pero todo eso nos sirvió para actualizar y poner al día la documentación de la Iglesia, en los albores de de su nacimiento; teníamos apenas dos años de formada.
Para ese momento, el compromiso de adquirir la nueva parcela a la C.V.G. era motivo de preocupación, ya que todos nuestros recursos los habíamos invertido en la compra del terreno anterior. Cuando recibimos la información del costo de la parcela nos preocupamos (como humanos) aún más; porque a veces somos tardos para entender, que, si estamos en la voluntad de Dios, y Él nos esta guiando por esos caminos misteriosos, todo lo que hacemos prosperará.
La información que recibimos fue que el costo total de la parcela era de 461.408 Bs. Como 107.304 US $ y para la fecha de la firma teníamos que pagar el 20 % teníamos la esperanza que todo el proceso tardaría algún tiempo, pero teníamos que comenzar a pensar en la venta de la parcela recién adquirida, la incógnita era si lográbamos venderla antes de la firma, para efectuar la nueva adquisición; ya que por años el Sr. Mare la tuvo en venta sin ningún resultado.
No recuerdo los detalles si pusimos un cartel ofreciendo la venta del terreno, y a su vez le pasamos una carta al Sr. Fiorani de Casa Verdi, dándole la primera opción de compra; lo cierto fue que el 27 de julio de 1984 recibimos una carta del Sr. Fiorani manifestando estar de acuerdo con la compra de la parcela, de nuestra propiedad adyacente a su casa. La vendimos con un incremento del 10 % de su compra.
Algunos podrán pensar o decir, que todo eso fue casualidad, pues para nosotros la palabra casualidad no aplica; lo que se cree en nuestro medio cristiano es: El reconocer a Dios en todos nuestros caminos, para que nos vaya bien, y enderece las veredas, aunque estas veredas nos parezcan extrañas.
¿Cómo se podría pensar en la casualidad, si estábamos agobiados y huyendo de un problema que teníamos en el local donde nos reuníamos por ser una zona residencial, Y se cometer el error de comprar un terreno, justamente en otra zona residencial? Además de esto, de personas pudientes que nunca hubieran permitido la construcción de una iglesia en ese lugar.
¿Cómo podía siquiera pensar el Sr. Fiorani que su apatía hacia el
evangelio, y manifiestas reuniones de rechazo a esa adquisición de parte
nuestra, estaban siendo utilizadas y guiadas por Dios para que nos condujera
hasta la C.V.G.?
¿Y cómo podía siquiera pensar que su deseo de obtener ese terreno se
realizaría, a través de nosotros? (ya que anteriormente no pudo ponerse de
acuerdo con el Sr. Mare) ¿sabría él que con la compra de nuestro terreno a la
vez nos solucionaría el problema de dar la cuota inicial, para la compra del
nuevo terreno a la C.V.G? Todas estas incógnitas, no pueden absolutamente ser
el producto de la casualidad.
Reconocemos que Dios fue el planificador de todo esto, El Sr. Fiorani, el hermano Aggeo, y el Sr. Mare, no fueron sino instrumentos utilizados por Él para un fin, que no era otro, que el de manifestarnos su amor, y que estuvo y estará con nosotros, cuando nuestros planes coinciden con su voluntad; ratificando así una vez más, que nuestro trabajo desinteresado en el Señor no es en vano.
Después de tener y presentar todos los recaudos exigidos por la C.V.G. el 17 de Septiembre de 1985 fue la firma del contrato de venta de la parcela 203-00-09 al Centro Cristiano de Guayana; ya teníamos nuestro terreno, aunque debíamos 60 cuotas de unos 1.870 Dólares mensuales.
Para principios del año 1986 ya estábamos trabajando en la planificación con algunas propuestas y planos para la construcción, pidiendo inclusive al hermano Sam Brengle, nuestro tesorero que nos trajera, en uno de sus viajes al norte, algunos planos de iglesias, para tener ideas de lo que se quería hacer.
Para esa fecha estábamos también atendiendo una iglesia en San Félix en el
barrio Buen Retiro, llamada “Aguas Vivas”, mayoritariamente de población
guyanesa; íbamos los domingos en la tarde. El hno. Sam y la hna. Margarita
Baillie estaban encargados de ese campo.
También estábamos visitando Iglesias con nuestro conjunto musical, con la idea de recabar fondos para la construcción, pero más eran los gastos de movilización que lo que se recolectaba, hicimos una petición de cabillas a Sidor, y tampoco tuvo éxito, luego pensé, que Dios quería que confiáramos más en Él que en otros, y que pusiéramos de nuestro esfuerzo en su realización.
Para febrero del año 1988. El hno. Aggeo manifestó a la directiva, que debido a varios problemas, de índole familiar, Judicial en el trabajo, y la conducción de la iglesia estaba exhausto, y propuso que se buscara un pastor, que pudiera atender mejor la obra, aunque su idea no era abandonar la iglesia, sino la de seguir ayudando como un miembro más, en el fortalecimiento y avance de la obra.
Para ese tiempo, estaba de visita en la zona un misionero de Puerto Rico, de la Iglesia Bautista, de nombre Héctor Meléndez y su esposa Nilda. También estaba un hno. Llamado Peña egresado del I.B.C. de Barquisimeto que estaba dispuesto a aceptar el cargo, y estaba el hno. Benito Solano miembro de la iglesia y también estudiante del I.B.C. en Barquisimeto.
En el mes de Abril de ese año, el hno. Aggeo, después de haber participado a la congregación las razones de su separación voluntaria del cargo de pastor, mas no de la iglesia (aunque algunos no compartían este cambio), el 27 de abril de 1988 se sometieron los tres candidatos a votación quedando electo el hno. Benito Solano.
La primera directiva con el hno. Benito como pastor fue electa el 15 de Junio de 1988 quedando de la siguiente manera: Diáconos: Ramón Fuentes, Aggeo
Palumbi, Rafael Romero, Jesús Cermeño, Hernán Gutiérrez, y Octaviano González.
Diaconizas: Iris Mendoza, Camila Baillie, y Emma Guevara, Por el período de un
año y con una directiva como la que estaba vigente, el Pastor Benito notó como
los cambios que él deseaba efectuar no prosperaban, por no tener la aprobación
de la mayoría de la directiva.
Lo que realmente aconteció fue: Que en lugar de actuar con prudencia y ganarse la confianza y el favor de la congregación, se dedicó con afán a efectuar cambios en la constitución vigente para ese momento. Descuidando la parte más importante, la paciencia, las relaciones humanas hacia los hermanos, y el trato hacia algunos miembros que manifestaban no estar de acuerdo con sus planteamientos y modificaciones.
Las cosas marcharon regularmente hasta agosto de 1989 cuando en reunión de Iglesia (2 de agosto de 1989), en lugar de seguir como se venía haciendo que la asamblea escogiera sus directivos (Diáconos y Diaconizas). El Pastor presentó una plancha de dos Diáconos y dos Diaconizas, y pidió a la congregación que se le diera para su aprobación un voto de confianza, y se aceptara así la nueva directiva, de la manera como esta fue presentada.
Esta imposición aunque le fue
concedida causó inconformidad. Con esta
nueva modalidad, estaba eliminando los que le podían adversar en los cambios
que él pensaba hacer en la constitución y estatutos de la Iglesia. La nueva
directiva quedó constituida de la siguiente manera: Diáconos: Ramón C. Fuentes
y Jesús Cermeño, Diaconizas, Iris Mendoza y Gloria de Grumet.
Aunque el hno. Aggeo, no comulgaba con algunas cosas, trataba de no participar, absteniéndose de hacer comentarios para evitar confrontaciones, pero para él hno. Benito, la sola presencia del hno. Palumbi le era de tropiezo, así que hermanablemente fue a su casa, para hablarle, y pedirle que dejara de asistir a la Iglesia. Alegando que los hermanos lo veían a él todavía como Pastor, explicando además, que eso no era normal que un pastor, después que la congregación elegía a uno nuevo el otro, se quedara en la iglesia. Aunque el hno. Aggeo trató de convencerlo de lo contrario, diciéndole que sus actitudes eran pasivas, y que le había apoyado en varias oportunidades, no quedó satisfecho; así que él hno. Palumbi continuó asistiendo por un tiempo más, sin tomar parte alguna, a ver si las cosas cambiaban.
En ese tiempo, el hno. Benito comenzó a invitar algunos predicadores, con mensajes alusivos a que la iglesia lo tenía ligado, y que sin esa libertad no habría progreso, en una de esas invitaciones, vino un pastor y con una actuación digna de película, el cual dijo: Que orando, Dios le reveló que tenía que darle un mensaje a nuestra iglesia y el mensaje era:”Dejen trabajar a mi siervo” repitiéndolo varias veces; frente a tanta bajeza, el hno. Palumbi optó por retirarse de la iglesia, (de todas formas esa actuación surtió su efecto) y comenzó a asistir a la iglesia de los Diez Mandamientos. Para esa fecha él hno. Benito había dejado el trabajo que tenía de supervisor en Sidor, y percibía un sueldo de la iglesia. Aunque para esa fecha varios dejaron de asistir y se fueron para otras iglesias, por varias razones, que no vienen al caso mencionar en este tema de la reseña de la iglesia.
Razón por la cual solamente se hace un breve resumen de la situación del Centro Cristiano de Guayana; para el mes de septiembre de 1992, la cual era la siguiente: El terreno ya estaba cancelado y se nos había entregado el documento de propiedad, el hno. Benito mandó a fabricar una plataforma para efectuar campañas al aire libre, viajó a lo Estados Unidos para recabar fondos para la construcción, a su regreso efectuó varias campañas locales con hermanos invitados para tal fin, cuyos resultados para la iglesia no fueron económicamente positivos, (aunque puede que muchos se hayan convertido) las ofrendas bajaron y los gastos acabaron con el tesoro, a tal punto que no había para pagar el alquiler del local, ni para sustentar el pastor, manifestando luego el hermano Benito a la directiva, que tenía que buscar un trabajo para poder sostener su familia.
Para esa fecha tenía lista una nueva constitución, la que el deseaba, la que en su sincera opinión pensaba que era lo mejor para la iglesias, donde el Pastor era señor del rebaño, pero ya para que, si 21 ovejas ya no estábamos asistiendo y pronto serían desincorporadas del libro de membrecía. De estas experiencias podemos sacar la conclusión, que las iglesias no marchan, ni crecen, por tener la mejor constitución de este mundo, sino con la guía de Espíritu Santo, y la mejor disposición de parte nuestra, de amarnos y tolerarnos los unos con los otros, y tratando de convencer a los demás que no comparten nuestras ideas, con la palabra de Dios, con mucha paciencia, en el amor fraternal y dispuestos también a oír, para no darle lugar al que trata siempre de poner discordia entre nosotros, el cual no es otro que nuestro común enemigo el diablo.
Debido a esta situación insostenible financieramente, tuvieron que salir de ese sitio de Villa Central; y como el hno. Benito tenía una casa en Villa Colombia pensaron que podrían por algún tiempo reunirse en esa casa, y así lo hicieron por algunos meses. (Este fue el cuarto sitio de reunión) Después de algunas reuniones en esa casa, se supone que hablaría con el hno. Héctor Meléndez (de Puerto Rico) para que se hiciera cargo de la Iglesia, y en una reunión efectuada en ese lugar de Villa Colombia se despidió como pastor, entregando la Iglesia a cargo del hno. Meléndez. Como este hermano tenía una casa alquilada en Unare II, acondicionaron el lugar para tener los servicios en ese sitio, por lo cual se mudaron nuevamente para ese sitio de Unare II. (Nuestro quinto sitio de reunión)
Relato personal del Hno. Palumbi.
Para el año 1994 estaba yo completamente ajeno a la marcha del Centro
Cristiano por estar separado y asistiendo en otra iglesia, ni sabía donde se
estaban reuniendo, ya catalogaba lo acontecido como una experiencia más de mi
vida Cristiana. Debido a que mi ruta yendo
hacia el trabajo, pasaba todos los días,
al lado del terreno, cuando me fijaba en él, y le daba lugar a la meditación,
viendo el estado de abandono en que se encontraba ese lugar, pensaba en lo
absurdo de la situación, causada por sostener y darle prioridad a principios
légales, antes que a los espirituales.
En ese tiempo, de vez en cuando, me visitaban los esposos Meléndez, los misioneros que estaban al frente de la iglesia Centro Cristiano, ya que teníamos buenas relaciones con ellos, pero seguramente a fin de evitar problemas en la iglesia nunca me invitaron a que los visitara.
Pero el día 5 de Julio de 1994 día de fiesta nacional, comenzaron a cambiar las cosas; estaba descansando en mi casa cuando tuve la grata visita de un grupo de hermanas y hermanos del Centro Cristiano. Vinieron con mucha alegría y cantando coros, realmente me emocioné mucho en volverlos a ver y se me aguaron los ojos, al sentir el sincero amor y el calor hermanable, nos saludamos no abrazamos fue todo muy agradable (no tocamos temas alguno de la iglesia).
Pero entre otras cosas que hablamos, la hermana
Iris me preguntó, llamándome aparte, si estaba dispuesto a ayudarlos, (al
momento no sabía en que podía consistir la ayuda ya que el hermano Meléndez
estaba al frente de la obra) pero pensando que podían tener algún tipo de
problema, le manifesté que sí estaba dispuesto; así después de pasar con ellos
un tiempo muy ameno se despidieron, no sin antes quedar de acuerdo, por la
invitación que recibí, que el siguiente domingo contracambiaría la visita en
Unare, donde se estaban reuniendo, también para demostrarle que no tenía ningún
problema en acompañarle. Mi esposa y yo, estábamos separado de ellos por
circunstancias, ajenas a nuestra voluntad, y no queríamos ser motivo de algún
problema.
El domingo después de la visita que tuvimos en nuestra casa, fuimos al servicio dominical, en el cual me enteré por los anuncios que el día 14 de Julio de 1994 tendrían una reunión con unos hermanos que vendrían de Puerto Rico, donde se decidiría el rumbo a tomar de la Iglesia, por supuesto yo no asistiría a esa reunión. Después supe algunos detalles de esa reunión y entre otras cosas la insatisfacción de la forma de ser del hno. Meléndez. Así luego de debatir, decidieron que no se afiliarían a la misión de Puerto Rico.
El sábado 20 de julio una semana después de esa reunión, seguramente por el agrio sabor dejado de ella, los Hermanos de Pto. Rico le dirían al hermano Meléndez que regresara a Puerto Rico, ya que estaba perdiendo su tiempo aquí, con una mayoría de la asamblea en contra. Razón por la cual, vino a mi casa con los libros y documentos de la iglesia para entregármelos; ya que él pensaba regresar a su país. Al momento le manifesté, que no podía aceptar ni el encargo de la iglesia, ni esos documentos, de esa manera unipersonal, sino que consideraba que ameritaba la aprobación y el consentimiento de la congregación.
El domingo siguiente de él venir a mi casa, los visitamos (mi esposa y yo) nuevamente, y tuvieron otra reunión yo no sabía de la reunión (no estaban los hermanos de Puerto Rico, que ya habían dejado la zona) nosotros nos sentimos algo incómodos, debido a que se estaban ventilando actitudes habidas entre algunos miembros y el misionero Meléndez; que apenaron mucho a la hna. Nilda esposa del pastor y al mismo Meléndez, él cual luego se disculpó pidiendo perdón a los que estaban resentidos.
También note cierta resistencia de parte de un hermano
alegando repetidas veces que no podían haber dos pastores refiriéndose a
Meléndez y mi persona (fiel discípulo de Benito el anterior pastor), yo me preguntaba: ¿si nunca había leído, que en
las epístolas repetidamente cuando se refiere a los que gobiernan las iglesias
los escritos se dirigen a ellos como “a los ancianos” (presbúteroi) plural, y
no al anciano en singular? Bien como la reunión no avanzaba, el hno. Zambrano
propuso que se sometiera a votación la aceptación, de mi persona como el nuevo
encargado de la obra. Hubiera preferido no estar presente por la incomoda
situación en que me encontraba, pero disimulé.
En efecto después de una votación con 3 abstenciones, ninguno en contra y 17 a favor se me encargó nuevamente la iglesia; en ese momento el hno. Me entregó los documentos, y renunció al cargo que venía desempeñando en la iglesia. Como el hno. Meléndez viajaría, y el contrato de la casa donde estaban alquilados estaba vencido, nos mudamos y comenzamos a reunirnos en el local 1 del edificio Altamira en Alta vista. (Sexto sitio de reunión)
En el tiempo que estuvimos reuniéndonos en ese sitio se unieron con nosotros algunos hermanos de la iglesia del Jardín Levante con la familia Bravo que tomarían participación activa en la reorganización de la iglesia.
La construcción de la iglesia fue una tarea dura para el reducido número de hermanos que habían quedado, la cooperación fue de una u otra forma casi total. Para recabar fondos hicimos un termómetro que indicaba semanalmente cual era la disponibilidad del tesoro de la Iglesia; y eso nos animaba para ofrendar para que el termómetro se elevara. También se hicieron promesa que cada miembro se comprometiera con una viga, una ventana etc. En el sitio nos reuníamos para trabajar, los sábados y domingo, unos cavando zanjas, otros poniendo tubería, otros batiendo mezcla, vaciando columnas, otras cocinando y repartiendo comida; se respiraba el mismo aire de cooperación que había en Israel cuando reconstruían lo muros de Jerusalén. (Claro sin la espada ceñida)
Lo que más quedó impreso en mi mente de la construcción, fueron dos cosas. Una, cuando se estaba colocando la estructura del techo, estábamos colocando una viga sobre la pared del frente, yo estaba sobre la escalera ayudando a sostener la viga en la parte mas alta como a 6 ó 7 metros de altura, mientras el soldador ponía un punto de soldadura, para fijar la viga en la parte mas baja soldándola a la columna de concreto, luego de puntearla se traslado para fijar la parte mas alta donde yo estaba sosteniendo la viga montado en la escalera, cuando el soldador movió la viga para llevarla en su sitio para poderla soldar a la otra en el vértice, con el movimiento se rompió el punto de soldadura que había puesto al otro extremo de la viga, (seguramente el punto no era suficientemente fuerte) la cual no estando fija en ambos lados, resbaló de la pared y en lugar de caer al otro lado de la pared, se me vino encima tumbando la escalera y mi persona al suelo.
En esa fracción de tiempo mientras
caía me encomendé al “Señor de la obra” pensaba que había llegado mi hora; pero
no, todavía le era útil, rápidamente me socorrieron me llevaron a la Clínica
Familia, tenia un morado e hinchado el brazo cerca de la mano izquierda y un
dolor en una pierna a la altura de la nalga, cuando me examinaron, el
traumatólogo no encontró ni un solo hueso roto y a las pocas horas me dieron de
alta. Considero que al caer de esa altura y no pasarme nada, no pudo ser otra
cosa que el cumplimiento de la promesa del Salmo 91:11,12 Pues a sus ángeles
mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te
llevarán para que tu pie no tropiece en piedra. Fue realmente un milagro y otra
señal, de que no duerme el que nos guarda. A parte de este accidente no tuvimos
otra cosa que lamentar, porque Dios esta con nosotros.
La otra cosa que quedó también impresa en mi mente fue cuando terminamos de montar la estructura del techo y comenzamos a colocar las tejas. Como son un tipo de tejas especiales de cemento, y son algo pesadas tuvimos que subirlas en pasa mano, así que en cada metro, aun subiendo por las escaleras había un joven o una joven, pasando de mano en manos esas tejas; habíamos como más de 20 trabajando en esa tarea, hasta tarde en la noche, con bombillos alumbrándonos; también habían varios acompañándonos. Mujeres, niños, y ancianos, que no podían hacer ese trabajo pero se desempeñaban pintando las tejas, sirviendo y repartiendo refrescos y comida, pero todos trabajando con gran espontaneidad y alegría, porque era la obra del Señor, en el terreno que nos permitió ocupar.
Siempre contando con la ayuda de Dios, y el esfuerzo físico y económico de cada miembro. Para los primeros meses del año 1996 como teníamos que desocupar el local donde nos reuníamos por estar comprometido; aún sin terminar comenzamos a reunirnos en la nueva construcción, hacíamos el servicio dominical en la plataforma donde esta ahora el pulpito. (Habíamos llegado a nuestro séptimo y definitivo sitio de reunión)
Desde aquel primer servicio en el año 1982, en mi casa, habían transcurrido 14 años, y si el numero 7 tiene algún significado la iglesia Centro Cristiano había terminado su peregrinación, reuniéndose en seis lugares diferentes antes de llegar al séptimo y definitivo, nuestra iglesia actual, la parcela que Dios tuvo a bien que tuviéramos por nuestra sede; para ver cumplido el deseo de poder reunirnos en un lugar sin tener el problema que nos mandaran a bajar el volumen de los instrumentos musicales.
Lastimosamente ya ese conjunto musical no existía, para que pudiera con sus sonidos, alegrar el área del nuevo templo; allí están guardados los instrumentos, testigos mudos de lo que un día fueron.
Seguro estoy que si se hubieran manejado las cosas adecuadamente con la guía del Espíritu Santo, el conjunto hubiera perdurado en el tiempo, y yo mismo estuviera todavía tocando mi bombardino, como Benito su saxo tenor. Asumo con dolor parte de la culpa de lo acontecido, pero mis intenciones nunca fueron de abandonar el Centro Cristiano, sino de seguir colaborando porque para el Señor tanto vale el que dirige, como el que se desempeña en otras tareas; porque para eso decimos y creemos, que somos un cuerpo en Cristo, cuyos miembros tienen cada uno sus definidas funciones.
Pero así como Dios se encargó de enrumbar nuevamente la iglesia, espero que Dios levante alguien capacitado y con voluntad, para desempolvar esos instrumentos para y darle la función para lo cual fueron construidos.
Concluyendo parte de este relato histórico de la iglesia C.C.G, digo parte, porque a la fecha, año 2007 la iglesia sigue adelante y unida, con otros proyectos por delante. No olvidando nunca los errores del pasado para no repetirlos y cuando hay que tomar alguna decisión, no tomarla por algún fin o idea personal, o para imponer ideas propias, sino buscando la dirección del Espíritu de Dios y la colaboración espontánea, no poniendo, como dice la palabra “bozal al buey que trilla,” y con la mira hacia delante, trabajando siempre con el norte de que nuestras actuaciones sean con el único fin de enaltecer a Jesucristo y su obra, y no nuestro ego.
Haciéndolo de esa manera el enemigo que anda alrededor de nosotros, no podrá prevalecer en contra de nuestras actuaciones, porque el que vela sobre cada grupo que componemos su iglesia universal es el que dijo “he aquí yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin” A Dios sea el Agradecimiento la honra y la gloria por esta humilde obra que nos ha permitido realizar. Digo humilde porque antes los ojos de Dios realmente este templo perecedero, no tiene valor alguno, lo más precioso, lo más valioso para él, somos nosotros, los que por haber sido elegido por él, pudimos creer en la luz que es Cristo, y nos reunimos en el lugar que él nos proporcionó, para alabarle y agradecerle por todo lo que él hizo por nosotros. Gracias Señor por elegirnos.
Puerto Ordaz mayo 2007
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