miércoles, 6 de mayo de 2015

EL CREYENTE Y EL MÁS ALLÁ (EL COMPLETO)

Introducción. 

A este punto es donde el hombre tiene dos alternativas, una es la de creer que Dios envió a Jesucristo para salvarle, que murió y resucitó para su justificación. A este punto  la palabra de Dios le aconseja al hombre lo que tiene que hacer para salvar su alma; esto se encuentra en el libro de Romanos 10.8-10 diciendo: “Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”.


Eso es todo lo que Dios requiere del hombre, con solo creer y confesar diciendo de todo corazón: “Sí Dios mío, creo que Jesús murió y resucitó por mí”. Nada  más  fácil, solo creyendo lo que su palabra dice. Con eso se restablece la paz con Dios, y se obtiene la salvación  y vida eterna. En cambio, para perder esa oportunidad de salvación y estar enemistado con Dios, el hombre no tiene que hacer absolutamente nada, puede permanecer como está, seguir creyendo lo que le enseñaron sus padres, con la religión con que lo bautizaron desde pequeño, o pidiéndole a la virgen o al santo tal o cual; camino que solo lo conducirá a la muerte eterna de su alma. Ya que hay un solo camino, una sola verdad, y una sola vida, la que Dios le ha proporcionado al hombre para ser salvo, su hijo Jesucristo.

Una analogía para regresar a Dios y ser perdonado.
Alguien podrá decir, ¿Bueno si Jesús venció  el pecado y la muerte en la cruz, no somos ahora todos salvos? Teóricamente es así, pero Dios pone en el hombre y la mujer “tanto el querer, como el hacer por su buena voluntad”. La misma palabra le da un espacio al ser humano, para que después de oírla, o de leerla, en el alma de aquel que es escogido, de manera que se genere una inquietud un despertar espiritual, para ser justificado (que sería la fe);  y ese creer para  justicia es solo un primer requisito.

Según lo enseña en Romanos 10.9. Luego viene el otro paso, cuando Dios requiere una confesión de parte del hombre; en ese momento es cuando él debe poner de su parte para completar el proceso de salvación  según Romanos 10.10.  Para poder entender bien la posición de cada uno de nosotros, se usará  la siguiente  analogía.

Imagínese por un momento de estar manejando un carro y entras en una flamante y ancha  autopista, que al finalizar te lleva a una ciudad llamada “perdición”. Como a mitad del camino, lees un aviso que dice: a dos  Kilómetros  desvío para “ciudad vida”; y una flecha indicando a la derecha. Sigues manejando y pensando en ese desvío que despertó en ti el deseo de visitar esa ciudad. Al  llegar a esa entrada, recortas  te paras y ves que la carretera no es mala, pero no es tan buena y ancha como la autopista en la cual estas  recorriendo.

A este punto tienes que decidir, si vas a desviarte a la derecha hacia esa otra dirección, o simplemente si sigues derecho sin que se  produzca  ningún cambio en la ruta que llevas. Omitiendo completamente ese desvío a la derecha y continúa por el camino donde la autopista te conduce a la ciudad “perdición”.  Para eso no tienes que hacer nada en absoluto, ni tomar decisión alguna sino seguir por la misma autopista hasta ese destino final.

Si por el contrario cuando estás en ese desvío decide visitar “ciudad vida”, al poco rato de recorrer la entrada, encuentras un peaje. Al llegar allí te dan un folleto que dice: Para entrar a esta ciudad  debes creer y hacer todo lo que está escrito en este folleto. De no  estar de acuerdo, puedes dar la vuelta regresar a la autopista por donde venías. Si estás de acuerdo con las instrucciones del folleto, tienes que haces exactamente lo que allí te indica, y tendrás acceso a la “ciudad vida”. Nada complicado todo tan sencillo como eso.

Claro que aparentemente todo parece muy sencillo, solo que ahora resta saber cuál el contenido o que dice el folleto. Al leerlo, en él está escrito lo siguiente: Todos los que toman este camino para entrar a la “ciudad vida” tienen “que confesar con su boca que Jesús es el Señor, y creer en su corazón que Dios le levantó de los muertos,  para ser salvo. (Romanos 10.9-10). Solamente con ese acto de fe llega a ser ciudadano de ella para siempre.

Lo  que hizo Jesucristo fue, para que todo aquel que cree en él, no se pierda más tenga vida eterna; Él abrió un camino a la derecha para la vida. Para  seguir en el camino de la perdición, el hombre no tiene  que hacer absolutamente nada, solo tiene que seguir por ese camino en el cual se encuentra. Para tomar el camino de la vida, hay que creer, y hacer lo que dice la palabra de Dios.

Él restableció al hombre, a esa posición que tenía  antes de  pecar, con la diferencia que ahora tiene conocimiento y sabe dónde está la voluntad y la voz de Dios, y  que la fe es  el camino que lo lleva a Él.  En efecto el mismo Jesús lo afirmó en Juan 14.6 al decir: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Mientras  la intención de Satanás es, la de destruir el alma del hombre, por el solo hecho de que somos una creación especial de las manos de Dios.     
                            
Algunas teorías espuria o no bíblicas sobre el más allá.
Antes de analizar la diferencia existente entre la muerte espiritual, la física y la eterna, que se explicará en la segunda parte; es necesario conocer lo que algunos credos religiosos  enseñan sobre lo que acontece después de la muerte. No se hará mención a cuales doctrinas o grupos pertenecen tales enseñanzas, ya que la idea no es juzgar esas otras creencias, porque  el único propósito de este estudio es, que sea la palabra de Dios, y el buen juicio del lector, el que juzgue y determine la verdad del tema, a la luz de los escritos de la Biblia.

Como ya se mencionó en la primera parte, algunos teólogos o estudiosos de la Biblia, de algunas líneas religiosas, con el fin de no perturbar sus propias mentes, como para tranquilizar la de los seguidores de sus líneas  religiosas; enseñan doctrinas, que no se ajustan a la realidad de lo que  enseña la  palabra de Dios sobre el tema, ni de lo que acontece después de la muerte, cuando ocurre la separación del alma del cuerpo. 

Debido a que la realidad es una sola y para algunos se les dificulta admitirlas, estudiosos de la Biblia ofrecen esas  falsas  teorías  con el fin de proporcionar una segunda oportunidad después de la muerte. Unos enseñan que al morir, eso será como un sueño sin fin para el alma, otros instruyen a sus fieles diciéndole que habrá una perpetuación de la vida, reencarnándose nuevamente y de manera continua. Como esas enseñanzas ofrecen algo de tranquilidad para sus mentes, tienen una amplia aceptación entre sus seguidores.

 Mientras la verdad  que se encuentra en la palabra de Dios, solo nos revela que se muere  una sola vez, y luego de un justo juicio de parte de Dios, ese determinará en cuál de los dos únicos lugares existentes preparados en el más allá para las almas humanas, pasará la eternidad. Como son varias las enseñanzas difundidas de los que supuestamente acontece  con el alma después de la muerte, solo se mencionarán tres de las más divulgadas, que seguramente habrán  llegado en algún momento a nuestro conocimiento.

El sueño eterno del alma o su destrucción.
Comenzaremos con decir, que una de esas enseñanzas es el sueño o destrucción del Alma.  Esta  consiste en decirles a sus fieles que al morir, su alma estará reposando en una tumba al igual que su cuerpo; iniciando  un sueño en el cual no sabe más nada de su existencia o de vida anterior, perdiendo por completo la conciencia de las cosas. O sea, que comparan  la muerte del cuerpo, a alguien que duerme en el aspecto físico; en cuyo sueño pierde totalmente el conocimiento de su existencia. Luego si esa alma está en la mente de Dios, por haber obrado adecuadamente en su vida Él lo resucitará. De no haber obrado conforme a la voluntad de Dios perderá para siempre el recuerdo de ella.

 En caso contrario, el de no haber obrado conforme a lo establecido por Dios, seguirá en ese estado de inconsciencia perdiéndose para siempre su pasada existencia. O sea el alma desaparece, desvanece para siempre como si nunca existió. Seguramente que estos maestros, no han meditado bien en el relato de Lucas 16, donde Jesús enseña con la historia del rico y Lázaro lo que acontece después de la muerte. O si lo leyeron e intencionalmente lo omitieron, tanto para complacer su mente, como la de los seguidores de esa doctrina. 

El purgatorio.
Otra enseñanza también muy divulgada que no se puede dejar de mencionar por ser tan engañadora como el “sueño eterno del alma”, es esta otra doctrina, la del purgatorio. Según esta línea religiosa su definición que aparece en internet es la siguiente: “Debido a que todo aquel que entra en el Purgatorio terminará entrando al Cielo tarde o temprano, el purgatorio no es una forma de infierno. Las plegarias a Dios por los muertos, la celebración de eucaristías y las indulgencias pueden acortar la estadía de una o varias almas que estén en dicho estado”.  (Explicación tomada de internet).

Pues como se puede notar, esta es otra doctrina que  trata de suministrar una esperanza, o una segunda oportunidad después de la muerte, para todos los que  no cumplan con lo que Dios ha provisto para el perdón de los pecados. Esta  enseñanza es un desprecio directo al sacrificio de Jesucristo. El cual siendo Dios y creador de todo lo que existe, se despojó de su lugar de gloria, se humanó para  vivir y luchar en este mundo como cualquier hombre.

 Cumpliendo  con todo lo establecido en la ley, soportó el vituperio de su mismo pueblo, que no pudo reconocerlo  como su Dios y Mesías prometido. Fue abofeteado, escupido y escarnecido por los mismos hombres que Él creó. Luego sin haber cometido pecado alguno lo arrestaron  y lo condenaron a muerte, clavándolo en una cruz. Todo lo anterior tuvo que padecerlo por amor al hombre, con el fin de librarlo de la esclavitud del pecado, de la muerte eterna y del dominio que Satanás tenía sobre la humanidad.

Ahora viene un tal Siccone Sechi, “Juan XVII” que en el año 1003, instituye la fiesta de los muertos y de allí nace el purgatorio. En el cual con plegarias, eucaristía, e indulgencia como vimos, se puede acortar la estadía en ese sitio, al ser perdonados sus pecados para luego entrar al cielo. ¿Qué le parece? a este papa hay que hacerle un monumento en el cielo.

Porque reflexionando un poco sobre este medio tan sencillo del purgatorio, donde pagando una misa, o con indulgencias y eucaristía; se puede por medio de un sacerdote obtener el perdón de los pecados. Con esta idea o método, con el cual se acorta el tiempo de permanencia en ese sitio (que no existe). En  el cual  el alma queda limpia para entrar al cielo; se podría llegar a la conclusión, que el sacrificio de Jesucristo por los pecados de la humanidad y todo su sufrimiento, fue todo un teatro de parte de Dios sin valor alguno, ya que el purgatorio lo sustituye plenamente.

Tuvo que ser este genio Siccone, el hombre que inventara el purgatorio para que se iluminara la mente de Dios; que seguramente quedaría  extrañado, que a Él no se le había ocurrido eso antes. En lugar de enviar a su Hijo Jesucristo  humillándolo hasta lo sumo, poniéndolo al desprecio  y  muerte en la cruz haciéndose maldición por nosotros. Ya que según la ley el que muriera colgado en un madero era maldito. En  Gálatas 3.13 lo dice: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero”.

No se explica cómo estos maestros  puedan enseñar ese atajo para recibir el perdón de los pecados, sin acudir al  único medio de salvación y dador de la vida que es Jesucristo. Lo lamentable de todo esto es: que muchos viven con esta falsa esperanza de un purgatorio que los librará de sus pecados. Estos ignoran  que están engañados, ya que solo Jesús puede perdonar sus pecados en esta vida. Porque al morir ya está sellada la suerte del alma sin posibilidad de cambio alguno, ni de ese purgatorio que la Biblia no menciona, ni insinúa su existencia. Estos maestros, tampoco  han meditado bien en el relato de Lucas 16, donde Jesús enseña la historia del rico y Lázaro, y lo que les acontece después de la muerte. O lo omitieron intencionalmente para complacer sus mentes, como la de los seguidores de esa doctrina.

La reencarnación
Otra de las doctrinas de hombres, que tampoco se menciona en la palabra de Dios la Biblia, es la de la reencarnación. Ésta la podríamos llamar la perpetuación de la vida, que  tampoco se sabe de dónde se apoyaron,  para semejante falsedad: enseñando que el alma vuelve a la vida reencarnándose. Esta enseñanza, afirma que la reencarnación consiste en un ciclo sin fin, cuya esencia individual de las personas (ya sea mente, alma, conciencia o energía) adopta un cuerpo material mejorado  varias veces, según vaya muriendo. Oseas que cada uno de nosotros ya hemos tenido varias vidas a nuestro haber.

Esta creencia que una persona fallecida volverá a vivir o aparecer con otro cuerpo (con una personalidad generalmente más evolucionada) ha sobrevivido incluso dentro de algunas religiones judeocristianas.

No vale la pena comentar esta doctrina milenaria hindú, solo añadiré dos cosas: Una, que esta como las demás, es una falsa esperanza para poder hacer todo lo que a uno se le antoje en esta vidas; sin importarle en absoluto de que hay un Dios. Ya que según ese  proceso evolutivo, al morir uno se va renovando en múltiples oportunidades.


El otro comentario más claro y de indubitable certeza, se lo dejo a la palabra de Dios que habla por sí sola por lo que dice  en Hebreos 9.27  que es lo siguiente: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio.” Esta enseñanza proviene de la palabra de Dios;  los que la quieran ignorar, que la ignoren. Se vive una sola vez en este mundo y luego  se muere, para ser juzgados por nuestros hechos; y por la actitud que se tuvo  en esta vida con el sacrificio redentor de Jesucristo. 


Tres clases de muerte.
 Después de haber dado una explicación general sobre la muerte, a continuación  se expondrá con más detalles cada uno de los temas relacionados con este argumento. Se comenzará con decir, que hay tres clases de muerte. La física, que todos conocemos por ser el destino del cuerpo, a causa de la muerte; pudiéndola definir también como la separación del alma de su cuerpo. La espiritual, la cual es temporal por cuanto Dios le ha provisto al hombre el medio para librarlo de esa muerte; la cual concierne solamente al alma del hombre, al quedar  enemistada con Dios a causa del pecado. Y  la eterna, que es el destino del alma cuando durante toda su vida rehúsa acogerse al plan de salvación, provisto por  Dios  por medio de Jesús. De manera que al  separarse el alma de su cuerpo pasa al castigo eterno, y la separación definitiva de su creador. A continuación se explicará  cada una de ellas con más detalles.

La muerte física. 
Cuando se habla de la muerte física, todos de alguna manera sabemos  de qué se trata; es el momento cuando al ser humano se le termina el tiempo de su peregrinaje o estadía en esta tierra. También se conoce como la separación del alma de su cuerpo. Seguramente hemos  asistido  en algún momento a un entierro; o hemos visto a alguien inmóvil en una urna, al dejar de existir para este mundo.

 Cuando esto acontece se debe entender que: Bien sea por haber llegado al final de sus días, como debido al deterioro del cuerpo a causa de una enfermedad, o por un accidente, el alma de ese individuo  ha abandonado  el cuerpo; que fue su habitación  durante todo el tiempo de su vida, con el cual se podía identificar con los demás seres de este mundo.

 Es el adiós definitivo de su experiencia terrenal, desde ese momento ya no habrá más familiares y amigos. Es  una separación dolorosa para los más allegados del fallecido, sin embargo  todos lo vemos con resignación, sabiendo que es el camino de la vida y que un día nos tocará a cada uno de nosotros. Siendo este el medio, para cumplir la sentencia de regresar al polvo de la tierra.

Porque cuando el hombre pecó, Dios le advirtió que ciertamente moriría y eso dio lugar que aparte de la muerte espiritual, también la física pasara a todos los hombres. Diciéndole que  su cuerpo que fue formado con los  elementos de la tierra, volvería allí al final de sus días. En  Génesis 3.19 le dijo: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres y al polvo volverás”.

La muerte espiritual.
Lamentablemente  tenemos que decir que todos nacemos espiritualmente muertos, por estar enemistados con Dios a causa del pecado. Por supuesto que esta no tiene relación alguna con la muerte del cuerpo del hombre, sino a esa separación que se produjo entre Dios y el hombre al momento de este pecar. Debido a que nosotros nacemos en pecado, todos estamos para Dios espiritualmente muertos. Seguramente  que esta definición, para algunos puede ser que sea algo difícil de poderla percibir a cabalidad. Con  el fin de tener una idea más clara de su significado, se pondrá un ejemplo de algo que es muy conocido por todos nosotros con el fin de poder asimilar su significado.

Todos sabemos, que de una pareja de ovejas completamente blancas saldrán ovejitas blancas;  en cambio de una pareja de ovejas manchadas, saldrán ovejitas con manchas en su piel. Por supuesto de una pareja de humanos saldrán hombres y mujeres de la misma naturaleza de sus padres. Es decir, si la primera pareja Adán y Eva, hubiesen tenido hijos antes de ellos pecar contra Dios; les hubieran nacido hijos e hijas inocentes. Pero como primero pecaron y luego tuvieron hijos, estos nacieron con el estigma del pecado en ello; estando así espiritualmente muertos. Este es el motivo por el cual toda la raza humana nacida de una pareja en pecado, esté automáticamente enemistada con Dios.

Sin embargo esta condición llamada la “Muerte espiritual”, es temporal siempre y cuando, el ser humano durante su vida se acoge al plan, que Dios le ha proporcionado al hombre, por medio del sacrificio que Jesús hizo por él; para poderse reconciliar con Dios y salvar su alma.

Aunque ya se explicó, lo que posiblemente escape del razonamiento de algunos, por la manera natural de ver las cosas es: ¿Por qué un niño que apenas entra en esta vida nace en pecado? ¿Acaso a ellos se les responsabiliza de la culpa de los padres? No, de ninguna manera, los hijos no son responsables de los pecados de sus padres. Sin embargo de una pareja de pecadores como ya se explicó, nacerán hijos con la raíz del pecado debido a la condición de sus padres.

Se pondrá otro ejemplo, aunque no sea exactamente igual; ayuda para poder entender este tema. Se refiere a lo que acontece con una mujer embarazada que esté enferma con sífilis, ella puede trasmitirle esa enfermedad a su futuro bebé. Igualmente las enfermas de SIDA pueden pasársela a su bebé.

 Bien de esa misma manera, todos hemos nacido con esa huella del pecado. Y seremos responsables no del pecado de nuestros padres, sino de nuestros propios pecados. Esa transgresión  o pecado original, podríamos compararlo a un vertedero de desechos de una ciudad hacia un río, el cual contaminará todo el caudal del río abajo.  
La doctrina del pecado según la Biblia.

El apóstol Pablo expone esta doctrina de la imputación del  pecado de Adán, que pasó a  todos los hombres,  y de la imputación de la justicia de Cristo en lo que respeta a todos los que creen y obedecen a Dios. De  esta manera  lo expone Pablo en Romanos 5.19 diciendo:”Así como por la desobediencia de un hombre (Adán) muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, (Jesucristo) muchos serán constituidos justos”. Por supuesto que para beneficiarse de la justicia que Dios nos ofrece el único requisito, es el de creer que Cristo murió y resucitó para nuestra justificación.  
                          
Esta condición en la cual hemos nacidos, que automáticamente nos constituye en  pecadores, es lo que ha ocasionado la separación del alma humana de su creador, causando  la muerte espiritual. Todo esto hay que diferenciarlo de la muerte eterna, ya que Dios para el hombre ha provisto la propiciación; o sea  la de “Apartar su ira mediante un acto justo”; Cosa que se cumplió con el sacrificio de  su hijo.

 Es así que todo aquel que cree y acepta el sacrificio de Jesucristo como si fue hecho personalmente para él, es reconciliado en el  acto con Dios; restableciéndose esa relación que se había perdido. Esa muerte espiritual la podríamos catalogar como puramente temporal y con la posibilidad de ser reconciliados con Dios.

La muerte eterna.
Esta es la más terrible de todas, no tiene relación alguna con el cuerpo, es  el destino final del alma que durante toda su vida no buscó a Jesucristo como su salvador. La que  despreció todas las oportunidades que tuvo de acudir a Dios para ser salvo. El  apóstol en Juan 3.19 de su evangelio lo afirma diciendo lo siguiente: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas”.

Cada habitante de este mundo  en algún momento de su vida  de una u otra manera ha tenido la oportunidad de saber de esa luz que es Jesucristo, aún por las navidades llega a su conocimiento; que Dios en la persona de Jesús se humanó, y vino a este mundo a través de una bienaventurada Joven virgen, llamada María.

 Nadie podrá declararse inocente delante de Dios, hasta por haberlo nombrado alguna vez sin necesidad, no será dado por inocente. Así está escrito en Éxodo 20.7 en el tercer mandamiento que dice: “No tomarás  el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano”.

La muerte eterna, es lo más tormentoso que le pueda acontecer al alma. Luego, aparte de ser la paga por los pecados de toda su vida, es la separación y abandono definitivo de parte de Dios. Todo esto, por no  haber aceptado la oferta de salvación que Dios le proporcionó al hombre en la persona de su hijo Jesucristo.

 En esa situación, y sin posibilidad  de cambio alguno es que se encuentran Satanás y sus ángeles, ellos no tienen vuelta atrás,  están solamente en espera de la sentencia final de su castigo; el cual será al final de los días de este mundo. Estos  por haberse rebelado en contra de su creador fueron castigados a pasar la eternidad alejados de Dios.

Posiblemente alguien podrá pensar, que eso del abandono de parte de Dios no es muy relevante, porque de todas maneras nunca lo hemos visto. Sin embargo es bueno tener presente lo siguiente: Al leer en los evangelios el relato de los sufrimientos de Jesucristo, al ser abofeteado, escupido, azotado y clavado en la cruz, él no se quejó en ningún momento de todo eso. Cumpliéndose la profecía de Isaías que revela la actitud de Jesús, el cual en ningún momento se quejó, diciendo así Isaías 53.7: “Angustiado él, y  afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”.

 Sin embargo, al estar en la cruz cuando fue abandonado por su Padre por tres horas, fue cuando clamó a gran voz como con un ruego diciendo: Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado? Esto debería ser suficiente para poder entender que, aunque no le veamos, Dios está con nosotros porque su Espíritu, es parte del ser de cada hombre o mujer, cuyo espíritu vuelve a Dios que lo dio al morir el hombre. Además él es Omnipresente y disfrutamos de su presencia, misericordia y de todo lo que nos rodea.

 Resumen de la muerte segunda.
Solamente  Jesús sufrió hasta ahora, ese castigo del abandono, por esas tres horas; con el fin de que no lo sufriéramos nosotros eternamente. Lo expuesto anteriormente, referente al abandono de parte de Dios, es sinónimo del lago de fuego, es lo que la Biblia nos dice que es la muerte segunda del alma. Como se explicó, la primera fue al enemistarse con Dios debido al pecado, sin embargo Él le concedió al hombre la posibilidad de reconciliarse con Él, y obtener  el perdón  de  sus pecados. La segunda muerte,  será para todos  los que amaron más las cosas de esta vida, que creer y acudir al autor de la vida que es Jesucristo para el perdón de sus pecados, y obedecer su palabra. 

Y pensar, que solamente bastaría creer y reconocer, lo que Jesús  hizo por nosotros para ser salvo, y evitar ese castigo confesándole a Dios el Padre, de creer en Él y que le resucitó de entre los muertos para nuestra justificación.

Un paréntesis.  Antes de continuar con otro tema, es conveniente aclarar, algo que inquieta a muchos cuando se habla de este argumento de la trasmisión a todos los hombres del pecado original. Muchos se podrán preguntar, ¿cuál será el destino de los niños que puedan morir antes de llegar a tener consciencia de sí mismo; y poder discernir entre lo bueno lo malo y su responsabilidad con Dios? Lo primero que tenemos que resaltar aquí es que Dios es esencialmente Justo, y así como no dará por inocente al malvado; tampoco condenará al inocente. (Éxodo 34:7)

Sin embargo aunque esta doctrina de los niños no está bien definida en cuanto al pecado original; no se puede pensar que Dios no lo haya previsto. En la palabra de Dios hay  algunos  versículos de lo que el mismo Jesús dijo, referente a este tema que darán una respuesta y tranquilidad, a los que tengan esas inquietudes.

En una oportunidad Él dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porqué de los tales es el reino de los cielos.” (Mateo 19:14) Como también dijo: “De cierto os digo, que si no os volvéis o hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 18:3) dando a entender, que sí hay una previsión divina para ellos.

Por último un consejo: El que realmente ama sus hijos, y los niños en general, tiene que amar, honrar y buscar a Dios que “hace misericordia por  millares a los que le aman y guardan su palabra.”(Éxodo 20:6) Dios ciertamente salvará hijos, nietos y bisnietos  por generaciones por amor a los que le buscan.

La diferencia entre el hombre y los ángeles.
Aunque también hubo una parte de los ángeles que pecaron, ellos no están sujetos a la muerte física; porque ellos son seres incorpóreos son espíritus. Los cuales por permisión de Dios pueden tomar forma humana. (Como los que se presentaron a Abraham) en Génesis 18.1 y 19.1 

De allí la diferencia existente entre los ángeles y el hombre, ya que ellos fueron creados mediante la voluntad creativa de Dios. Esto significa, que su existencia es producto de su soberanía. Como  por ejemplo cuando en Génesis 1 Él dijo: Sea la luz y fue la luz, produzca la tierra árboles que den frutos, haya lumbreras en la expansión de los cielos etc. De esa misma manera creativa, Él hizo  el mundo angelical; a los cuales  sea en el libro de Génesis como en  el de Job son identificados como  los  “hijos de Dios”.

 Mientras para el hombre aplica una manera completamente  diferente, ya que primero le da un cuerpo (cosa que los ángeles no tienen), siendo la  obra maestra formada por sus manos; de  una sustancia similar a los elementos que contienen la tierra. (Como unos veinticinco elementos) Luego sopló en su nariz espíritu de vida,  llegando a ser un alma viviente. (Solo para completar la idea, es como si revistiera o metiera aun ángel en un cuerpo). De allí que nuestro cuerpo que es materia, es perecedero, pero el alma no perece. Ella es la esencia de la vida del hombre, porque es algo que salió de Dios, y por ese soplo, le dio espíritu y alma al hombre.

Por supuesto que al morir el cuerpo, el alma es liberada y comienza para ella una vida completamente diferente; desligada del cuerpo que ocupó durante su permanencia en esta tierra. Encontrándose en una nueva dimensión en el mundo de los espíritus, donde está Dios y todo el conjunto celestial creado por Él y para Él. Mientras estamos  en la actual situación en el cuerpo, esa dimensión celestial está velada al hombre, hasta el día de la muerte. En el momento de ese cambio, de esta vida a la otra, todos los sentidos y recuerdos permanecen en el alma; los cuales en lugar de perecer con el cuerpo, como se pudiera pensar, estos más bien  son ampliados como se demostrará más adelante.

¿Para que el cuerpo si este es perecedero?
La diferencia de poseer un cuerpo y no tenerlo consiste en lo siguiente: Esa parte física es indispensable para poder convivir con la naturaleza, manejar y utilizar las cosas que nos rodean, ver y comunicarnos con otros seres humanos. Es prácticamente, lo que nos permite estar en contacto con lo físico de este mundo. Al despojarnos de él perdemos esa facultad de comunicarnos con la parte  material de  este planeta; ya que el espíritu del difunto no tiene más contacto físico con los vivientes, ni con este mundo.

Sin embargo si meditamos detenidamente en lo que dice en Hebreos 12.1 nos podemos dar cuenta que los que murieron nos rodean y son testigos de nuestros actos y manera de vivir. Pero por faltarle el cuerpo, no pueden  comunicarse con nosotros. En efecto la Palabra lo enseña así en Hebreos 12:1: “Por lo tanto, ya que estamos rodeados por una enorme multitud de testigos de la vida de fe, quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar. Y corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante”. NTV (Note: que esta facultad de rodearnos y vernos, le es concedida al parecer,  solo a los testigos de vida de fe)

Es lógico que para alguno, esto de seguir viviendo después de la muerte es algo difícil de podérselo imaginar, y mucho menos como explica el anterior versículo, que ellos nos rodean, ven y oyen, para que puedan ser testigos. Pensar luego que al estar separados del cuerpo, se tenga aún mejores facultades de las que teníamos cuando se estaba en él, es aún más difícil de poderlo concebir.

Ya que al no tener más el cerebro, que  es el lugar donde residen todos los recuerdos; al morir se deberían perder  según lo que nos enseñan, toda memoria de los anteriores hechos. Cosa que no es así, ya que los  conocimientos y recuerdos que posee el alma no están basados en esa materia gris del  cerebro; sino en su propia naturaleza, de cómo fue formada por Dios cuya comprensión total sobrepasa todo entendimiento humano.

 Más adelante se podrá ver en un ejemplo que nos dejó Jesucristo de alguien que murió y fue sepultado, sin embargo sus sentidos en el Hades estaban intactos, y muestra  como su alma estaba preocupada por sus familiares. 

Después de la  muerte como sabemos, el cuerpo humano es devuelto a la tierra. Así lo decretó Dios como ya vimos en Génesis 3.19. Sin embargo este castigo o esta fase de la vida ha sido superada y vencida por Jesucristo, que sometió la muerte con el fin de que todos los que crean en Él, puedan volver a tener un cuerpo y resucitar con uno eterno, e incorruptible como el que posee actualmente.

Este será completamente nuevo y vendrá del cielo, no estará compuesto con elementos de esta tierra, ni con los del antiguo cuerpo, que yacen en las tumbas de este mundo, como muchos piensan. El cuerpo de resurrección, aparte de ser celestial por venir del cielo, será de la misma gloria del que tuvo Jesús al resucitar. No tendrá relación alguna con los elementos de esta tierra que fue maldita por Dios, y cuyo fin según lo revela la palabra de Dios será quemada. Así lo explica en 2 Pedro 3.10 diciendo: “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas”.

Los que se aprovechan del dolor ajeno.
Debido a que la separación de un ser querido causa mucho dolor a sus parientes, no faltan en este mundo aquellos que por ganancia, afirman poseer facultades que le permiten comunicarse con seres del reino de los difuntos en el más allá. Estimulando de esa manera esa innata curiosidad humana, o la simpleza  de aquellos que por el dolor y el abandono de un ser querido, se consuelan con la posibilidad que le ofrecen de tener un contacto con el difundo. A parte que estas prácticas están condenadas por Dios en su palabra, no son otra cosa que un conjunto de falsedades y artimañas demoníacas, para engañar a los simples.

Todos tendrán en la vida una oportunidad de saber de Jesús.
¿Quién  podrá decir hoy día que nunca llegó a saber el significado de la navidad y de la que llaman la “semana santa”? cada hombre habrá tenido la oportunidad de saber que a Jesús, lo mataron clavándolo en una cruz siendo inocente. Hasta algunos cargarán un crucifico encima (que de paso no le ayuda para nada),  solo servirá para que responda delante del  Justo Juez de la humanidad: Que hizo con la persona que murió en esa cruz.


 Ya que con ese acto Jesús estaba pagando por los pecados del hombre desde Adán en adelante. Esa es la Luz que vino a este mundo, y muchos no le han hecho caso; por eso que nadie podrá excusarse delante de Dios. Luego aquel que afirma de no creer en nada de eso, que Él se hizo carne, que nació y luego murió por nosotros, ¿será que piensa de ser más sabio e inteligente que esos billones de almas, que sí creen en Dios y en esas fechas de hechos que sí ocurrieron?  


Como está formado el hombre.
El ser humano está compuesto de una Tríada (que es un conjunto de tres elementos especialmente vinculados entre sí). O sea que estamos compuestos por un espíritu, un alma y un cuerpo. En la anterior explicación de la muerte física se mencionó que el hombre fue formado de los elementos de la tierra, así lo leemos en Génesis 2.7: “Entonces, Dios del polvo del suelo, formó Elohim al Hombre e insufló en sus narices aliento de vida, y el Hombre llegó a ser alma viviente”. BTX3

 Analizando este escrito podríamos decir que el polvo es el elemento representativo del cuerpo humano. Con el soplo de vida fue que llegó a ser un alma viviente

Al morir, el hombre se descompone de ese vínculo que lo tiene unido; y cada uno de los tres elementos según lo describe la palabra de Dios, tienen un destino diferente, de la siguiente manera: El cuerpo  como ya hemos visto, vuelve al polvo de donde fue tomado (siendo en su mayoría sepultados). Luego ese aliento de vida, o ese espíritu que Dios sopló en el hombre, vuelve a Dios que lo dio. Así lo enseña en el libro de Eclesiastés 12.7 que dice: “y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelve a Dios que lo dio”.

 Lo que queda de esa “tríada” es el alma, la cual en su peregrinación por este mundo tuvo la oportunidad de  escoger entre dos caminos. Uno el de la vida que conduce a la vida eterna. “a la ciudad Vida”,  y otro el que conduce a la muerte eterna. Dios le presentó oportunamente estos dos caminos. En su momento Dios le dio la misma oportunidad al pueblo de Israel, aconsejándolo por supuesto que tomara el de la vida.

Así lo revela  en Deuteronomio  30.11 diciendo: Porque este mandamiento que yo te ordeno hoy no es demasiado difícil para ti, ni está lejos. No está en los cielos, para que digas: ¿Quién subirá por nosotros a los cielos, y nos lo traerá y nos lo hará oír para que lo cumplamos? Ni está al otro lado del mar, para que digas: ¿Quién pasará por nosotros el mar, y nos lo traerá para que lo oigamos y lo cumplamos? Sino que muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas. He aquí, hoy pongo delante de ti la vida y el bien; la muerte y el mal.

Tomando en cuenta este mismo consejo, que Dios le dio al pueblo de Israel en su tiempo, y  también para nosotros hoy; Resta de parte de cada uno, por cual camino transitar en esta vida. Dios llama a la puerta del corazón del hombre, si este le abre y le invita, vivirá con Él eternamente. Si rechaza la oferta de Dios por medio de Jesucristo, por buscar otros amparos inútiles tendrá su castigo, como dice en Ezequiel 18.4:”He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así  el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá.

En Apocalipsis 14.11 el Espíritu le revela a Juan como será ese castigo diciendo: “y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche”. El peso de la ira de Dios caerá sobre  todos los que amaron más las cosas de este mundo efímero y  perecedero, que la fuente de gozo y vida eterna que Jesús le podía proporcionar al alma en el futuro.

El amor de Dios hacia el hombre.                                                                              Durante toda su vida, y en cualquiera de esos períodos Dios siempre le ha ofrecido al hombre un medio de salvación, una esperanza para restablecer esa relación que fue interrumpida por el pecado; tanto para su alma como para su cuerpo. No nos detendremos en analizar cómo Dios le habló, o le ofreció la salvación en otras dispensaciones; solo dedicaremos este tema, al tiempo en el cual estamos viviendo.

Este en el cual vivimos, es el período de la gracia, palabra que se podría interpretar, como la oportunidad de ser indultado y reconciliado con Dios. Este indulto no es concedido de una manera automática, (como vimos en el ejemplo de la analogía de la ciudad vida) sino a todos los que acuden a Dios buscando justicia y perdón;  como dice en Isaías 55.1 “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed”. Esta gracia está al alcance de todos con solo creer en el sacrificio de Jesús, y lo que nos enseña su palabra.

Dios nos indica cuál es el medio con el cual le habla hoy al hombre. En Hebreos 1.1 dice: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo”. Por supuesto que lo que Jesucristo dijo, y lo que nos ha dejado lo encontramos en la Biblia, que es la palabra y voluntad de Dios para el hombre en los tiempos actuales.   
                 
Un acto de fe, una petición a Dios.
Como ya  se dijo, durante su permanencia en este mundo, de una u otra manera el hombre es informado, que a parte de su cuerpo que es tangible, también tiene un alma. Y Dios en su amor, ha provisto con la muerte de Jesucristo, el medio para salvar su alma con solamente creer y confesárselo verbalmente a Él.

Así lo enseña la palabra de Dios  en Romanos 10.9-10 que dice:”Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor  y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo, porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”. Este es todo lo que Dios requiere del hombre; ya no tiene que traer un cordero para sacrificarlo, hacer votos o promesas, afligir su cuerpo, como suelen hacer algunos  o hacían en otras épocas. Ahora todo ha cambiado para nosotros, basta con solo depositar nuestra confianza de todo corazón en Jesucristo.

En Juan 6.35 en una de sus enseñanzas “Jesús  les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”. Luego hace un llamado general a la humanidad en  Apocalipsis 3.20 diciendo: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.

Ya No estamos sujetos a cumplir todo el ritual establecido en la ley, porque Jesucristo la cumplió por nosotros, y nos libró para siempre de esa maldición, y de la muerte. Como dice en Deuteronomio 27.26 “Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas”. Ya Jesucristo lo hizo por nosotros.

Todo el que cree, tendrá un cuerpo de gloria.
En lo que concierne al cuerpo, el cual después de un período en este mundo perece con la muerte, Jesucristo ha provisto para el creyente uno de gloria, completamente  nuevo, para el alma que se separó de su cuerpo.  Así  lo enseñó diciendo en  Juan 11.25: “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Como también en Juan 6.40 dice: Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”. O sea  que será revestido  de un nuevo cuerpo celestial a semejanza del suyo.

Como se puede apreciar  de la anterior explicación, no es como algunos piensan que Dios nos puso en este mundo y nos abandonó. Él ha provisto una restauración completa para todos los que creen en Él; como también que Él no es un mito, o una leyenda, sino que vive para cumplir todo lo que ha prometido. Solo requiere del hombre su confianza para creer que realmente existe. Como dice en  Hebreos  11.6  “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”.

Dios requiere de nosotros una confianza plena en Él, una  fe desinteresada, quiere ser amado por el hombre, porque somos obra de sus manos y nos ama profundamente a tal punto que dio su vida por nosotros. Él podría mostrarnos anticipadamente todas las cosas que tiene preparadas para los que le aman, en esa dimensión desconocida para  nosotros; y seguro estoy que por nuestra manera de ser, y por el interés, todos  le amaríamos  y creeríamos en Él. Pero esa no es la manera  como Dios quiere las cosas; Él quiere que se le ame por lo que él es, por ser nuestro hacedor, y por lo que hizo para salvarnos.

Así dice en 1 Corintios  2.9 “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman”. Como también le dijo Jesús a Tomás en Juan 20.29: “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron”. Dios no admite que se dude de él, sea por toda la maravillosa creación que nos circunda, como por ser nosotros obra de sus manos, y su obra maestra.

El día de la muerte.
 La muerte la debemos aceptar resignadamente, porque sabemos que es algo ineludible, que ha venido ocurriendo desde los albores de la raza humana; ni la ciencia con todo su avance la ha podido frenar o combatirla. Sabemos que la muerte seguirá todavía por un tiempo dominando en esta vida, hasta que tanto ella como el Hades (que es el reservorio de sus víctimas), sean destruidos por Dios. Como dice en Apocalipsis 20.14 “Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda”.

Mientras esto no acontezca, hay una ley decretada en la palabra de Dios que no puede ser abrogada, en Hebreos 9.27 que  dice: Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio. Debido a que esta ley no puede ser cambiada, solo nos queda conocer algo más de lo que la palabra de Dios nos revela, de lo que realmente acontece después de la muerte.

El hecho que nadie ha regresado del más allá, para podernos contar, o dar una exacta información de los misterios que envuelve esa dimensión, es la razón por la cual muchos tratan de evitar hablar de ella. (Aparte de unos CD aborrecibles, y mentirosos de unos relatos de un grupo de Jóvenes que visitaron tanto el infierno como el cielo) Es la razón por la cual algunos  evitan abordar el tema, o de pensar sobre el problema de la muerte y el destino del hombre. Sin embargo, decir que nadie ha regresado de esa desconocida dimensión, también es una falacia, porque tenemos relatos de  por lo menos tres, que tuvieron esa experiencia, por la soberana voluntad de Dios que murieron y luego regresaron a este mundo. 
                          
Uno de los cuales es Jesucristo, el cual ya no puede volver a  morir, su regreso es por la eternidad. A  pesar de eso, muchos no creen en Él y muy pocos se interesan en  sus escritos y enseñanzas.

Los  otros dos, solo resucitaron por un breve período de tiempo a este sistema de vida,  por  la expresa voluntad de Dios que son Jonás y Lázaro. Por supuesto que luego volvieron a morir; ellos hubieran podido contarnos algo de ese lugar, y es probable que lo hicieron, pero no llegaron hasta nosotros, ni quedaron relatos escritos, ni testimonios verbales que pudieran informarnos al respeto. De Jonás la palabra dice: “que desde el Seol (o Hades  que es el lugar de los muertos) él clamó y Dios oyó su voz” (Jonás  2.19) esto denota que estuvo en ese lugar.

 Algunos piensan que Jonás se mantuvo vivo en el vientre del pez, como el famoso personaje “Geppetto del cuento de las aventuras de Pinocho”, que vivía en el vientre de un pez. No, Jonás  murió y Dios lo resucitó, y lo acontecido con él;  sería usado con el pasar de tiempo por Jesucristo, como un tipo de su muerte y resurrección. De Lázaro sabemos que su cuerpo estuvo muerto por cuatro días, seguramente su alma como la de Jonás, también estuvo en el Seol aunque no tenemos información.

  Sin embargo, esta es una experiencia que está reservada para cada viviente de este mundo. Unos primero otros después la muerte tiene su tiempo para llegar a cada uno. Puede tardar, pero podemos estar seguros que ella vendrá al tiempo establecido. Lo sabio del hombre prudente es estar seguro con Jesucristo, para la  salvación de  su alma. 

 La realidad de los que ya se fueron.
Posiblemente no nos hemos detenido suficientemente a pensar, que muchos de los que hemos conocido ya no se encuentran con nosotros, porque ya emprendieron ese viaje al más allá. Cuando nos tomamos un tiempo para meditar en eso, viene  a nuestra mente, ¿Dónde están ellos  en este momento, desaparecieron para siempre? No, todos ellos están en ese mundo espiritual donde también estaremos un día cada uno de nosotros. La muerte no respeta edad, sexo, rango o posición económica; le llega al rey, como al plebeyo. Cuando llega nadie está en la posibilidad de negociar con ella.

Hay quienes viven como si ella no llegara nunca, sin saber que está siempre en asecho. Haciendo luego una comparación, con los años que vivieron nuestros primeros padres, que llegaron a vivir casi mil años;  se podría decir que la vida hoy día es corta, la muerte es una realidad, y la eternidad nunca termina. Razón por la cual todo ser humano debería interesarse más por su alma que es imperecedera, que por su cuerpo que tiene una vida relativamente corta. De todas maneras  no debemos descuidar su bienestar, para poder vivir de una manera saludable y libre de problemas.

Al llegar a una cierta edad, los jóvenes  comienzan a soñar, tener grandes esperanzas y ambiciones por lo que la vida les puede ofrecer. Se comienza trazar metas de estudio, una familia, una casa, un auto, y nadie piensa o se prepara para el momento de la muerte y el encuentro con nuestro creador.

No que debamos prepararnos para ese día o momento específico, en que tenemos que despedirnos de este mundo, ya que es algo impredecible e inevitable; sino cuidar lo que concierne al destino del alma que en el preciso momento de la muerte, se determina de manera automática su destino final.

Seguramente cuando se hacen planes para el futuro, casi nunca se toma en cuenta nuestra permanencia  en este mundo, como tampoco  se considera el destino del alma en esos planes. Siendo  el tiempo de vida que tenemos aquí, la oportunidad que se nos concede para buscar  la presencia de Aquel que nos dio la vida. Seguramente el apóstol Santiago viendo como actuaban algunos creyente les advierte en Santiago 4.13-15 diciendo: ¡Vamos ahora!, los que decís: «Hoy y mañana iremos a tal ciudad, estaremos allá un año, negociaremos y ganaremos», cuando no sabéis lo que será mañana. Pues ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello»”. 

 Casi nunca se piensa en ese día que nos tocará  a nosotros; cosa que normalmente vemos que  Está muy lejos, aunque  ella está siempre lista  para llevarnos, al momento de tener la oportunidad. Porque no tiene un parámetro fijo para podernos guiar. Pero aparte de todo lo que se pueda decir, una cosa es segura: que ella sella el destino final del alma.

Al llegar ese momento, y encontrarse el alma en ese sitio, se hallará  con las realidades que alguna vez le dijeron en esta vida: La primera será la de comprobar que solamente hay dos sitios para la humanidad; uno para los redimidos  por la gracia de Dios, y otro para los que fueron rebelde al llamado divino, que amaron más las cosas de este mundo que al Salvador. (Allí no encontrará nada de esas falsedades del sueño del alma, la reencarnación, o de esa antesala del cielo llamada purgatorio).

La otra sorpresa para los creyentes será: que al llegar al lugar de los redimidos el paraíso, se podrá observar que algunos de los que creíamos de encontrarlos allí no estarán. Como también la sorpresa de encontrar  a otro de los que pensábamos que no  estarían, verlos allí junto con los redimidos en ese lugar. Por último, nos alegraremos con los que lucharon hombro a hombro en este mundo siguiendo a  Jesús, el autor de la vida.

Para muchos  morir es solo el proceso de la vida.
Diariamente oímos  o leemos lo que acontece  en  países como Somalia, en el Cuerno de África, la India y otras naciones, miles están muriendo cada día de hambre, por guerras, actos de terroristas, cólera, enfermedades, en otros sitios por catástrofes, inundaciones, amenazas de guerra, como guerras  en varios países y todo nos parece como si eso fuera normal. Como son lugares lejanos, eso no nos impresiona, o sólo  nos afecta en ese momento que recibimos la noticia.

Luego cuando  muere un vecino, un conocido, un amigo, comenzamos a pensar en eso. Sentimos un pesar pero eso es solo por unos días, y volvemos luego a la rutina, y todo pasa al olvido. Donde se recibe una mayor conmoción, es cuando desaparece uno de la familia, una madre, padre, hermano, hijo etc. Donde esa persona querida deja un vacío en nuestro ser; la que vimos y asistimos hasta el último momento, viendo cómo iba debilitándose, hasta despedirse por completo y para siempre, de esta vida y de la  nuestra.

Al ver ese cuerpo inmóvil que está delante de nosotros, es cuando comenzamos a pensar: ¿qué pasó ahora con él o ella? ¿Dónde está en este momento? ¿Será verdad que su alma sigue con vida? ¿Podré cuando yo parta, reconocerlo-a,  y volverla a ver? ¿Puedo pedirle a Dios que se apiada de su alma? Estas y otras tantas preguntas o reflexiones llegan a nuestra mente, de las cuales no tenemos  una aparente respuesta; y todo escapa al razonamiento y a la experiencia. Sin embargo todas las respuestas a esas preguntas, se encuentran en los relatos y escritos que Dios le proporcionó al hombre en la Biblia.

Solamente en ella, se podrán encontrar todas las respuestas y las verdades, a todas estas incógnitas, porque son los escritos que  Dios les proporcionó a los humanos, para que allí puedan encontrar las respuestas, para todas las circunstancias de esta vida, como las que nos esperan en el futuro. Pero siempre estamos tan ocupados, cansado, o preocupados  que no tenemos tiempo para leer el testamento que Dios le dejó  a la humanidad.

En algunos casos, el intenso dolor por la pérdida de un ser querido, trastorna de tal manera a la persona afectada por esa desaparición, que en el giro de unos meses llegan a ser en lo físico casi irreconocibles. Conocí una elegante y bella señora que perdió su joven esposo; el dolor y la desesperación que embargaron su vida la cambiaron totalmente.

Cuando la volví a ver después de algunos meses casi no la reconocía por lo demacrada que estaba;  y todavía el argumento de su conversación era la pérdida de su esposo. Acompañando  por supuesto su dolor con la sólita pregunta, ¿Por qué me tuvo  que pasar esto a mí?

Es difícil dar una respuesta a esa pregunta, y eso sucede cuando no tenemos claro que somos como dice la palabra de Dios, igual a la flor del campo. El Salmo 103.15 dice: El hombre, como la hierba son sus días; Florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar ya no la conocerá más.

Todo termina, nada es permanente en el mundo.
No  solamente el hombre está sujeto al ocaso, también pasa con todas las cosas. Hacen algunos años como 30 o 40, era un buen negocio tener un estudio fotográfico, se hacía cola  para entregar o recibir las fotos ya reveladas. ¿Pondría hoy día usted un estudio fotográfico, con todas esas cámaras digitales que hay en el mercado? Lo mismo con los abastos de víveres, el pez grande (los supermercados) se han comido los pequeños. Que diremos de los más famosos  imperios; Tenemos la historia de Asiria, Babilonia, Persia, Egipto, Grecia, Roma. Todos ellos  que un día fueron y ya no son.


Y el actual de este siglo XXI al cual se le atribuye el pseudónimo  de imperio,  por la influencia que pretende tener sobre otras naciones;  ya está en ese lento pero seguro  proceso de  decadencia. Muchos de los que viven hoy día presenciarán su inminente caída. Nada hay permanente en este mundo, solo Dios permanece para siempre. Como dijera el sabio Salomón –“todo es vanidad y aflicción  de espíritu en esta tierra”.   

 La entrada  consecuencias del pecado.
Lo que se debería tener siempre presente en nuestra mente es: que la muerte no es el final de la vida, sino todo lo contrario y podríamos decir que es el verdadero inicio. Desatender este consejo, evitar de pensar o de instruirnos sobre este tema, es el error más grande que podamos cometer en nuestra vida terrenal. Porque la que vivimos  es solo  pasajera y limitada, pero la espiritual es eterna.

Ya hemos visto que la muerte es la consecuencia del pecado  como dice en Romanos 5.12  “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”.

Es evidente que  Adán desobedeció deliberada y voluntariamente la orden dada  por Dios, de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. La advertencia era clara: “Porque ese día moriría”. (Génesis 2.17). Al desobedecer a parte que su alma  murió espiritualmente al momento; se efectuó un cambio impensado para él, ya que siendo hasta ese momento un súbdito de Dios, pasó a ser esclavo del pecado y de Satanás. Debido a  que demostró, de no ser una persona leal y obediente a su creador.
Por  supuesto a Dios no le quedaba otra cosa, que ejecutar el castigo prometido. Cuya sentencia la tenemos en Ezequiel  18.4 que dice: “He aquí que todas las almas son mías;  como el alma del padre, así  el alma del hijo es mía;  el alma que pecare, esa morirá”. Así que, la muerte es una consecuencia  del pecado. Ya que si no hubiera habido el pecado, tampoco hubiese existido la muerte. 

Anteriormente vimos que existen, muchas teorías y opiniones  sobre la muerte y lo que le espera al alma después de esta. En su mayoría todas tienen como fin minimizar, ocultar y alejar de  la mente humana, la cruda realidad  de lo que acontecerá con el alma después de la muerte. Dependiendo esto por supuesto de la actitud asumida, durante su vida en este mundo; de haber o no buscado la reconciliación con Dios por medio de Jesucristo.

 De todas maneras se exhorta en creer que la única autoridad, y verdad sobre el destino del alma o lo que acontece después de la muerte (aunque  no en todos sus detalles), solamente se puede encontrar en la Biblia.

El consejo más importante que  encontramos en ella, para evitar el castigo es: El de buscar  a Jesucristo como el único mediador que puede  reconciliar el alma humana con Dios. Así está escrito en  1Timoteo 2.5 que dice: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”. De manera que de nada servirá recurrir a otros mediadores o santos para reconciliarnos con Él.
Como también lo dice en 2 Corintios 5.20  “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios”.

La parte intangible es responsable del pecado.
El alma es, esa parte intangible e imperecedera de nuestro ser; es ese yo, esa mente que mora en nosotros, que piensa, razona, y está consciente si nuestras actuaciones son buenas o malas. Es la parte espiritual  de nuestro ser, que se relaciona por medio del cuerpo con todo lo material de este mundo.

Cuando  Dios le dijo a Adán que de desobedecer su mandato moriría, no se refería específicamente a su cuerpo. Esto lo demuestra el hecho que él murió novecientos treinta años después que cometió la transgresión. Se trataba de la muerte del alma, de esa comunión que él disfrutaba con Dios antes de transgredir el mandato que había recibido. El pecado al momento creó una enemistad entre el creador y la criatura. Fue eso lo que en ese momento murió.

Por supuesto que la muerte del cuerpo le seguiría a su tiempo, esto causó también que fuera  echado de ese huerto, que Dios había preparado para ellos. Sin embargo esto no quiere decir que Dios se enemistó con la pareja como lo haríamos nosotros. Ya que Dios comenzó a instruirles  adecuadamente, con todo lo que tenían que hacer, para alcanzar la reconciliación  con Él. Esto sería por medio del sacrificio de un ser justo (su Hijo), aunque por supuesto tendría que sufrir las consecuencias del pecado y la maldad que estaría en el mundo.

Ahora bien, debido a que  el alma es esa parte intangible de nuestra existencia, muchos la ignoran sin saber que: A parte de ser eterna, ella es la que sufrirá directamente las consecuencias  del pecado. Aunque los haya cometido utilizando el cuerpo. Es muy importante notar que, aunque el matar, robar, fornicar, adulterar etc. Son pecados  que se cometen con el cuerpo,  Dios no lo hace responsable a él sino al alma. Así lo afirma como ya vimos, su palabra en Ezequiel 18.4 que dice: “He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así  el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá” (Refiriéndose a  la muerte segunda).

Aunque  ese versículo no condena, ni insinúa el castigo  para  el cuerpo, también este  moriría, ya que para él la muerte es segura. Y para Dios el cuerpo no es otra cosa que polvo de la tierra; pero sí, menciona que morirá el alma, esa parte que compone nuestro ser. Sin embargo se puede  entender, que aún el cuerpo a causa del pecado, y como consecuencia de violar las leyes de Dios y la de las autoridades  puestas por Él; sufrirá en carne propia esos  castigos terrenales, como azotes, cárceles, y a veces hasta la pena de muerte, por esas mismas autoridades.

Por supuesto que  todo eso escapa de la mente de muchos, como también rehúyen en pensar en el hecho, que de no reconciliarse con Dios tendrán que sufrir eternamente en el infierno lugar preparado para Satanás y sus ángeles caídos.
Una esperanza para el alma.

Sin embargo, junto con la advertencia del castigo, Dios en su amor le dio  una gran esperanza al hombre; el de ser reconciliado por medio de su Hijo Jesucristo, para una vida eterna de paz y gozo. Seguramente no faltará aquel que diga: ¿por qué tengo yo que pagar las consecuencias de la falta que cometieron Adán y Eva? No, de ninguna manera, nadie paga por otro, cada uno pagará  por sus propios errores y pecados. Caín no será culpado por el pecado de su padre Adán, sino por haber matado a Abel su hermano. Aunque sufrió las consecuencias del pecado de Adán no se le imputará el de su padre.

Se puede resumir la anterior explicación diciendo: Que así como Adán y Eva se convirtieron en transgresores, todo aquel que nacería de una pareja de pecadores traerían el estigma, o el germen del pecado en sus vidas. En efecto vemos como rápidamente se manifestó en Caín, el cual  primero se molestó con su hermano, que  no tenía culpa alguna, que a Dios le agradara su ofrenda, más que la de él. Luego descargó su malestar en Abel matándolo. Aunque en ese tiempo no había la prohibición de la ley del  sexto mandamiento “no matarás”, su conciencia lo acusaría de haber hecho algo malo.

Abel por su parte solo cumplió con la enseñanza recibida de su padre de ofrecer un cordero, símbolo de aquel que los redimiría en el futuro. Entendió perfectamente lo que Dios le enseñó a su padre, y al ser trasmitido a ellos acató el mensaje de Dios. Razón  por la cual  su ofrenda le agradó por estar conforme a su plan del sacrificio redentor que había prometido para rescatar al hombre. de manera que Abel actuó por fe y fue justificado, así habla la palabra de él en Hebreos 11.4 que dice: “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella”.

El  remedio al temor de la muerte.
La única manera de alejar de nosotros el temor a la muerte es amando a Dios, así lo expresa su palabra en 1 Juan 4.18 diciendo: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”. No es haciendo buenas obras, promesas, sacrificio, oración y ayunos, que agradamos  a Dios; cosas  que además de nada ayudan para ahuyentar ese temor. La única cosa que es realmente eficaz es amándole a Él y conociendo de cerca a Jesucristo. Solo al poner toda nuestra confianza en sus promesas y amor hacia Él estaremos completamente confiados. Porque con  Dios no se negocia, prometiéndole algo, o haciendo algo a cambio; Él no necesita nada de nosotros, todo lo que tenemos proviene de él.

Al depositar nuestra confianza absoluta en Él, se alcanzará la paz interior del alma, y  el conocimiento; como la firme convicción  que después de esta vida recibiremos la bienvenida en el cielo por Aquel que murió por nosotros. Por medio de esa obra redentora de Jesucristo, donde la muerte viene siendo la puerta de acceso a la gloria que Dios tiene preparado para nosotros. La muerte para el que tiene fe en Dios, ya pierde su fuerza como dice en 1 Corintios 15.54 Sorbida es la muerte con victoria.

Alguien podrá argumentar, ¿Por qué si la muerte como elemento de castigo fue vencida  por Jesucristo al resucitar, todavía persiste? Ella queda como una constante advertencia para los vivientes, de las consecuencias del pecado, y que cada día nos acercamos más a ese momento cuando tendremos que presentarnos delante de Dios.

De todos modos, para el creyente, la respuesta a esta pregunta es: Los sufrimientos y el dolor que esta  pueda ocasionar, ya no es de naturaleza penal para el alma, aunque el cuerpo perece como castigo por el pecado. Porque Jesucristo nos perdonó y nos hizo hijos de Dios, así  lo dice en Juan 1.12 “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”.

El lamento del que desobedece.
Al contrario de lo que realmente representa la muerte para el creyente, para el incrédulo cuando le  llega, sí es de naturaleza penal para su alma, y lo peor de todo es: que ya no hay manera posible para evitar el castigo. Porque se encontrará en un ambiente donde ya no hay regreso; no habrá esperanza alguna de remediar cualquier error que se haya cometido durante la vida en este mundo. Allí no se  contará con alguna de esas llamadas “palancas de amigos”, compadrazgos, conocidos  o un juez corrupto para pactar con él.

El salmista David en el salmo 23.4  nos da una idea de lo confortante que será  para el que ama a Dios, estar en ese más allá y contar con la compañía del Señor al decir: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque TÚ estarás conmigo; TU vara y tu cayado  me infundirán aliento”. Todo lo contrario será, para el que no ama a Dios, ese sitio será lugar de remordimientos y temor, sabiendo lo que le espera, sin tener alguien a su lado que le acompañe y le de ánimo, porque es un valle de sombras y de muerte.

Para el impío, la muerte  es la puerta al castigo eterno del alma. Desde  ese momento ya no tiene posibilidad alguna de tener otra  oportunidad, debido a que su tiempo de buscar  a Dios concluyó al dejar este mundo. Como dijo Dante, el escritor de “la Divina Comedia”, al referirse con su alegoría a la puerta del Infierno, él escribió que al llegar a ese sitio en la  puerta de entrada había un escrito  que decía: “Perded toda esperanza los que por ella entráis”.

Será vano  esperar que alguien que viva en este mundo pueda interceder a favor de su salvación, o como algunos enseñan, que pagando una misa en favor del difunto puede hacer algo por él, o comprando una indulgencia, como lo hacían y enseñaban en el pasado. O como decían: que al sonar las monedas como pago en el fondo del arca, el alma del difunto salía del purgatorio (que de paso no existe). Todos estos son remedios inútiles, promesas huecas sin ningún respaldo bíblico, que algunos líderes religiosos difunden, haciéndole  creer a los simples, que puedan estar adoloridos por la pérdida de algún ser querido, al darle una falsa esperanza.

El recibimiento de creyente. Al dejar esta vida, tanto  el cuerpo  del creyente como el del impío son iguales; considerándolo  por el  normal proceso de su partida de este mundo. Solo se podrá diferenciar por los recursos de la familia del difunto. Sin embargo al cruzar esa barrera y al entrar en esa otra dimensión que nos ha sido velada, hay dos diferentes caminos, como también la el recibimiento del alma en ese ambiente. En efecto, el creyente será recogido por seres  celestiales que le estarán esperando, según lo revela la palabra como veremos más adelante; para llevarlo al paraíso (el antiguo seno de Abraham), el sitio de consolación y reposo, preparado para los que aman a Dios.

En el momento de dejar este mundo el alma se dará cuenta, del gran valor que tuvo el haber buscado  a Jesucristo para ser perdonado de sus pecados para la salvación de su alma. Al traspasar esa frontera entre este mundo y el del más allá, su alma  será recibida por ángeles y llevada donde estará con el Señor y los redimidos de todas las épocas;  hasta ser revestido de un nuevo cuerpo de Gloria.

Así lo enseñó Jesús, en ese único e importante relato donde da a conocer lo que acontece con el alma al separarse del cuerpo después de la muerte. Que se encuentra en Lucas 16.22-23 diciendo: “Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham, y murió también el rico, y fue sepultadoY en el Hades  alzó sus ojos, estando en tormentosy vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. 

La suerte del impío en el más allá.
Como se puede apreciar del anterior relato acerca del rico y Lázaro, que  desde el momento de abandonar este cuerpo y esta vida, hay un trato diferente para el alma,  sea para las que son de Dios, como para las que no son de él. Ya que al morir el rico solo menciona que  fue sepultado, y que  se encontró en el Hades, que es la antesala del Juicio.

Estando allí  su alma adquiere un pleno conocimiento de su situación; es importante notar que para  él no hubo recibimiento alguno de parte de los ángeles de Dios. En ese momento de su existencia se da cuenta de su situación y comienza su aflicción, al estar consciente de no haber hecho caso a las cosa de Dios; mientras tuvo la oportunidad de buscar la salvación que ofrece Jesucristo cuando se tiene la oportunidad en esta vida.

O de las veces que por medio de algún conocido, le llegó  un mensaje, o algún tratado que contenía el plan de salvación que Jesucristo le ofrecía al ser humano.  Ahora se lamenta  por no haberle hecho caso, ni de haberse preocupado siquiera de leer o investigar sobre el tema de lo que le acontecería al alma después de la muerte. Aun habiendo tenido en sus manos esa Biblia que le regalaron o compró, que contenía los consejos de Dios para salvar su alma de la muerte al  encontrar a Jesucristo.

Estando ahora en ese sitio, recuerda los acontecimientos de su vida como en una película. Cuando su esposa, esposo o algún creyente iban a la iglesia para oír la palabra de Dios, él consideraba esas actitudes como fanatismos religiosos, o una pérdida de tiempo. No podía entender, como hombres y mujeres podían creer en esas cosas espirituales, tales como salvación del alma, paraíso, infierno etc.

Hasta tomaba en broma la advertencia que Jesucristo era el único camino para la salvación de su alma. Y siempre ponía una excusa, cuando lo invitaban para oír la palabra de Dios, alegando estar ocupado, o que no tenía tiempo. En ese sitio tendrá suficiente tiempo para meditar en ese irreversible error.

Igual a los futuros yernos de Lot, cuando éste les advirtió del peligro  de la destrucción de la ciudad de Sodoma en Génesis 19.14 que dice: Lot salió para hablar con sus futuros yernos, es decir, con los prometidos de sus hijas y les dijo ¡Apúrense! ¡Abandonen la ciudad, porque el Señor está por destruirla! Pero ellos creían que Lot estaba bromeando. Pues  por no haberles hecho caso a esa advertencia, no pasarían ni doce horas, cuando perecieron en ese juicio que vino sobre la ciudad de Sodoma; y  ambos se encontraron en el Hades lamentándose eternamente por no  haber creído  en las palabras de Lot.

Después de la muerte, cuando el cuerpo yace sepultado, inerte y descompuesto en la tierra,  es cuando nos daremos cuenta, que la esencia de esa vida terrenal que tuvimos, solo consistía en el alma. La cual después de la muerte sigue con vida,  y esta  utilizaba y dirigía el  cuerpo; y ahora al estar separado de él, el alma está enfrentando la realidad de sus  hechos tanto de los positivos, como de sus errores. 

Lo que la palabra enseña del más allá.
A este punto algunos podrán pensar, que todo lo expuesto, y leído  en los párrafos anteriores es pura fantasía de la mente humana, o del que explica este tema. Pues  no,  todo lo expuesto está respaldado por la Palabra de Dios. En efecto en Lucas 16.19-31 Jesucristo dio a conocer la situación de lo que acontece con el alma después de la muerte.  Cosa  que no le había sido revelado al hombre  hasta ese momento.

Solo Jesús podía enseñar, dar a conocer y describir con detalles por medio de ese relato las condiciones del alma después de la muerte. Se podría con toda certeza decir: que esa historia, es “el corazón del tema del más allá”. En el cual se nos enseña que en ese lugar llamado Hades, antes de la muerte de Jesucristo había dos sitios separados por un gran abismo, donde estaban todos los que murieron en las diferentes edades comenzando con Abel que fue el primero en estrenarlo. En un lado estaban todos los que por fe creyeron en las promesas de Dios, y en el otro los que oyeron pero tuvieron en poco una salvación tan grande.

Después de la muerte de Jesucristo, Él descendió al Hades, presentándose a los que estaban en ese sitio como el cumplimiento de la promesa redentora, honrando esa fe que depositaron en Dios, que enviaría  un Salvador. Desde ese momento todo los que depositaron su fe en ese cordero, Jesús los trasladó a otro lugar. Posiblemente a ese paraíso que le prometió a uno de los dos malhechores que fueron crucificados junto a Él diciéndole: “hoy estarás conmigo en el paraíso”. Quedando desde ese momento el Hades solamente para los injustos y desobedientes a la voluntad de Dios para el hombre.   
    
Solo restaría por preguntarnos si con ese escrito, Dios le dio una certera enseñanza a la humanidad; sobre los dos destinos del alma en el más allá. Si no nos hubiese avisado con ese ilustrativo relato; de que no hay un tercer lugar ni una segunda oportunidad al dejar este mundo, estaríamos todos con esa duda sobre el destino del alma.   

Es conveniente  aclarar, antes de leer el siguiente pasaje bíblico, que algunos intérpretes con el fin de ocultar  la cruda realidad de este relato, dicen que esta es una parábola. La cual, de ser así como ellos dicen solamente tendría un fin didáctico, que por analogía o semejanza se puede obtener una somera enseñanza del tema,  concerniente al más allá de la vida de este mundo después de la muerte. 

 Estos argumentos son para suavizar una indiscutible realidad, que solamente Jesús que conocía el más allá, podía revelar con el fin de que supiéramos algo más de esa dimensión, y lo que le espera a todos los humanos grandes y pequeños en sus rangos.
 Al respeto se dirá que la siguiente narración no es una parábola, sino un hecho que hay que considerarlo como real, ya que en ningunas de sus parábolas Jesús utilizó nombres propios, de seres que realmente existieron como Abraham y Lázaro. También al leer, hay que tener presente que los cuerpos de los tres que se nombran en el relato; al  momento que Jesús narra la historia, estaban muertos y sepultados en sus respetivas tumbas. Lo que Jesús quiere enseñar con esto es: Lo que realmente acontece con el alma después de dejar este mundo; que se crea o no, no cambia en absoluto lo que él enseñó.     

La historia del rico y Lázaro en  Lucas 16.19-31:
La enseñanza que Jesús nos dejo dice lo siguiente: Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultadoY en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, (esto se refiere a lo que ellos escribieron) tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos”.

Si consideramos que el anterior relato es una enseñanza del Señor, que nos dejó como una información real de lo que aconteció con esos tres hombres el ese sitio del más allá; cada individuo debería pensar muy bien en qué lado va a estar su alma después de partir de este mundo. En ese relato bíblico, el Señor enseña muchos aspectos  de lo que acontecerá después de la muerte.

En efecto  vimos, para nuestra enseñanza, que unos estaban en un lugar de consuelo, mientras el otro estaba en un sitio de tormento y sin esperanza de una segunda oportunidad. También enseña que no hay manera alguna de pasar de un lado para el otro; ni la posibilidad de regresar a este mundo desde ese sitio. Luego en  la forma como se vieron, conversaron, y recordaron cosas; nos da a entender que la vida, conciencia y sentidos, continuaban en ellos, aun sin poseer el cuerpo que dejaron en esta tierra.

Seguramente alguien que lee el anterior pasaje bíblico, como una lectura común y corriente, sin meditar o reflexionar en su contenido; es  muy posible que al leer como ellos  se comunican entre sí, se hablan, se ven y reconocen; escape de su mente que estos protagonistas que Jesús utilizó,  es ese relato son incorpóreos. Son sus almas que tuvieron esa conversación, se vieron y recordaron; Ya que sus cuerpos están en sus respetivas tumbas en esta tierra. Surge entonces la pregunta: ¿con que ojos veían, con que boca ellos podían comunicarse o hablar, con qué cerebro podían pensar y recordar cosas, si sus cuerpos  y miembros, no estaban con ellos sino en sus sepulcros?

La respuesta es, que todos los miembros de nuestro maravilloso cuerpo están dirigidos y controlados por el alma, aunque se nos dificulte en darnos cuenta de eso; por cuanto creemos que el cuerpo lo es todo y lo hace todo. En cambio y como enseña el relato, cuando el alma se desprende de él, tiene aún mejores sentidos y facultades de los que tenía estando en el cuerpo. Dios al crear al hombre le puso límites a las facultades que le concedió al hombre.

 Como un ejemplo de esa amplitud se puede notar, en  los siguientes detalles: Si ellos estaban separados de una gran sima o abismo, ¿cómo podía el rico reconocer a Lázaro y Abraham a esa distancia? Por la otra facultad que explica al decir “vio de lejos” y “dando voces”, estos son términos que dan a entender que la distancia en esa dimensión es relativa al igual que el tiempo.

 La oportunidad del hombre de buscar y hallar a Dios, como ya se ha mencionado, la tiene solamente durante el tiempo que se le concede de vida en este mundo. Después  de ese período ya no hay más oportunidad. Bien lo dijo el profeta en Isaías capítulo 55.6  al decir: Buscad a Jehová mientrapuede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Porque al partir de este mundo no hay más posibilidad de buscarle; en justicia solamente le será  asignado  el lugar que él escogió durante su permanencia en esta tierra; el cual será por toda la eternidad.

El creyente frente a su partida de este mundo.
Debido a que Dios ha puesto en todos ser viviente un instinto de conservación de la vida, se puede entender y es normal, que en lo que podamos protegemos nuestro cuerpo de todo peligro. Sin embargo para el creyente el morir no debería ser motivo o causa de pavor. Aunque sabemos que muchos de los hombres de Dios desde tiempos antiguos aunque tenían claro lo que les aguardaban al dejar este mundo, le tenían un respetuoso temor al incógnito.

 La palabra de Dios nos dice que el mismo Jesús al saber que había llegado la hora, que  iba a ser entregado en manos de pecadores, para cargar con el pecado de la humanidad, y luego ser abandonado por su Padre, clamó con ruegos y súplicas. En el libro a los Hebreos 5.7 comenta esa situación de la  siguiente manera: “Quien en los días de su carne, habiendo ofrecido ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía rescatarlo de la muerte, fue oído a causa de su sumisión. No había manera de evadir la misión por la cual él mismo se había ofrecido, dejando su trono de gloria por amor de nosotros. Pero  en esa situación como humano le clama al Padre aun sabiendo que no había otro medio; el cual le oyó, resucitándole de entre los muertos.

Sin embargo la palabra nos da la seguridad de lo que le espera al creyente. En Apocalipsis 14.13 dice: “Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen”.

Dos tipos de Creyentes.
Aunque el que cree y confía en Jesucristo,  sepa lo que le espera después de la muerte, siempre hay  un cierto temor cuando se trata de partir hacia lo desconocido. Aun estando consciente que es mejor estar con el Señor, el cual nos ha librado del temor de la muerte eterna; siempre hay una cierta reserva hacia lo incógnito. Solamente el que ha madurado espiritualmente como el apóstol Pablo puede decir como él dijo en Filipenses 1.22-24:”Pero si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger: De ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo,  lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros”.

Se podría concluir diciendo que la mejor posición de un creyente equilibrado es: la de no temerle, y verla como la línea que separa la vida presente, de la verdadera y eterna del porvenir. Estar persuadido, y vigilante sabiendo que la salvación es segura y nadie se la puede quitar. A tal punto que se pueda estar convencido que esta vida terrenal no tiene tanto valor, como la venidera.

Sin embargo en ningún momento se debe desear la muerte, ya que el peregrinar por este mundo se puede  catalogar como la “universidad de la vida”. Y necesitamos vivirla para  aprender de ella más que podamos; hasta que nos graduemos y seamos llamados por el Señor, para comenzar una vida nueva y eterna.  

El perfecto conocimiento del Justo. 
Para el creyente la tumba ya no es un camino sin salida, o el fin de todo como algunos  maestros religiosos enseñan a sus feligreses. Con el propósito de alejar de sus mentes el castigo que le espera a los incrédulos, y ateos, como a los desobediente a los mandatos de Dios. Permitiéndole  de esa manera, vivir una vida despreocupada, sin pensar en  el juicio que le espera a los que no buscan el camino de Dios para la vida, que es Jesucristo.

 Para el Justo es el camino, que desde un conocimiento limitado  de las cosas, va hacia esa luz de la perfección como dice en  Proverbios  4.18  “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, Que va en aumento hasta que el día es perfecto”. Hasta que se llegue a esa meta donde se aclararán todas las incógnitas.


Al cruzar esa barrera acontecerá lo que dijo el apóstol Pablo, que podremos lograr ver  las cosas de una manera más clara y no como por un espejo en la obscuridad.  Así lo describió el apóstol  en 1Corintios 13.12  Ahora vemos como por un espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido”. Al alcanzar el alma esa meta se completa el conocimiento, llegando a la perfección total.           

La meta del justo: ser como Cristo.
Otro aspecto importante, adquiridos por el hombre con la caída de Adán, ha sido lo que  el mismo Dios afirmó después de ese acto de desobediencia; al decir en Génesis 3.22: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre”. Con esto Dios reveló la naturaleza de ese cambio que se efectuó en el ser humano. No se trata ahora de analizar si eso en sí era algo malo, o bueno, sino las consecuencias que  eso le acarrearía, al no estar suficientemente preparado para vencer lo malo y al diablo su autor.                                                                                                                                           
Posiblemente  esa frase para algunos no tiene mucha relevancia, pero sí es de gran importancia, ya que pone al hombre a un nivel superior al de los ángeles (de los que no se involucraron en la rebelión en contra de Dios), como se explicará a continuación.

 Pero antes de seguir es conveniente aclarar, aunque no es parte del tema, cuál es el significado de la frase “He aquí el hombre es como uno de nosotros”. ¿Se habrán preguntado a quien se estaba dirigiendo Dios, o a quien se refería al decir: “como uno de nosotros”? ¿Qué explicación se le puede dar, que no sea que nuestro Dios es trino? Pues sí,  nosotros creemos en Dios el Padre, su hijo Jesucristo, y el Espíritu Santo. Hay  quienes niegan la trinidad, y se burlan diciendo que nosotros creemos en un Dios de tres cabezas.

Regresando al tema de esa frase, para poder entender plenamente su significado, basta pensar por un momento, cuál era la condición del hombre antes de pecar; en sustancia era igual al que es ahora, un ser con espíritu, alma y cuerpo, pero vivía en un estado de inocencia. No sabía que existía una fuerza contraria que luchaba  en contra de  su creador; que ese mal se llamaba pecado, cuyo origen estuvo en un ser creado llamado Satanás.

El cual, siendo el más perfecto, hermoso e inteligente de los ángeles, con un grupo de ellos, conspiraron  en contra de Dios constituyéndose en su enemigo. Así lo describe en Ezequiel 28.16 que dice:A causa de tu intenso trato comercial, te llenaste de iniquidad y pecaste, por lo cual yo te eché del monte de Dios y te arrojé de entre las piedras del fuego, querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra, y delante de los reyes te pondré por espectáculo”.

El hombre desconocía que esa serpiente, en la cual se había transformado Satanás era enemigo de Dios y por supuesto del hombre. Pues sí, él  se había  levantado  en contra de aquel que le dio vida, el cual por querer ser igual a Dios, se levantó en su contra, arrastrando así a una tercera parte de los ángeles.

Cuando Adán y Eva fueron creados y estaban en el huerto, desconocían toda esa situación, no sabían nada de lo que había acontecido, y de la lucha que se  estaba desarrollando  en el cielo; ellos vivían en un estado de  inocencia ajenos a todos esos acontecimientos. Debido a esa lucha que se había establecido, al declararse Satanás enemigo de Dios, su objetivo era intentar destruir todos sus planes. Al ver la nueva creación del hombre como de su mujer;  a los cuales se les había dotado de un cuerpo, (cosa que a ellos no le fue dado) Satanás se la ingenió para que desobedecieran el mandato divino engañando a la pareja, con el fin de enemistarlos con Dios.

Fue así que, con el poder que tenía y tiene todavía de transformarse, tomó la inofensiva forma de una serpiente que hablaba y aconsejaba a la mujer para inducirla a desobedecer lo ordenado por Dios. No sabemos cuánto tiempo empleó en esa tarea, para que la mujer pudiera entrar en confianza con él; ya que el tiempo era lo menos que le importaba, a fin de lograr su cometido. Lo importante era que quebrantaran la orden dada por Dios, e inducirle a que hicieran lo que él deseaba, con el fin de esclavizarlos y ponerlos a su servicio. Algunos podrán objetar eso de la serpiente que hablaba con la mujer, pues él puede mucho más que eso. En 2 Corintios 11.14  dice: “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz”.

Debido a que muy a menudo se oye decir, ¿Por qué Dios permitió que el diablo hiciera eso o porque no lo eliminó de una sola vez? Para poder entender mejor la situación entre Dios, y Satanás con sus ángeles, se explicará de la siguiente manera: Tomando como ejemplo  la situación de unos  conflictos actuales, que existen entre algunas naciones asimétricas, en cuando a poder; las cuales están en  guerra desde hace años. Entre ellas una que tiene más de trece años y no han podido todavía concluir ese conflicto; de manera específica entre Estados Unidos y Afganistán. Leamos un relato (Tomado de Internet) que dice:   

En el 2001 los Estados Unidos, ayudados por una coalición internacional, como reacción a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, y respondiendo a una política de persecución del grupo Al Qaeda en la región por parte del gobierno estadounidense, derribaron al gobierno talibán, autorizando a través del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas la creación de una fuerza internacional para ayudar al régimen del Presidente de Afganistán  Hamid Karzai.

A pesar de esa asimetría existente entre esas dos naciones, no han conseguido estabilizar el país, que se encuentra inmerso en continuo derramamiento de sangre y  una guerra constante.

Ahora viene la pregunta: ¿Será que a la nación más poderosa de esta tierra en armamento, junto con su coalición de naciones les faltarán medios, o poder bélico,  para poner de rodilla y volver esa nación a la edad de la piedra? Estamos seguros que no; pero hay cosas que no  se pueden hacer solamente aplicando la fuerza, aun teniendo  todo el poder y autoridad disponible. Hay  otros factores a considerar como el derecho a la defensa y a la vida. 

Pues hay muchos hoy día que dicen: ¿Por qué Dios no destruyó a Satanás desde un principio, porque deja que todavía actúe en este mundo? La respuesta podría ser: Dios representa la perfección, la Justicia, el amor, y la paciencia. Él no se complace con la muerte o destrucción del pecador, pero de ningún modo tendrá por inocente al malvado Éxodo 34:7.

Todo lo que Dios hace, y la manera como lo ejecuta, siempre está dentro del marco de la justicia Divina. Recordando siempre que fue Dios quien le dio a Satanás el poder que él ostenta; y con ese poder y sabiduría que Dios le dio es que se le opone a sus planes. Basta con leer lo que se le reveló a Daniel cuando le fue enviado un mensaje con el ángel, para darse cuenta de esa lucha asimétrica entre Dios y Satanás, con el seudónimo de ese príncipe de Persia.

 En  Daniel  10.13 que dice: “Pero durante veintiún días el espíritu del príncipe del reino de Persia me impidió el paso. Entonces vino a ayudarme Miguel, uno de los arcángeles, y lo dejé allí con los príncipes del reino de Persia. NTV Esto no da la idea que aunque Dios había permitido que el ángel de Jehová diera una respuesta a Daniel, Satanás bajo el seudónimo del príncipe del reino de Persia con sus argumentaciones se le opuso por veintiún días.  

Dios aún de lo malo le saca provecho.  
Aunque la transgresión de la primera pareja causó, que tanto ellos, como toda la raza humana  se enemistara  con Dios, Él en su misericordia la rescataría de la esclavitud del pecado y de las manos de Satanás; enviando a su hijo Jesús como el Salvador. Esa desobediencia hizo que el hombre adquiriera una  mayor comprensión de la situación, y estar más acorde con la realidad que los rodeaba. El mismo Dios lo afirmó al decir: He aquí el hombre es Como uno de nosotros“; ya que habían adquirido el conocimiento del bien y del mal.

Aunque el pecado los había degradados y separados de Dios, por cuanto esa transgresión estableció una separación entre lo Santo y lo profano; en lo que concierne a esa facultad de poder discernir, desde ese momento ellos habían adquirido un  conocimiento que antes no tenían. Claro que esa desobediencia les traería graves consecuencias, como la separación entre ellos y su creador, la pérdida de esa  comunión que disfrutaban oyendo la voz de Dios, y la permanencia en ese huerto que habían compartido desde que  fueron creados. Pero lo maravilloso de todo eso fue, que Dios no abandonó la pareja y al momento les dio la promesa de un Salvador.

De ésta manera se puede decir que, así como la caída de Adán hizo separación entre Dios y el hombre; trayendo el pecado, la muerte y la miseria a este mundo;  Jesucristo derribó esa pared intermedia de separación. Todo lo que aconteció le ha servido al hombre, por medio del Espíritu de Dios tener un  conocimiento más profundo de Él, de lo que puedan tener los ángeles (los que no pecaron). Cosa que se manifestará el día del advenimiento de la libertad gloriosa de los hijos de Dios. 

El mismo Jesús confirma esa similitud entre el creyente y su Creador al declararlo  en esa oración sacerdotal dirigida al Padre en Juan 17.22-23 diciendo: “La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado”.

No tiene que ser difícil poder entender las palabras y el significado de esa unidad, gloria y amor que Jesús le manifiesta al Padre, de que somos una sola cosa con Él. Solo  debido a ese sacrificio efectuado por Jesús, se pudo obtener esa íntima relación entre el hombre y su creador. Definitivamente  la vida del hombre llegó a fusionarse con Jesús y  estar más cerca de Dios, de lo que estaba antes de su caída.

Resumen del medio salvador
Así como Dios les imputó un castigo a Satanás y sus ángeles que pecaron, también el hombre tenía que sufrir el castigo por su desobediencia, con la muerte eterna de su alma. Con la diferencia que para el hombre implicaba también la muerte física; por poseer un cuerpo que los ángeles no tenían.

Sin embargo Dios en su gran amor y soberana voluntad, quiso socorrer al hombre dándole una oportunidad; al proporcionarle la promesa del Salvador Jesucristo. Este moriría pagando la deuda de los pecados de la humanidad. De  manera que todo aquel que creería en su muerte y resurrección, confesándolo a Dios; salvaría su alma de la condenación eterna. 

Aunque el hombre por medio de esa fe en Jesús, sería justificado y reconciliado con Dios. Esto no lo libraría de la muerte de su cuerpo, que es algo que está establecido para todos los hombres hasta que la muerte  sea destruida.

Debemos tener siempre  presente, que esta oportunidad de ser rescatados  fue un acto de misericordia de Dios hacia el hombre. Cosa que en su soberanía no les fue concedida  a los ángeles que se unieron  a Satanás  en esa rebelión, como ya vimos por lo que dice en Hebreos 2.16.

Con este acto de misericordia hacia el hombre, se establecería  una relación más íntima con su creador, y a la vez superior a los ángeles. Ellos según nos revela la palabra de Dios, observan en nosotros los acontecimientos de esta vida, las consecuencias del pecado, como también la fe y la esperanza plena, que depositamos en Dios. Que aún sin haberle visto le amamos y hemos depositado nuestra confianza en Él. Así lo revela en 1Pedro 1.12 al decir: “cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles”.

Ellos  por supuesto no tienen la experiencia que tenemos nosotros (refiriéndonos a los ángeles que no pecaron). En  efecto el apóstol Pablo en 1Corintios 4.9 dice: Porque según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los últimos apóstoles, como sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres.

Como el creyente debería ver la muerte.                                                                   De la misma manera como Pablo veía esta vida, es como el creyente debería verla. Él estaba  en la cárcel, le pesaban los años, y sentía que se acercaba el día de dejar este mundo, pero no dejaba de aconsejar a su “hijo Timoteo” de cómo tenía que considerar esta vida, con respeto a la venidera. Poniéndose como ejemplo, de cómo comportarse, como  servir con alegría, darse por entero a Aquel que nos amó, y seguir adelante aun sufriendo las injusticias que esta vida pueda ocasionarnos.

Es así que tanto para él como para nosotros, la muerte tendría que haber perdido todo su poder, y cada creyente bebería considerarla, solo como las consecuencias de una disciplina a la cual debemos de estar sometidos hasta el día de nuestra redención.

De tal manera que lo maravilloso de todo esto es: que por los méritos de Jesucristo, el beneficio no solamente alcanzó el alma que llegó a ser una sola cosa con Dios; sino hasta para el cuerpo, el cual será transformado igual al de la gloria de Jesucristo, cuando se levantó gloriosamente de entre los muertos con un cuerpo glorificado. Así lo afirma su palabra en Filipenses 3.21 que dice: El cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea  semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.

La condición del  hombre para que pueda estar completo solamente será,  cuando esté como Dios lo hizo al principio, espíritu alma y cuerpo y en plena comunión con Él. De manera que, aunque el alma sin el cuerpo sigue viviendo, por ser eterna, estaría incompleta sin el cuerpo. Es  por eso que Jesucristo revestirá a los que creen en Él con uno aún más glorioso. Como dice en Juan 6.40  “Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.

Por otra parte aunque la muerte trae beneficios para el creyente, siempre tiene que ser considerada como un enemigo del hombre. Ya que es portador de profundo dolor para el ser humano, con  separaciones  violentas, causadas por enfermedades, delincuencias, guerras, catástrofes, y accidentes tanto de adultos como de niños. Cosa que el Dios eterno nunca hubiera consentido, de no ser por aplicarla como el justo castigo por el pecado. 

David describió ese lugar donde se encontrará el alma después de separarse del cuerpo, como “un valle de sombras de muerte”. Jesús estando frente a la tumba de Lázaro que había muerto, viendo el dolor que embargaba a los presentes conmoviéndose, él también lloró. El  apóstol Pablo lo describe como un enemigo que será destruido. En 1 Corintios 15.26  dice: “Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte”.

Luego en  Apocalipsis (20.14) Juan nos revela cuál será su destino final, y cómo será destruida al decir: “la Muerte y el Hades serán lanzados en el lago de fuego”. Cómo podemos ver es un enemigo del hombre. Sin embargo debido a que Jesucristo pagó el precio nos ha librado de sus garras, teniendo poder sobre ella.

En 2 Corintios 5 el apóstol da una idea de cómo él preferiría  que se efectuara ese cambio en su vida, (de ser eso posible). Que ese pase  de esta  vida a la otra fuera en un abrir y cerrar de ojos; Y no ese proceso normal que es lo que le espera después que este cuerpo perece. Dando a entender que aceptaría con más agrado el hecho de ser revestido de una vez, y librarse, o evadir ese proceso normal de ser como él dice, “desnudados”, (refiriéndose a la muerte donde el alma se separa del cuerpo)  y estar separados de él, para que luego de un tiempo ser revestidos nuevamente.

Él hubiera  Preferido  ser transformado en un abrir y cerrar de ojos como él lo describe en 1 Corintios 15.52  “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”. Eso era lo que el apóstol anhelaba, en lugar de morir y luego de un tiempo ser revestido nuevamente de un cuerpo.

Como también detalla la gran diferencia, entre lo que somos ahora y como seremos luego de nuestra glorificación; comparándolo con la analogía, de este cuerpo como una casa, con el edificio el cual nos espera al resucitar (con un cuerpo de gloria). Cosa que lo impulsaba a partir de este mundo para estar con el Señor. Dando a entender con esto, que aunque la muerte es un enemigo del hombre, mucho más será el gozo que le proporcionará al alma al estar con el Señor.

Él lo expone  en 1Corintios 5.1-10 de la siguiente manera: “Sabemos que si nuestra morada terrestre,  este tabernáculo, se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por manos, eterna, en los cielos.  Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial,  pues así seremos hallados vestidos y no desnudos.  Asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia, pues no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.  Pero el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado el Espíritu como garantía.  Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor  (porque por fe andamos, no por vista).  Pero estamos confiados, y más aún queremos estar ausentes del cuerpo y presentes al Señor.  Por tanto, procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables,  porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”.

Un lugar de consolación y reposo para el creyente.  
Un ejemplo de lo que significa estar en el más allá con el Señor, y  compararlo  con el vivir en este mundo, lo podemos comprender del relato que se encuentra en 1 de Samuel 28. Esa historia nos narra, el momento cuando Dios se apartó de Saúl, rey de Israel; debido a que él no obedeció totalmente el mandato específico de Dios, de destruir a Amalec, enemigo del pueblo de Israel. Saúl Cumplió el mandato de una manera parcial, razón por la cual Dios lo rechazó como rey de su pueblo.

Después  de la muerte del profeta Samuel, Saúl no contaba ni con la guía de Dios, que no le respondía por haberse apartado de él, ni con la del profeta que ya no estaba. De esta  manera se encontró sin tener a quien consultar, para la conducción del pueblo de Israel.

 Un día cuando supo que el ejército filisteo se estaba preparando, para atacar a Israel, desesperado por no saber qué hacer, ocultamente recurre a una adivina que vivía en Endor. Al llegar al sitio le dice a la mujer que le haga venir a Samuel. La mujer  no sabiendo que era el rey le dice: “Tú  sabes cómo Saúl ha eliminado a los adivinos de esta tierra y ha  prohibido eso”. Pero él le juró que no la delataría. Cuando la mujer invoca para llamar a Samuel, ella se asustó y lanzó un grito, porque vio que alguien se presentaba realmente cosa que seguramente no había acontecido anteriormente ni estaba acostumbrada a ver. Descubriendo  así que el que estaba allí  era el Rey Saúl.

En ese episodio, ciertamente fue Dios que tuvo misericordia de Saúl y permitió que Samuel se presentara, regresando del más allá para hablar con el Rey, y no por las facultades de la adivina, la cual  se asustó toda.  Todo este  relato de Saúl y del profeta Samuel, que le fue permitido regresar del más allá por un breve momento, es con el fin de enfatizar las primeras palabras que Samuel pronunció cuando se dirige al rey, que fueron las siguientes: ¿Porque me has inquietado haciéndome venir? Parece ser que el profeta cambió su actitud hacia Saúl, ya que estando en vida lo amaba e intercedía a Dios por él.

 Esas palabras denotan como una reprensión hacia Saúl, a pesar que en el tiempo que él vivía, lo amaba y lloraba por él  pidiéndole a Dios que no continuara rechazándole. A tal punto que un día fue reprendido por Dios, por esa persistencia, para que no siguiera pidiéndole más por Saúl. Esto se encuentra en 1Samuel 16.1 donde Él le dijo a Samuel: ¿Hasta cuándo  llorarás a Saúl, habiéndolo yo desechado para que no reine sobre Israel? De esto podemos darnos una idea de cómo él quería estando en vida ayudar a Saúl.

 Pero ahora cuando el rey Saúl está en esa angustia, Samuel que tiene conocimiento de la situación y lo que acontecería en ese batalla, en lugar de dirigirse a él con palabras de aliento para aliviar su angustia; se dirige a él duramente por haberlo hecho regresar a esta vida aunque era por los pocos minutos que pudo durar esa conversación diciéndole: ¿Porque me has inquietado haciéndome venir

Tanta sería la paz el gozo que estaba disfrutando, que esos pocos minutos fueron considerados una molestia de parte de Saúl. Al que estando en vida lo había presentado delante de Dios en oración, e intercedido a tal punto que recibió una reprensión. Seguramente él estaría gozandose en la presencia de su Salvador, y los patriarcas cuando recibió la orden de acudir y hablar con Saúl.

Bien dijo el rey David en el  Salmo 84.10  “Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, Que habitar en las moradas de maldad” (este mundo). Tal sería la  consolación y paz que Samuel disfrutaba  en ese sitio, que  pudo pensar: “Saúl no aprende, ahora me hace perder un tiempo preciosos en la compañía de Dios y sus redimidos; haciéndome venir, realmente me ha inquietado”.

La muerte para el impío
Es importante puntualizar que para los que no han tenido un encuentro con Jesús en su juventud, al llegar a una edad avanzada cerca del fin de su vida en  este planeta; se encuentran desorientados y sin haber comprendido adecuadamente lo que signifique para el ser humano tener que abandonar este mundo. Algunos  se encuentran en condiciones físicas tales, que ya no pueden saber con claridad lo que está por acontecer en su vida, ni la  importancia de ese acontecimiento y el significado  de enfrentarse a esa nueva vida, después de haber dejado su cuerpo en esta tierra.

La  palabra de Dios, siempre aconsejando al hombre por su propio bien, le advierte de buscarle en el momento más oportuno de su vida para acudir a él. En  el libro de Eclesiastés 12.1: lo aconseja diciendo: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que  vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento. Esto quiere decir que llega un momento en la vida cuando ya no le importa nada de lo que pueda acontecer, como decir; ni le va ni le viene. Esto se debe a que se pierde el interés por las  emociones y las cosas de esta vida, y ya nada le proporciona alegría. Sin tener conciencia que, de esta vida sin sabor para él, pasa a otra de sufrimiento eterno.

Esta es la consecuencia de  no haber tomado en cuenta para nada, que Dios en el transcurso de los años en varias oportunidades le presentó el mensaje de salvación por medio de un amigo, un pariente, un esposo o esposa, sin darle la menor importancia. Si accedió en acompañar a su cónyuge o amigo a la iglesia para oír el mensaje de la palabra de Dios, fue más por complacer a la persona que lo invitó, que por la necesidad de conocer de Dios y el camino de la salvación.

La parte más lamentable  de todo esto es: que al llegar ese momento crítico de su vida, ignore completamente, que al llegar el día de abandonar este mundo; de una situación donde nada le satisface en esta vida, pasará a otra de sufrimiento eterno. Todo esto por el solo hecho de haber desperdiciado el tiempo que se le permitió vivir;  y no haberlo aprovechado en el tiempo  oportuno para  buscar a Dios;  en el cual podía hallar al Salvador de su alma. Así como el rico en el Hades, en el  relato de Lucas 16. Donde trata sin éxito, de regresar a este mundo “para avisar a sus hermanos”.

Como también habrá otros, que se encuentran padeciendo alguna enfermedad, hasta llegar a desear la muerte, para dejar de sufrir. Desconociendo, que de no haber asegurado su alma con Jesucristo como su Salvador; lo que le espera en el más allá, será  como cruzar la línea de una frontera, de malestares y sufrimientos; para enfrentarse  al Juez de todas las almas. Sin tener en ese encuentro algo positivo que acredite su salvación.

Cuando alguien  se encuentra en ese momento tan crucial, al estar cerca para cruzar esa línea que  divide este mundo físico, de lo desconocido e intangible;  lo único que trata de hacer, es aferrarse a esta vida,  sin la mínima preocupación de lo que le espera en el más allá si no ha buscado refugio en Jesucristo.

Falsas expectativas  para el futuro.
No es la intención de poner las cosas trágicas  en esta exposiciónpero tampoco se quiere dar falsas expectativas como lo hacen en  otros credos, que enseñan la existencia de una segunda oportunidad  de salvación  después de la muerte. Tales como, lo que ya vimos, sobre  el purgatorio que lo definen como la antesala del cielo; o con el sueño del alma, comparándolo a ese momento cuando dormirnos que  perdemos toda noción de nuestra existencia hasta despertar. Utilizando esa experiencia que todos conocemos al dormir comparándola con la muerte; alegando  que al morir no habrá más razón ni conocimiento de nuestra pasada existencia. Dando luego una posible oportunidad  de resurrección si su alma está en la mente de Dios, por haber obrado de manera adecuada en esta vida. Esta teoría  no se encuentra en ninguna enseñanza bíblica, ya que la salvación no es por las obras que uno pueda hacer.

Otros prometen un purgatorio, otros la reencarnación el nirvana Etc. Nos  preguntamos, si estos maestros de las escrituras no han leído la enseñanza dada por Jesucristo en Lucas 16 del rico y Lázaro, y lo que allí enseña de la situación del alma después de la muerte.

 El propósito de este estudio no es el de presentar una religión en particular, ya que ninguna religión salva el alma del hombre sino Jesucristo. Lo que nos mueve es, el de dar a conocer las verdades que la palabra de Dios enseña; las cuales son evidentes en este estudio por las muchas citas bíblicas que acompañan esta exposición. Y cuya verdad central para la salvación del alma es acudir a Jesucristo, como  dice 1 Timoteo 2.5 “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”.

El creyente frente a la muerte.
Para el cristiano verdadero el escenario referente a la muerte tiene que ser diferente. Así como no tiene que desearla, tampoco le debe infundir temor alguno, más bien la debe considerar como el último peldaño de la vida, para ese encuentro glorioso, que le permitirá conocer cara a cara a su Redentor. A aquel que por su gran amor dio su vida  por nosotros, y al dar su vida nos libró de la condenación eterna. A  ese Jesús que es la esencia de nuestra vida, que en repetidas  ocasiones acudimos  en oración al Padre en su nombre; Dios nos ha elevado a tal punto que hemos llegado a ser hijos de Él.

 La  palabra nos declara herederos de Dios, y coherederos con Cristo poniéndonos así  al mismo nivel de su Hijo, para ser una sola cosa con Él. Así lo afirma su palabra en 1 Juan 3.2 que dice: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”. Luego en Romanos  8.17dice: “Y si hijos, también herederos; herederos  de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que  juntamente con él seamos glorificados.”

Es cierto que el pecado nos degradó, y nos esclavizó, mas Cristo nos rescató y nos elevó  hasta los cielos. Como  dice en Efesios 2.6 “y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”.

Un balance de la situación de la vida.
Así que ahora ya no nos espera un huerto, como aquel en que estuvieron nuestros primeros padres, sino toda la creación y los mismos cielos estarán a nuestro alcance como herederos. Adán y Eva estaban ausentes de lo que había sucedido en el cielo, no sabían lo que estaba aconteciendo debido a su inocencia, pero nosotros conoceremos todas  las cosas en sus mínimos detalles.

Ellos únicamente conversaban con Dios en el huerto pero sin poderle  ver, mas nosotros estaremos  con Jesucristo que  nos hizo ciudadanos de los cielos y conoceremos el universo en su plenitud. En 1Corintios 13.12 lo dice: “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido”.  Luego  en Filipenses 3.20 Agrega: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.

Algunas veces cuando se conversa con un creyente que ha perdido algún familiar, se nota que aun siendo un hijo de Dios, le tiene cierto  temor a la muerte y solo posee  en sus mentes ideas muy vagas, de las condiciones de los muertos en el más allá. El creyente tiene que descansar en su Salvador y amarle, ya que a Dios no le agrada que tengamos  temor. En 1 Juan  4.18 lo dice, “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”.

No faltarán algunos creyentes, que se encuentran muy cómodos en la vida de este mundo, saben que son salvos por la gracia de Dios, y viven normalmente sin mucho interés en la vida espiritual. Van a la iglesia los domingos, se comportan de una manera intachable a los ojos de los que les rodean; el futuro no los inquieta para nada y buscan afanosamente su bienestar entre las cosas efímeras de este mundo.

Es difícil que en ellos se despierte ese sentido de servicio, hacia aquellos que no conocen  todavía la gracia de Dios, ni de la vida que les espera en esa otra dimensión. A veces  a ellos mismos se les dificulta entender lo que dijo el sabio Salomón: que en esta vida todo es vanidad y aflicción de espíritu.
Cuando Dios nota que algunos de sus hijos actúan de esa manera, alumbrados solo por las cosas terrenales, él permite con algunas  pruebas y problemas de corregir esas actitudes que no están acorde con la vida de un creyente cuyo  norte  tiene que ser Dios. No se quiere decir, que preocuparse por el bienestar de uno y de su  familia sea malo; sino que el creyente debe mantener en todo tiempo un equilibrio entre su vida cotidiana y la espiritual. Esto es, con el fin de evitar el estar tan apegados a esta vida pasajera, y andar solamente detrás del bienestar transitorio.
A veces estas aflicciones que Dios permite, pueden venir por medio de debilidades por parte del esposo o de la esposa, o permitirlas por un hijo o una hija rebelde, o con alguna de esas enfermedades que no se curan fácilmente. Con  el fin de que acuda a Dios para pedir ayuda, y darse cuenta que esta vida solo ofrece aflicciones de espíritu. A veces estas aflicciones, y amarguras despiertan nuestra fe, de manera  que anhelemos más lo que Dios tiene preparado para los que le aman; que lo que esta vida les pueda ofrecer.        
       
El tiempo de nuestra vida es de Dios.
Cuando meditamos pensando en algunos de nuestros conocidos o familiares que le llegó la hora de su muerte en plena juventud, y que no pudieron realizar las metas que tenían  planificadas, nos damos cuenta que la muerte es inclemente, que no se compadece de nadie. Es el momento de pensar que Dios tiene un tiempo para todo. Hasta para Jesús hubo un tiempo y aunque murió joven, él terminó la obra que se le había  encomendado; así lo dijo en  Juan 17.4 “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese”.

Mientras Jesús sabía que su misión estaba por cumplirse, en la mente de sus discípulos residían  ideas  y pensamientos muy distintos a la realidad; para ellos las expectativas del ministerio de Jesús eran muy diferentes. Estas son las mismas actitudes y pensamientos vagos, que  tienen algunos creyentes hoy día, de las cosas de esta vida y de las que nos esperan en el futuro.

Los que seguían a Jesús, estaban seguros que él todavía no había ni siquiera iniciado su misión liberadora, porque esperaban el momento cuando Jesús se levantara para derrotar al Imperio Romano, y estableciera su Reino en Israel. De tal manera eran sus ideas y pensamientos, que la madre de Santiago y Juan, ya tenía en su mente el lugar donde quería que estuviesen sus hijos, en ese nuevo reinado. En  Mateo 20.21 se le acercó para pedirle algo a Jesús. Y Él le dijo: “¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”. No sabía ni se imaginaba, el tiempo que tendría que transcurrir para la llegada de su reinado.

Solamente Dios conoce nuestra misión en este mundo, como también el propósito por el cual fuimos llamados, en nuestros contados días. Nosotros aunque debemos cuidar este cuerpo, en ningún momento debemos tratar de agarrarnos a la vida más de lo que Dios ha establecido, (aunque no podríamos) ni tratar de quitárnosla antes del tiempo porque no nos gobernamos a nosotros mismo; somos ovejas de Su prado, y dependemos de Dios nuestro creador.

Hay algunos que evitan hablar del tema de la muerte como si fuera algo pavoroso, mientras es saludable hablar de ella de una manera normal, para poder estar claros sobre lo que inevitablemente nos espera en el futuro. Donde todas las cosas realizadas, como las que se retenían muy importantes, de repente, dejarán de serlo quedando solo un efímero recuerdo. Solo después de llegar a esa nueva morada, nos daremos  cuenta de la realidad de las cosas, de las que realmente son en esa nueva dimensión.

Allí algunos se darán cuenta que de todo el tiempo que tuvieron  a su disposición para servir al Señor, y en muchas ocasiones manifestaban de no poder hacerlo, ni poder asistir con normalidad a los servicios de la iglesia, imposibilitados a causa, del trabajo, del estudio, de cuidar al bebé, el transporte, y otros pretextos, los cuales desvanecían cuando se trataba de algún asunto de interés personal. 

Posiblemente nunca se tomó un tiempo para meditar y pensar, que Dios conocía todos y cada uno de sus más íntimos pensamientos, como las intenciones del corazón; y las evasivas que anteponía a los anuncios del siervo de Dios para el servicio de la obra. No se daban cuenta, o nunca  entendieron el verdadero significado de la morada de Dios en el creyente; y del Espíritu Santo que vino a morar en sus vidas desde el día de haber creído. Razón por la cual el Espíritu escudriñaba todas, sus intenciones, obras, pensamientos, y movimientos. Al llegar a la presencia de Dios, se avergonzarán de todas esas evasivas, actitudes y pretextos. Nunca llegaron a comprender o imaginar, que todos sus pensamientos eran para Dios como un libro abierto, conociéndolo todo aún  lo más íntimo.

Ahora cada uno se dará cuenta del valor de los consejos, las enseñanzas de las predicaciones que el siervo de Dios daba; de los cuales, siempre se habían considerado que eran pensamientos del predicador. Mientras eran palabras y consejos guiados por el Espíritu de Dios utilizando su boca y voz. Ni hablar de los estudios  bíblicos, los servicios de oración, de los cuales nunca se interesaron  en asistir, ni la meditación personal y estudio de la palabra de Dios. Pero si se sabían el salmo 23 de memoria.

Muchos se encontrarán en ese día sin muchas obras a su favor, al presentarse delante de Aquel que lo dio todo para salvarlo; estarán avergonzados ya que sus obras no pasaron la prueba del fuego, solo tendrán la salvación, porque esa no dependía de lo que ellos podían hacer o hicieron, ya que ella es un don de Dios por creer en su Hijo Jesucristo.

Así lo describe el apóstol Pablo en 1 Corintios 3.12-16 Si alguien edifica sobre este fundamento con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno y hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta, porque el día la pondrá al descubierto, pues por el fuego será revelada. La obra de cada uno, sea la que sea, el fuego la probará. Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, él recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quema, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego. ¿Acaso no sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios está en vosotros”? Y se podría agregar: ¿Y sois vigilados celosamente por Él?

Hay dos cuerpos de gloria, el celestial y el terrenal.
Se comenzará diciendo que cada creyente, tiene que tener claro en su mente, de qué manera Dios efectuará ese acto de  revestir el alma con un nuevo cuerpo de gloria; que comúnmente se conoce como la resurrección. Teniendo presente lo que el apóstol Pablo nos enseña en 1 Corintios 15.40 que dice: “Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es  la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales”.

 Tengamos  presente, que cuando el apóstol Pablo dice que hay cuerpos terrenales, en ningún momento se está refiriendo al actual cuerpo de pecado. Sino  a ese cuerpo que tendrán  todos los que participarán de la primera resurrección, y  reinarán con Cristo durante el milenio; para luego heredar esa nueva creación, de cielo y tierra nueva. Como Israel, y las naciones que se salvaron durante el  milenio.

Mientras los cuerpos celestiales  pertenecen a aquellos creyentes cuya morada es el cielo; de los cuales habla en Efesios 2.6 que dice: Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”. Los cuales por ser  ciudadanos del cielo tendrán cuerpos celestiales. Y los herederos de la tierra tendrán cuerpos terrenales;  por supuesto que  serán cuerpos glorificados no sujetos a la muerte ni al pecado.

Una aclaratoria sobre una supuesta igualdad.
Debido a lo que el apóstol explica en ese capítulo 15, de Corintios el cual dedica  a la resurrección, allí está bien definido, que los escogidos  serán revestidos con dos tipos de cuerpos después de la muerte. De los cuales unos tendrán cuerpos celestiales y otros  los terrenales. No se disertará en este estudio para quienes será  el uno, o el otro, por pertenecer esto  al estudio de la resurrección. Ya que esas asignaciones solo pertenecen al supremo y justo Juez Jesucristo; de hacerlo nosotros estaríamos  tratando de penetrar en esas cosas que solo Dios conoce, y no han llegado a pensamiento de hombre.   

Pero sí es oportuno mencionar, que algunos discrepan de este pensamiento, de que hay  dos tipos de cuerpos para los escogidos; de los cuales  para algunos serán celestiales,  y para otros terrenales. Como se dijo algunos no comparten  esta teoría,  por no estar de acuerdo con la manera de ellos pensar; ya que ellos asumen, que todos los que creen en Jesucristo son  iguales delante de Dios. Aunque la palabra nos hace notar esa diferencia.

Según ese pensamiento todos tendrán la misma participación e igualdad en las cosas celestiales, que Jesús tiene preparadas para los que le aman. Apoyando esa teoría, con lo que la palabra afirma  que Dios no hace acepción de personas, que todos los que creen en Él son sus hijos, que todos formamos parte de la esposa y del cuerpo de Cristo.

Por supuesto que todas las cosas expuestas en el anterior párrafo  son ciertas, el problema está en que no se toma en cuenta, ni se hace diferencia alguna, entre la salvación que es por gracia, por ser un don de Dios, sin que esté  involucrado ningún mérito humano. Y lo que concierne a las obras que son algo muy diferente, y son tomadas muy en cuenta por  Dios, para premiar a  los que se esfuerzan en el trabajo de su obra en esta tierra.

Está muy claro  que la salvación es una sola y eso no tiene discusión; y sabemos que  ella no tiene grados, ya que no hay unos que sean más salvos que otros, ni menos salvos. Debido a que no es por obras y por supuesto que es igual para todos. Mientras para el obrar Dios tiene contemplado un galardón o recompensa proporcional para ese trabajo.

Al no diferenciar el concepto de salvación, de la otra parte no menos importante, que son las obras; es seguramente lo que da lugar para que algunos piensen que para Dios el obrar es algo no muy  relevante, dando lugar a que fácilmente se pueda pensar en la existencia de esa  supuesta igualdad.

 Sin embargo la palabra nos da a entender que aparte de ser dos cosas muy bien definidas y separadas entre sí, las obras  tendrán su recompensa en el tribunal de Cristo.  En Romanos 4.4 explica  de una manera muy clara lo que se acaba de exponer al decir: “Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, (como lo es la  salvación) sino como deuda”.  De manera que el Señor al venir pagará esa deuda a cada uno conforme a las obra de cada cual; así está escrito en Apocalipsis 22.12 que dice: He aquí  yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.

Entonces ¿en qué consiste esa supuesta similitud?  En justicia no se puede esperar que el día que todos estemos en ese tribunal de Cristo, exista esa supuesta igualdad; claramente el Señor otorgará como leímos esos galardones según su justo juicio por las obras que cada creyente  haya acumulado en su vida.  Entonces sí hay que admitir, que hay diferencia entre unos y otros; entre los que obraron abundantemente y los que tan solamente se conformaron con ser salvos.   

Por lo que nos revela el siguiente versículo entre otros, algunos no tendrán obra alguna con valor espiritual, como está muy bien definido en 1 Corintios  3.15 que dice: “Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego”.  Para los que creen  en esa supuesta igualdad, ¿qué pensarán o como interpretarán, esa pérdida que algunos sufrirán? ¿Acaso eso no da la idea que  la salvación y las obras son  dos cosas completamente diferentes?  Luego para que algunos no piensen que eso afecta la salvación, la palabra  muy sabiamente lo aclara, diciendo  que será salvo aún sin ellas,  ya que no  es por obras sino  por gracia.  
    
Los que piensan en esa supuesta igualdad, no toman en cuenta para nada, la recompensa que cada uno recibirá en el tribunal de Cristo, o cuando Él venga. La cual será proporcional, a la obra efectuada por cada uno en este mundo. Mientras que  la salvación sí es igual para todos, no habiendo diferencia alguna entre unos y otros, ya que ser salvos, es sinónimo de  ser rescatados eternamente de las garras satánicas, y esto no es por méritos humanos, sino por el precio que Jesucristo pagó por ella.

Resumen.
 Si a ver  vamos  en toda la creación existe  una jerarquía, no se entiende porque no puede haberla en  el grupo de los creyentes. Hasta en  la misma trinidad, que es el único Dios, siendo una sola cosa, el mismo Jesús dijo: el Padre es mayor que yo. Luego si analizamos la jerarquía celestial que podríamos llamar “la familia de Dios”, allí también hay grados tales como: Arcángeles, Serafines, Querubines, ángeles, ancianos etc. Así que no tiene  nada de extraño que entre los escogidos existan diferentes  categorías.

 Por ejemplo no es lo mismo ser un ferviente y ejemplar creyente esforzado en la obra de Dios, que un israelita, el cual aun siendo un escogido, todavía no ha creído en Jesús y su obra redentora. Como tampoco podrá ser lo mismo para esos israelitas que murieron en el desierto por desconfiar y tentar muchas veces a Dios; que los que les fueron  fieles, como Moisés, Aarón, Josué y Caleb, entre otros, los cuales  confiaron plenamente en Dios. En  justicia, aun viéndolo  desde un punto de vista humano  tiene que haber una diferencia que solo el justo juez podrá determinar.   
                                                               
 El cuerpo de resurrección y su contextura.
Como vimos anteriormente que los muertos en Cristo resucitarán, sea cual fuere, el cuerpo de resurrección que Cristo le tiene, a todo aquel que cree en Él; nosotros tenemos que estar claros, que este nuevo cuerpo no tiene relación alguna, con el que tenemos actualmente; ya que será mucho más excelente por ser celestial.

Ni tiene semejanza a  las varias  resurrecciones habidas  en el pasado, como la del hijo de la viuda en el tiempo de Elías,  en 1Reyes 17.22, ni la de Lázaro por Jesús en Juan 11.44, ni la de Tabita por Pedro en Hechos 9.40. Las cuales fueron temporales, permitidas por Dios tanto para  demostrar, Su poder sobre la muerte, como el poder de la oración de fe. Ya que luego todos ellos volvieron al  morir, para cumplir  con el destino que al cuerpo le ha sido previamente asignado, de  regresar al polvo de la tierra.

 Luego las  almas de los que creen en Jesucristo estarán en espera de ser revestidas de ese cuerpo final y eterno; ese nuevo cuerpo que le espera al creyente será  permanente.    De eso habló Jesús muy claramente en Juan 11.25-26 diciendo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.

En 1 tesalonicenses 4.15-18 nos dice como esta se efectuará: “Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. El Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo. Entonces, los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras”.

Según se nos explica este acto de resurrección, se efectuará en dos etapas, primero será para los que ya  murieron, cuyas almas están con el Señor; Luego para los que estén todavía en vida para ese momento, ya que el apóstol dice que “no precederemos a los que durmieron.” Enseñando que  a continuación  se efectuará la transformación de los que estén todavía con vida, los cuales subirán en las nubes para recibir al Señor en el aire.

Ahora bien, si los que murieron y están con el Señor vienen con él con un cuerpo ya glorificado e inmortal, ya que dice que resucitarán primero. No se explica cómo algunos puedan pensar que en ese momento, se abran esas tumbas de los cementerios y  tanto el polvo como esos huesos de cuerpos descompuestos, vayan hacia donde está el Señor para que con esos elementos revista las almas que vienen con Él. La resurrección para los que murieron se  efectúa en el cielo, y vienen con el Señor, realizandose  de arriba hacia abajo y no de abajo hacia arriba. Para  que luego los que vivan sean transformados  y se unan a los que vienen con el Señor.

Pensar que todos esos elementos que están en los sepulcros  serán utilizados por Dios para revestir las almas de los creyentes que murieron, es algo realmente absurdo. Los que así piensan menosprecian el poder creador de Dios y su dominio sobre  la materia. No se puede pensar que Él utilice  esos restos humanos  para revestir con un cuerpo celestial las almas de sus redimidos. Bien, lamentablemente  eso es lo que está en la mente de algunos creyentes; la apertura de esos sepulcros y el ascender de esos cuerpos que están en ellos. Olvidan que nuestros cuerpos forman parte de esta tierra que Dios maldijo a causa del pecado en Génesis 3.17.

Pensar que Dios necesita los elementos descompuestos de esos cadáveres es menospreciar su poder creador. Él es el creador de la materia y si seremos como Él es, como dice en Filipenses 3.21: “El cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea  semejante al cuerpo de la gloria suya” (De Jesús). ¿A quién se le puede ocurrir, o siquiera pensar que el cuerpo de resurrección el cual viene del cielo por ser celestial; esté compuesto de los elementos de esta tierra cuando sabemos que el de Jesucristo descendió del cielo?

Además  de todo esto el apóstol Pablo en Romanos 6.5 confirma la inutilidad de este cuerpo para Dios, ya que es solo materia. Y como se dijo, lo más precioso de nuestra existencia es el alma;  y  sabemos que Jesucristo se sometió al sufrimiento para salvar,  las almas que fueron escogidas antes de la fundación del mundo.

Es así que, refiriéndose al cuerpo el apóstol en Rom 6.5-6 dice: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido(no dice que sea guardado sino destruido) a fin de que no sirvamos más al pecado”. Ese término “destruido” significa que no será absolutamente utilizado nuevamente por Dios; ni como cuerpo, ni como materia que lo compone.

 El cuidado del cuerpo al fallecer.
Este argumento del entierro del cuerpo del difunto es otro tema que es necesario abordar. Para que cada creyente, pueda entender bien el papel que tendrá la materia de nuestro cuerpo al momento de  la resurrección.

Lo que se debe tener presente es, que lo que se haga con el cuerpo del difunto, en línea general solo tiene importancia para el familiar, y el afecto que le tenía al fallecido. Ya que para Dios lo que tiene valor del hombre, no es el cuerpo que es materia de esta tierra, sino su alma y espíritu. A menudo la decisión que se tiene que tomar referente al cuerpo del extinto, es motivo de preocupación para algunos familiares y creyentes, cuando se menciona la cremación.

Por supuesto que se deben respetar las  actitudes ideas y sentimientos de los familiares  en cuanto a las decisiones que puedan tomar con dichos cuerpos. Hay  los que pudiendo los sepultan, con muchos detalles personales y tumbas excelentes. Otros con más disponibilidad, hasta conservan esos cuerpos en sitios donde son congelados con nitrógeno líquido a menos de 192 grados centígrados bajo cero, “esperando el día de la resurrección”. Aunque todos esos cuidados se consideran inútiles, se tiene mucho respeto a esas voluntades; sean para las conservaciones cuidadosa de esos cuerpos, como también para los que deciden de incinerarlos.

 Como se dijo anteriormente, eso no reviste importancia para Dios. Porque de otra manera ¿qué pasaría con esos creyentes cuyos cuerpos fueron quemados en las hogueras, comidos por leones y fieras, o destruidos por artefactos explosivos? ¿Acaso no serán revestidos  de un cuerpo de gloria semejante al de Jesús? Solo  sabemos  que seremos revestidos de un cuerpo completamente nuevo que viene del cielo, diferente del actual, glorificado, incorruptible y eterno.

El cual no tendrá relación alguna con esta tierra, la cual será  destruida con fuego; como dice en 2 Pedro 3.10 “que la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas”. Ni de los elementos de los antiguos cuerpos que yacen en sus tumbas. El mismo Señor dijo en Marcos 2.21  Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo.

 De manera que Dios hará todo nuevo, así lo afirma su palabra en Apocalipsis  21.5 “Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí,  yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas”. Pienso que esto sea suficiente, para que podamos entender que nuestros cuerpos que forman parte de este mundo de pecado; permanecerán para siempre en los lugares donde fueron puestos. Porque esta tierra luego de ser quemada huirá de la presencia de Dios hacia el infinito, para siempre como dice en Apocalipsis 20.11 Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos”.

Algunos podrán pensar ¿y los cuerpos de los que estén viviendo que en el momento del  arrebatamiento serán transformados, la materia del cuerpo no lo utilizará Dios? Pues no, tampoco los utilizará, según enseña la palabra de Dios quedará en el sitio donde esté en el momento de su transformación a merced de los buitres. Esto puede parecer algo imposible  pero es bíblico y por tanto hay que aceptarlo.

 Si analizamos lo que Jesús le dijo a sus discípulos al preguntarles sobre la venida del Hijo del hombre en Lucas 17 después de darles algunos detalles previo a esa venida  concluye diciendo en tres versículos de Lucas 17:34-37: lo siguiente: “Os digo: En aquella noche estarán dos en una cama: el uno será tomado y el otro será dejado. Dos estarán moliendo juntas: la una será tomada y la otra será dejada. Y respondiendo, le dicen: ¿Dónde, Señor? Él entonces les dijo: Donde esté el cadáver, allí se reunirán los buitres”. Tomado de la Biblia Textual.

Una simple manera de entender lo que acontecerá sin recurrir a conceptos teológicos ni espiritualización, es que los cuerpos de los arrebatados se quedarán en el sitio dónde estuvieren en ese momento, allí se reunirán los buitres para hacer el trabajo que les corresponde, por la gran cantidad de cadáveres que tendrán que ser sepultados al mismo tiempo. 

¿Será muy difícil poder aceptar que Jesucristo en el día que se tocará la trompeta vendrá por las almas de los creyentes las cuales serán desvestidas de su cuerpo de pecado y en un abrir y cerrar de ojos, y serán revestidas de uno de gloria semejante al de Él?  Y ¿que el cuerpo  inerte  del creyente quede a merced  de los buitres y no de los gusanos? O ¿es que a este punto de la historia, estamos pendientes todavía del cuerpo que vemos y no del alma que no vemos? O ¿será que posiblemente estemos pensando que llevarse este cuerpo se le  facilita el trabajo al creador del universo? No, Dios no los necesita en absoluto. 

De manera que olvidémonos de los cuerpos de pecado y su utilidad en la resurrección. Ellos pertenecen a  este mundo y permanecerán en él para siempre. Nosotros seremos revestidos de un cuerpo celestial como lo afirma  en Filipenses 3.21 diciendo: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya. (De Jesucristo)

 Aggeo Palumbi, noviembre de 2013. Revisado 04/2015



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